Año: 2017
Editorial: Adaliz
Género: Novela (Ciencia ficción)
Trascender o no trascender, esa es la cuestión
Y si hace un par de días escribí un artículo sobre el transhumanismo, su relación con el miedo a la muerte y el techo creativo que parece haber alcanzado la ciencia ficción actual, hoy os traigo una obra que encaja a la perfección en todo lo que ahí conté. Porque Conóndromo, ópera prima del barcelonés Francesc Aunión Julià, contiene todos los ingredientes de esta nueva ola de historias futuristas. Existencialismo, tecnología, trascender el cuerpo físico… Y si no sabéis de qué leches hablo, daos una vuelta por el artículo que ya os he mencionado. Eso ayudará a comprender mejor este post —y buena parte de lo que se está publicando en la cifi de hoy día—.
Año 2146. La inmortalidad ya no es una utopía. Ahora es una opción. En el seno de una sociedad ultratecnológica, los humanos deciden cuándo transferir su plena conciencia a un soporte digital para convertirse en seres eternos en un mundo virtual: Beyond.
Ray es una adolescente que, de forma inesperada, se convierte en aspirante a entrar en la virtualidad. Sus padres le han ofrecido el renacimiento como regalo sorpresa por su decimoséptimo cumpleaños. Sin embargo, Beyond nunca ha entrado en los planes de Ray. Amante de Elahora y aficionada a las polaroids, luchará por todos los medios para evitarlo.
Pero, ¿qué está dispuesta a arriesgar para cambiar su destino? Y sus padres, ¿hasta dónde llegarán ellos para prevalecer? Y más inquietante aún: ¿por qué?
En Conóndromo nos encontramos con las dos caras del transhumanismo trascendental: la positiva y la negativa. El ser humano ha alcanzado la tecnología que le capacita para descargar su conciencia en un entorno infórmatico y burlar así la muerte. Eso supondría morir en la vida real para renacer en el mundo virtual. Para siempre. La novela cuenta cómo la sociedad ha abrazado esta posibilidad y muestra los restos que van quedando de nuestro mundo. Pero también nos muestra la visión negativa, la pérdida de identidad, el miedo al vacío. Como si esta posibilidad de vivir para siempre fuera una forma de desaparecer. La protagonista, Ray, como en las distopías clásicas, se rebela contra este mundo y busca la forma de saltarse esta norma con la que todos están tan conformes.
He mencionado la palabra distopía, pero no me atrevo a etiquetar esta obra como tal. Creo que Conóndromo se centra más en el viaje interno de la protagonista, en su propia percepción del mundo —bastante cercana a lo que podríamos encontrar hoy en día y, por lo tanto, anacrónica de su propia época— y en el existencialismo. Tampoco lo veo distópico porque habrá muchos lectores que opinen que la posibilidad de la inmortalidad que ofrece esta tecnología es de lo mejor que podría ocurrirnos como especie. Yo no lo creo del todo. Todavía me lo estoy pensando, como si en algún momento del futuro tuviera la opción de elegir. En fin.
Si bien la temática de la novela no me parece rompedora, pues es el tema de moda, sí que resulta interesante el tratamiento de los hechos. Francesc Aunión ha realizado un importante trabajo de documentación, ha bebido de un buen número de fuentes y ha sabido agregar suficientes ingredientes como para que la historia se sostenga y quede verosímil. Por mencionar algo, nos encontramos con la hiperconectividad, la asimilación de la tecnología en el organismo, el peso de las redes sociales, o el impacto del transhumanismo en la población, la sociedad y el medio ambiente. Ya digo que los diversos ingredientes están bien elegidos y dan poder a la historia, aunque encuentro mi mayor «pero» en la forma en que lo hace. Lo desarrollaré en la siguiente parte, justo después de la cita.
Sí, lo sé. Imaginar y recrear tu propia muerte es algo poco agradable. Macabro, dirían muchos. Truculento. Y supongo que somos tan pocos los que tendemos a hacerlo con regularidad.
Nos pierden las formas
Esta obra lo tiene todo para ser de mis favoritas y sin embargo se ha quedado a mitad de camino. No ha sido tanto por la estructura elegida sino por las formas. A ver, yo no tengo nada en contra de los libros gordos. Un libro de 580 páginas —extensión de Conóndromo—, o más, es perfectamente disfrutable si la información se trata de forma que la lectura fluya. En Conóndromo la lectura fluye, pero lo hace a un ritmo demasiado pausado. Tampoco hay problema con los ritmos pausados, ojo, pero es que mientras leía siempre me dio la sensación de que podría ir más rápido, podría desprenderse de partes enteras y la historia no sufriría en absoluto. Por ejemplo, hay un capítulo en el que Ray se cuela en una iglesia abandonada y la descripción de cómo lo hace para pasar de fuera a dentro lleva dos páginas. ¿Cómo de necesario es eso para la historia? Y es solo un ejemplo. Nos podemos encontrar con innumerables detalles y descripciones que en nada suman al global del libro y que, por contra, restan a la agilidad de la lectura. Esta densidad hace que afrontar 580 páginas se vea más complicado. La suma de estos factores invitan a veces a la lectura en diagonal, algo terrible e injusto para una novela que tiene tanto que ofrecer.
Voy un poco más allá. También creo que podría haberse ahorrado toda la primera parte del texto y empezar directamente en la segunda. Con la información aparecida —o si acaso con algún cambio menor— es suficiente para meter al lector en la historia. Estoy hablando de quitar casi 300 páginas, lo sé, pero es que, de nuevo, no hace falta. Lo mismo ocurre con la cronología del final: todo queda ya implícito en la obra, no hace falta explicarlo más.
No tengo ninguna queja de cómo está escrito el libro. El estilo es ideal y el punto de vista está perfectamente reflejado. El lector se mete con facilidad en la piel de la protagonista y eso es de lo más importante. El problema no está ahí. Es solo que el autor tiene demasiado interés en dejar clara su historia, darle realismo, rodearla de hechos, y en las formas elegidas se equivoca. Esto es algo propio de los autores noveles; la inseguridad puede con ellos y les hace introducir partes innecesarias que sirvan para dar enjundia al texto. Lo sé por experiencia, por las óperas primas reseñadas en Libros Prohibidos, por los textos que reviso en Autorquía, y porque yo mismo cometí estos errores en las primeras ediciones de mi primera novela. Sí le daría un tirón de orejas al responsable de la edición del libro, que debería haber guiado mejor al autor, y ayudado a contar su historia de una forma más eficiente.
Como decía, no vamos a crucificar al autor, ya que es lo normal y, además, no creo que lo merezca de ninguna manera. Pero, ya que Conóndromo parece ser la primera parte de una saga, sí que le voy a recomendar que sea más conciso en la segunda parte. Las historias lo agradecerán. Y los lectores más todavía.
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Foto: Justin Peralta. Unsplash