Obra ganadora de los Premios Guillermo de Baskerville 2019. Categoría de libro de relatos.
Idioma original: Inglés y español
Año: 2018
Editorial: Sportula
Coordinación: Mariano Villarreal
Género: Relato y novela corta (fantasía, ciencia ficción)
Traducción: Ramón Peña, David Tejera, Manu Viciano, María Pilar San Román, Carlos Pavón, Manuel de los Reyes, Alexander Páez, José Óscar Hernández Sendín, Arrate Hidalgo
Obra perteneciente a la sección oficial de los Premios Guillermo de Baskerville 2019
El estado de la cuestión
Ya son varios años los que espero con curiosidad las antologías que presenta Mariano Villarreal. El año pasado, Dark Fantasies resultó ganadora del Guillermo de Baskerville en la categoría de libro de relatos, para mi deleite, así que tenía ganas de acercarme a su trabajo de este año. El resultado es esta macrocrítica conjunta en la que intentaré hablaros de las dos antologías que Sportula y Villarreal presentaron en 2018: El viento soñador, Ciudad nómada y otros relatos. Manteneos conmigo y espero que el resultado merezca la pena. Como siempre que escribo este tipo de reseñas, os comentaré algo sobre el tono general de las antologías y luego ahondaré en los relatos.
Las dos obras comparten planteamiento y estructura: voces nacionales, consolidadas y emergentes, se mezclan con narradores extranjeros, también de ambos tipos. Se reúnen relatos (y una novela corta) de ciencia ficción y de fantasía; supone, por lo tanto, una aproximación muy cabal y coherente al estado de la cuestión: qué se está haciendo en la literatura de género, quién lo hace y cuáles son los intereses formales y narrativos de algunas de las figuras fundamentales. Se trata de una apuesta interesante, aunque por supuesto, hay fragmentos mejores y peores: yo disfruté más de la lectura de Ciudad Nómada que de El Viento Soñador, pero los dos volúmenes encierran textos maravillosos. Así que, sin más dilación (si no esto se hace eterno): dentro cuentos.
El Viento Soñador
«Encuentro en diferido» de Mike Resnick abre El Viento Soñador con una historia enigmática y algo trágica, pero a la vez divertida; la ficción especulativa encontrándose con la comedia romántica para crear una dinámica, improbable y enternecedora amistad. A Resnick le sigue Rodolfo Martínez con «La concubina y el bárbaro», una suerte de fanfic de Conan el Bárbaro en el que se examina un acontecimiento futuro de la vida del personaje. No conociendo al personaje y habiendo abandonado la fantasía hace ya tiempo, no era yo el público objetivo del relato y apenas lo disfruté, pero reconozco que como exploración del mito resulta interesante. Después está «Siegaespectros» (o «La vida después de la venganza»), donde Tim Pratt crea una aventura sobre espíritus, justicia y muerte que me pareció de lo mejor del libro: ingeniosa y ágil, con una trama potente, chispa en los diálogos y mucho interés temático.
De «Las cadenas de la Casa de Hadén», de Ferran Varela, y «El Horror de Valserenosa» de Rubene Guirauta os hablaré al tiempo, porque tuve con ambos el mismo problema. Pese a que a nivel narrativo me parecieron interesantes y, en el caso del relato de Varela, los temas me encantan, me ocurrió lo que es habitual cuando leo relato fantástico en puridad: no conecto. Las formas no me gustan, los motivos tampoco y por más que se hable de algo que me fascine, no soy capaz de disfrutar del todo del libro. Por otro lado, y por agrupar (un poco) a los autores españoles, «En la isla» de José Jesús García Rueda es un homenaje a La invención de Morel de Bioy Casares que, aunque podría parecer poco original, supone una reflexión sobre la identidad y la soledad brutal.
—Dazhum de la casa de Hadén —me dirijo a mi propio reflejo—. ¿Eres mejor que ayer?
La respuesta resulta evidente. No, Dazhum de la casa de Hadén no es mejor de lo que era ayer. Tal vez sí en lo referente a las artes del combate, pero no en lo que de verdad importa. Hace siete años que cada paso que da le lleva hacia atrás (de «Las cadenas de la Casa de Hadén». Ferrán Varela).
«La verdad del muro de piedra» de Caroline M. Yoachim podría considerarse como un ejemplo de afrofuturismo: es un relato denso, bien ejecutado y sutil en su presentación de unos conceptos completamente extraños, sin pecar de explicativo. Yoachim también es la autora de «Nave nodriza», aunque ese relato me gustó menos. Creo que parte de un planteamiento muy interesante pero que hay algún que otro problema técnico que impide que se disfrute del todo. En este caso, la densidad formal no es su amiga y el tono del relato es más bien aburrido. Seguimos con «Rosa de Navidad» de Abel Amutxategi, un angustioso y opresivo cuento que bien podría pertenecer al neorruralismo y del que disfruté temas, forma y sorpresas de la trama. Muy bueno. «El viento soñador», de Jeffrey Ford, que da nombre a la antología, supone un sorprendente cambio de tono, con un estilo muy cargado de imaginería y una clara atención a la forma. Un cuento muy interesante que se mueve más por el terreno de lo mítico que el de la mera ficción.
