Mónica Ojeda: Las voladoras

Año: 2020
Editorial: Páginas de espuma
Género: Libro de relatos (terror)

Considerada una de las más poderosas novelistas latinoamericanas actuales, la ecuatoriana Mónica Ojeda volvió a sacudir la literatura en 2020 con la publicación de Las voladoras, por la editorial madrileña Páginas de Espuma. A día de hoy, el libro va por su tercera edición, y esto no deja de sorprender puesto que se trata de una colección de relatos de horror; dos nociones ―que sean relatos y que pertenezcan, stricto sensu, al género del terror― que al mercado general del libro parecen provocar urticaria.

No obstante, la aparición de Las voladoras no es una anomalía en el corpus bibliográfico de la autora, que cuenta con las novelas La desfiguración Silva (2014), Nefando (2016) y Mandíbula (2018), además de los poemarios El ciclo de las piedras (2015) e Historia de la leche (2020); más bien, resulta una síntesis de su obra completa; una coagulación, si se quiere hablar una lengua más cercana a la del libro. Con esto no se insinúa que la última entrega de Ojeda se parezca a textos anteriores o que repita ciertos rasgos a manera de fórmulas de probada efectividad; porque, sin lugar a dudas, Las voladoras es un libro totalmente distinto y conforma un universo independiente en el mapa de la escritura de su autora. Sin embargo, con él podríamos hablar ya de la existencia de una poética bien definida en la literatura de Mónica Ojeda.

Las voladoras vuelve sobre las apetencias inconfesables, los oscuros secretos familiares, los rituales perversos y el dolor; pero se aleja de los paisajes urbanos y capitalinos para encarnar lo que se ha venido denominando «gótico andino» o más ampliamente «gótico latinoamericano»; una tipología literaria que han practicado varias autoras y autores contemporáneos, como Giovanna Rivero, Cynthia A. Matayoshi o Mariana Enríquez. Los cuentos de esta colección incorporan paisajes, ritos y, en general, una cosmogonía andina. Apelan a un orden de cosas no necesariamente occidental, a un mundo atávico, que solo puede ser explicado a través de la poesía o el silencio, y que emerge, entonces, entre los espacios de indeterminación que deja el texto.

La reescritura de leyendas andinas

Varios de los relatos del libro giran entorno a elementos fantásticos o estos elementos irrumpen en la cotidianidad y la trastocan para siempre. Ojeda toma leyendas andinas y las resignifica; y ahí donde antes había brujas, mujeres de espíritu malvado y vengativo, alcahuetas o pactos demoníacos; ahora leemos lucha, búsqueda de justicia, advertencia de abusos, consuelo. «Cabeza voladora», uno de los relatos más impactantes de la colección, aprovecha el mito de las Umas, muy arraigado en el folclore peruano, que habla de la existencia de cabezas capaces de separarse de su cuerpo para atormentar a los viajeros. A pesar de que pueden existir Umas varones y mujeres, está más extendido que estas cabezas sean femeninas y que tengan especial predilección por acechar a hombres jóvenes. El relato de Ojeda narra un feminicido de un padre hacia su hija; las Umas y su ritual «brujeril» del desprendimiento de su propia cabeza despliega un entramado simbólico alrededor de la violencia de género y estas pasan a ser un aquelarre que pretende devolver algo del equilibrio perdido en un mundo, cuyos actos más atroces no provienen de hechos sobrenaturales, sino de la violencia normalizada.

Lo cotidiano le parecía un animal muerto e imposible de resucitar. Por eso desobedeció los consejos de sus amigos muy pronto: encendió la televisión, abrió el periódico, entró en la redes sociales. Allí la gente hablaba de la brutal decapitación de una chica de diecisiete años, de cómo la había matado su padre, un hombre de sesenta y reputado oncólogo […]; de la llegada de la policía; del modo en que el doctor se entregó, sin oponer resistencia, tomando una taza de té.

