Una comedia canalla — Iván Repila

 

Año: 2014
Editorial: Libros del silencio
Género: Novela/humor
Valoración: Recomendable

Aquí tenemos la primera y orgullosa reseña de este blog. Los que me conocen ya saben de la debilidad que despierta en mí esta novela, la primera de mi amigo Iván Repila, pero es un ejemplo perfecto para dar el pistolazo de salida a Libros Prohibidos. También sirve de homenaje a la reciente y tristemente desaparecida editorial Libros del Silencio.

Vayamos a lo que ahora nos interesa. El libro cuenta la historia de tres amigos que, hartos de empleos sin futuro y una vida más bien tediosa, deciden darle el palo a sus respectivos jefes, darse a la huida, e invertir el dinero en un negocio definitivo que les haga vivir la gran vida. Hasta ahí todo bien, sólo que el plan no está tan elaborado como sería deseable. Vamos, que no hay plan. El ingente consumo de ron (del bueno) y marihuana no ayuda en absoluto:

«—He tenido una idea brutal.

Silencio. Atención general. Jim como un chamán, los demás a su alrededor.

—Compramos semillas de marihuana en cantidades industriales. Alquilamos una casa en el 

monte para plantarlas. Nos dedicamos a la jardinería durante varios meses. Recogemos 

toneladas de marihuana. La vendemos al por mayor. Una sola baza. Una única transacción 

millonaria. Desaparecemos para siempre. 

Silencio.

Era una idea de puta pena, pero estaba calando. Seguramente por el estado semicomatoso de 

todos ellos. 

—¿Sabemos algo de plantar marihuana? —preguntó Jack.

—Yo sí —respondió John.

—¿Y conocemos a algún mayorista?

—Tal vez —respondió Wilson.

—¿Y si nos pillan el jardín?

—Lo normal: decimos que es para consumo propio.

—Entonces…

Exacto: tenían un plan

Huyendo de spoilers, el desenlace no puede dejar de ser absolutamente disparatado. En realidad no hay ni una línea en el libro que deje en un solo momento de ser disparatada. ¿Y funciona? Ya lo creo, pues lo que en un principio parece ser una rápida y tontorrona ojeada, termina convirtiéndose en una sentada lectora en toda regla (de las de sillón, café/té, gato de angora, y manta en los pies). Cuando quieres darte cuenta, ya vas por la mitad. Iván Repila consigue este efecto usando varios sistemas (o trucos literarios) con una asombrosa maestría para un autor novel, destacando dos por encima de los demás.

El primero es que crea toda una legión de personajes que rodea al trio protagonista y que interactúa con ellos en mayor o menor medida. Se caracterizan, o bien por ser demasiado estúpidos, o demasiado malvados, o por tener un problema psiquiátrico severo, o por una extraña mezcla de todo ello. Así, las situaciones resultantes suelen oscilar entre impredecibles, muy impredecibles, y tío-pero-cómo-coño-se-te-ha-ido-la-puta-olla-de-esta-manera, pero siempre terminan con una sonrisa en la cara del lector, y una tentación inmensa de empezar a leer el siguiente capítulo (aviso a quienes suelan dejar comida en el horno mientras leen).

El segundo, y en mi opinión más importante, es el ritmo. Es tremendamente destacable, y algo que no he visto realizado ni en mi bienamada “Sin noticias de Gurb”, que desde la primera línea hasta la última, el ritmo es siempre altísimo y sostenido. Ni siquiera una vez que todos los personajes están ya presentados y sus motivaciones establecidas, ni siquiera en esos típicos momentos valle (ideales para muchos escritores de best-sellers que venden libros al peso), ni cuando los protagonistas no tienen ni idea de qué hacer y se ponen a fumar hierba a ver qué tal. Nunca. Más al contrario, el ritmo se mantiene en todo momento, persistiendo también esa sonrisa en tu cara.

Por lo tanto, tenemos ante nosotros uno de esos libros que posiblemente no pasen a la historia de la literatura como un clásico imprescindible, sino uno cuyo único motivo para existir es alegrar a aquel afortunado que lo tenga entre sus manos un par de tardes, aproximadamente. Misión cumplida.