Como Yoachim, Maureen F. McHugh también tiene doble relato. De «El naturalista» ya os hablé en la reseña de Dark Fantasies (en la relectura, volvió a resultarme un texto muy guay y una aproximación curiosa al subgénero). «Tras el apocalipsis», su otro cuento, no me gustó tanto. Me pareció un tanto obvio en la ejecución pese a que la trama resultara novedosa. De El Viento Soñador, pues, solo resta hablar de «Rojo» de Cristina Jurado. En esta casa, amamos y respetamos a Cristina Jurado: ya veníamos conociéndola. Su relato es una de estas cositas incómodas, dolorosas y punzantes, que juguetean con la cordura y que son un mazazo en las rodillas del lector. Grotesco, visual, terrorífico, infame y fantástico. ¡Qué más queréis que os diga!
Ciudad nómada, rebaño miseria
Entrando en los relatos que forman parte de Ciudad nómada, llegamos a «Siete cumpleaños», de Ken Liu, es un bello relato sobre la familia y las relaciones humanas enmarcado en el contexto de la ficción prospectiva y de la evolución del planeta. La estructura que Liu emplea es uno de sus mayores fuertes, pero también las escenas seleccionadas, la historia y la temática. Es un relato magnífico. En «Blue», Víctor Selles utiliza la ciencia ficción como marco para hablar de los movimientos migratorios y de la soledad y el peligro que entrañan, pero no solo eso: también del (des)encuentro cultural y de aquello que nos hace humanos. Un cuento muy afinado que funciona como un reloj.
No les digo que me encantaría ser capaz de cortar el hilo que me une a sus alas; los vaivenes a los que someten mi corazón sus corrientes de aire enfrentadas son excesivos (de «Siete cumpleaños». Ken Liu).
«Colapso», de Kameron Hurley, es un relato de supervivencia al más puro estilo Jack London: agónico, desesperanzado, helador y difícil de leer. Me gustó más de lo que esperaba, sobre todo por la forma: la brusquedad y la frialdad que Hurley utiliza para contar la historia, que convierten la lectura en algo casi mecánico, me parecen una decisión estupenda. Cambia de nuevo el tono con «One Hit», de Josué Ramos, un relato en forma de entrevista radiofónica que examina qué ocurre con el ser humano y la fama. Interesante y extremo en algunos de sus planteamientos, funciona también muy bien gracias a la decisión de prescindir del narrador y eliminar todo atisbo de voz externa a los personajes.
Después está «Movimiento», de Nancy Fulda, que no consiguió interesarme del todo. Me pareció curioso en la expresión lingüística del planteamiento, pero no termina de pasar de ahí en ningún momento. «Tableaux vivants», de Elaine Vilar Madruga, es un relato desagradabilísimo, oscuro y terrorífico que plantea una de las tramas más horrorosas de los dos libros pero que, al mismo tiempo, es fantástico en su forma de sorprender al lector y de manejar la información de un modo impecable. «Felicidad ®» de Bandinnelli cae, en mi opinión, en uno de los errores habituales de los relatos demasiado largos: presenta un proyecto demasiado ambicioso que termina por no poder abarcar. Se torna ligeramente confuso, poco flexible, efectista en ocasiones. Una pena, porque el planteamiento me resultó curioso.
«Protocolos de desconexión», de Andrea Prieto, es también una suerte de distopía, pero que funciona mejor. Tal vez porque me interesaban más los temas, me resultó muy dinámica y fresca, tanto en la estructura formal como en la trama presentada. Termino, y cierro la segunda antología, con «Ciudad nómada, rebaño miseria» de Pablo Loperena. Vayan por delante dos cosas: una, creo que incluir novelas cortas en un libro de relatos no es una decisión coherente porque las estrategias de lectura son completamente distintas; dos, pese a tratarse de ciencia ficción, el texto de Loperena tiene un tono y una imaginería muy propias de la fantasía. Sin embargo, me gustó. Es muy visual, muy extraña, muy desagradable en ocasiones y muy entretenida; sí es verdad que todas esas similitudes con los sistemas de la fantasía épica (por así decirlo) me resultaron un poco fatigosas, pero por otro lado es una lectura interesante que, creo, es una buena forma de terminar el libro.
Ya estamos llegando al final, ¿seguís con Libros Prohibidos? ¿Estáis vivos? Bien, me alegro. Queda confirmaros que se trata de un proyecto potente, con grandes textos y grandes voces, sólido e interesante. Merece la pena para conocer o recordar algunos nombres y quedarse con ellos (por poner un ejemplo, yo me he anotado a Ken Liu o a Hurley, entre otros, para leer más de sus ficciones). Dadle un tiento.