Año: 2015
Editorial: Triskel Ediciones
Género: Ciencia Ficción
Valoración: Recomendable
Hace cosa de un mes, los chicos de Triskel me ofrecieron hacer de maestro de ceremonias en la presentación de una de sus novedades en Madrid. Para ello me enviaron un ejemplar del libro en cuestión, Hela. Como ya os podéis imaginar, acepté encantado, y aquí está la prueba de ello, en forma de reseña. Por cierto, que la presentación tendrá lugar hoy 18 de mayo.
Hela es una novela de ciencia ficción (vaya sorpresón, ¿eh, Triskel Ediciones?) cuya acción transcurre en un futuro cercano donde los países del norte de Europa han formado una superpotencia hegemónica llamada la Unión Escandinava. Köil, como la mayor parte de los habitantes de este coloso, se debate entre la supervivencia alcohólica y el suicidio. Entonces conoce a Leylah, una misteriosa chica lapona que le abrirá las puertas de una realidad mágica y mitológica tan antigua como el mismo mundo.
Si un adjetivo se me viene a la cabeza después de haber leído este libro, ese es complicado, ya sea a la hora de leerlo como de reseñarlo. Si esto es negativo o no es algo que, a continuación, trataré de desentrañar.
Seguramente ya hayan oído hablar de la expresión “llevar de la manita”, incluso aquí mismo la hemos usado a veces. Pues bien, lo que hace José Ángel Conde en Hela es justo lo opuesto a llevar de la manita. Está en las antípodas, de hecho. La narración se asemeja a una ventisca, una tormenta de nieve donde el hilo argumental fluye como los rápidos de un río joven: rápido, violento a veces, dejando una fuerte sensación onírica en el lector. El lenguaje es descriptivo pero sólo a trozos, creando un ambiente de claroscuros donde, más que fácil, es casi obligatorio perderse. También es común perderse en los detalles, en las situaciones, y entre la imposible mezcla de palabras y conceptos. Esto, que viene siendo una de las principales pesadillas de cualquier lector, es un efecto pretendido, perseguido y más que conseguido por el autor, quien incluso parece sentirse más y más cómodo conforme la lectura avanza.
El resultado es una lectura extraña, muy complicada de describir, incómoda, que obliga a leer siempre con la guardia en alto y que, por chocante que parezca, alimenta el deseo de seguir adelante. A estas ganas de que el lector se pierda para después volver a encontrarse las he denominado, con todo el cariño, masoquismo literario. Sin duda, y no sin razón, habrá muchos que no soporten este planteamiento tan arriesgado, pero adentrarse en las profundidades de este libro es un viaje, más que eso, una aventura de impredecibles consecuencias. Y es que incluso me pregunto si nos encontramos ante una novela propiamente dicha, o si se trata una cosa nueva que quiere reinventar el género (o llevárselo por delante). Sea como fuere, chapeau por mi parte.
La pena, en mi opinión, es que Hela tarda demasiado en alcanzar el clímax. Si bien es cierto que el ritmo es alto y constante desde el principio (muy bueno, por cierto), creo que se entretiene demasiado en la relación del protagonista con Leylah. Además, parece que el autor fue poseído por el mismo espíritu salidorro que poseyó a Houellebecq en Las partículas elementales, y mete porno a punta pala. Me temo que ambos factores pueden hacer desertar a algunos lectores, especialmente a los menos audaces. Los que se queden, tendrán su recompensa.
En suma, Hela es una novela valiente, original, bien escrita, rara de cojones, que supone un poderoso reto aun para el lector más curtido. Tal vez no se la recomendaría a mi madre, pero sí a todos ustedes, queridos míos.