El relato que da título al libro toma una leyenda ecuatoriana que se ha convertido en una seña de identidad para la región de Mira. Las voladoras son una especie de brujas o hechiceras, pero estas no vuelan con escoba, sino a través de ungüentos mágicos que se untan en las axilas. Según la tradición oral, son mujeres que llevan y traen noticias de cualquier lugar del mundo, de forma inmediata, y utilizan hechizos para ocultar romances con hombres casados. En el relato de Ojeda la figura de las voladoras es tratada de una manera más espeluznante; muta hacia una criatura con pelaje y de un solo ojo, que altera con su presencia la naturaleza circundante. Se narra la historia de la relación de una voladora con una familia, formada por un padre, una madre y su hija; una relación que pasa por el deseo y el desprecio, por el rechazo y finalmente, la aceptación de una naturaleza distinta e indómita.

¿Bajar la voz? ¿Por qué tendría que hacerlo? Si uno murmura es porque teme o porque se avergüenza, pero yo no temo. No me avergüenzo. Son los otros los que sienten que tengo que bajar la voz, achicarla, convertirla en un topo que desciende, que avanza hacia abajo cuando lo que quiero es ir hacia arriba, ¿sabe?, como una nube.

Niñas que se rebelan

La autora ha dicho en entrevistas que uno de los aspectos que le interesaba explorar con este libro era la infancia como lugar primero del trauma y para ello se vale de los personajes de niñas que intentan comprender la violencia que se les impone y terminan adueñándose o inventando un lenguaje propio para comunicarse con la realidad. En Las voladoras hay un subconjunto de relatos que nos devuelven a zonas familiares de la narrativa de Mónica Ojeda, que hablan del incesto, de recuerdos reprimidos, de dolores inescrutables y lejanos; pero también de venganzas que son ajusticiamientos y de aprendizajes y compasión.

«Sangre coagulada», uno de mis favoritos, se centra en una peculiar niña y su abuela ―quien se dedica a realizar abortos clandestinos y es despreciada por su comunidad, a la que, al mismo tiempo, les es imprescindible―. La fascinación por la sangre que siente la niña, el paulatino recuento de su horrible historia, la relación entre ambas mujeres convierte a este texto en un relato entrañable, no exento de ese punto retorcido y siniestro que caracteriza a la narrativa de la autora.

A veces me corto y eso está mal. Eso está enfermo. La primera vez que lo hice se me hincharon las mejillas y mojé mis calzones. Cortarse es difícil, caerse duele mucho, pero cuando mi carne se abre veo agua de corazón y tiemblo. Yo sé que ese líquido que brota de mí es sucio y transparente. Sé que me hace frotarme donde no debo y que crece cuando me hago cortes en las piernas y en los pies.
Hace tiempo vi con mami una peli de vampiros y me sentí vampiro, solo que a mí sí me gusta el sol.

En «Slasher», el cuento de las gemelas ruidistas, se explora el miedo y el dolor a través del sonido o de la falta de él. Recuerda en varios aspectos este relato al horror blanco de Mandíbula: las apetencias incomprensibles e inconfesables de la pubertad, los traumas de la infancia que se trasmutan en maldad y sed de venganza contra todo aquello que no sea de la misma naturaleza que las protagonistas; y esto es, contra el resto del mundo.

Durante años Bárbara intentó asustar a su hermana, devolverle los terrores regalados en la niñez, unirla a ella en el espanto, pero a veces creía que el miedo era algo que habitaba en los sonidos y que Paula, completamente muda y sorda, existía por fuera de ese sentimiento.

Las voladoras es un libro pequeño que contiene en sí universos amplísimos, que se expanden con cada relectura. Es poético, conciso, insólito y totalmente memorable. Con él confirmamos que Mónica Ojeda ha concebido no solo algunas de las novelas más inquietantes y únicas de las últimas décadas, escritas originalmente en español; sino que también es una cuentista muy eficaz y, en definitiva, una escritora a la que hay que prestar atención en cualquiera de los formatos que se apreste a utilizar para construir sus mundos fantásticos.

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Foto de Andrés Medina en Unsplash