La conjura de los necios — John Kennedy Toole

Título original: A confederacy of dunces
Idioma original: Inglés
Año: 1980
Editorial: Anagrama
Género: Novela
Valoración: Muy recomendable
Posiblemente, una de las cosas más desconcertantes que le puedan ocurrir a una persona que, como yo, lleva mal las sorpresas, es que le sorprendan para bien. Exactamente eso fue lo que me ocurrió con La conjura de los necios, un libro del que, hasta hace un mes, sólo me sonaba vagamente el título. Qué torpeza había sido desconocer su existencia, y qué error hubiera sido no leerlo.
Para aquellos que estéis en una inopia semejante a la mía, os cuento de qué va esta maravilla escrita por el norteamericano John Kennedy Toole. La conjura de los necios relata las estrambóticas vivencias de un personaje único, Ignatius J. Reilly, durante las semanas en las que, para pagar unas deudas contraídas por su madre, se ve obligado a trabajar por primera vez en su vida. Ignatius, un «joven» de 32 años de la Nueva Orleans de los 60, que aún vive en casa con mamá –a la que culpa de todo–, afronta la vida con una peculiar filosofía regida por la decencia y el buen gusto, la teología y la geometría.
Este personaje, que John Kennedy Toole tuvo el detalle de legar a la humanidad, es una de las criaturas más curiosas que se puedan encontrar encerradas en unas páginas de papel. Ignatius odia con todas sus fuerzas el mundo moderno donde se ve obligado a vivir, y echa de menos el orden y la decencia de la Edad Media. Grotescamente obeso, vestido estrafalariamente con un gorro de cazador verde y una camisa de leñador –según él, un atuendo aceptable que sugiere una rica vida interior–, nuestro –¿anti?, ¿super?– héroe es una perfecta mezcla entre Don Quijote y Homer Simpson. Como tal, aúna en sí una serie de cualidades delirantes que hacen de cada escena un delicioso disparate destinado a arrancar sonrisas hasta al lector más apático. De hecho, no recuerdo haberme reído tanto desde la genial Sin noticias de Gurb, y tal vez Una comedia canalla.
Pero Ignatius J. Reilly no es el único personaje memorable que Toole nos regala en esta obra genial. La tropa que ayuda a dar forma a esta rocambolesca historia está compuesta por tipos como el patrullero Mancuso –policía castigado a vigilar las calles disfrazado de forma ridícula hasta que consiga arrestar a alguien–, la señorita Trixie –secretaria octogenaria obligada a seguir trabajando «por su bien» y que insiste en llamar a Ignatius Gloria–, Myrna Minkoff –novia y némesis del protagonista–, y sobre todo, Jones –personaje de gran comicidad que, como el propio prologuista indica, no tiene ni rastro de caricatura racista–. Sobre Jones me gustaría tener una palabras, ya que, en un principio, parte de su gracia estribaba en cómo quedaba reflejada la particular forma de hablar de los negros de Nueva Orleans. Al perderse esto con el cambio del inglés al español, los traductores de la edición de Anagrama tuvieron la genial idea de darle un acento pseudo-andaluz que queda muy, pero que muy cutre.

No sólo los personajes de esta novela son dignos de mención. Las situaciones son geniales, incluso aquellas que en principio pudieran resultar más normales. Para ello cuenta con unos diálogos impresionantes, capaces de sacar punta a cualquier momento, deleitando al lector con chistes contundentes, y muchos otros no tan obvios. De la mano de estas gracias, hay que destacar las críticas entrelíneas a la sociedad americana que Toole desliza con maestría, y que, de nuevo, nos llevan a la inevitable comparación con los posterioresLos Simpsons.

Como colofón, y aunque es evidente que nos encontramos frente a una comedia con mayúsculas, La conjura de los necios no se conforma con hacer reír, sino que sobresale como novela en sí. La trama, que en un principio parece que es lo de menos, o que es una mera excusa para narrarnos las desventuras de Ignatius, sigue un orden perfectamente preestablecido y que, con el transcurso de los capítulos, va ganando más y más sentido. Al final, y aunque a mitad del libro pueda parecer imposible, todos los cabos quedan atados en una conjunción astral única.

En fin, una lectura obligatoria más. Y van…