Año: 2018
Editorial: Dilatando mentes
Género: Novela (terror)
Obra perteneciente a la sección oficial de los Premios Guillermo de Baskerville 2019
Cuando el diablo se aburre es la quinta novela escrita por Ignacio Cid Hermoso, a cuya producción literaria debemos añadir varias novelas cortas, libros de relatos y participaciones en antologías y certámenes de diversa índole. Se trata de una obra a caballo entre el thriller policiaco y la literatura de terror que consigue captar la atención del lector desde la primera página y mantiene el interés por proseguir la lectura a lo largo de todo el texto.
El diablo está en Durango
Tras una breve introducción retrospectiva que narra el encuentro de dos agentes de la Guardia Civil con el principal sospechoso de un salvaje crimen múltiple investigado en los años 90 en Durango, la acción principal se sitúa en el año 2013 donde se nos presenta al protagonista, Ezequiel Antúnez, un escritor de relativo éxito afincado en Madrid que compone novelas de fantasía erótica tras un seudónimo femenino y que está obsesionado con la matanza de Durango. Piensa que al desentrañar la verdad acerca de los asesinatos mencionados en la introducción alcanzará el éxito comercial y el reconocimiento público. Decidido a documentarse, emprende un viaje a Durango en el que la reconstrucción del pasado y las vicisitudes del presente irán conformando un thriller angustioso y de difícil resolución.
Si bien gran parte de la acción se despliega alrededor del trabajo de investigación desarrollado por Ezequiel, conviene mencionar que Cuando el diablo se aburre se subdivide en una doble línea temporal: la principal narra el viaje del escritor y se concentra en apenas una semana; la secundaria, pese a que que no debe abarcar más de una décima parte de la extensión total de la obra, cronológicamente se prolonga desde comienzos de la Guerra Civil española hasta mediados de los 90, y cumple una función determinante en el desenlace.
Resulta muy destacable el ritmo narrativo de Cuando el diablo se aburre. Este, combinado con una prosa cuidada y elegante, genera un efecto de bestseller que incita a seguir leyendo. Eso sin traicionar el valor estético. Cid Hermoso construye una obra vertiginosa, ágil y dinámica, capaz de introducir al lector en el ambiente de lo que se está narrando y de hacerle partícipe de las vivencias del protagonista.
A lo cual contribuye sin duda el desarrollo de una trama enrevesada y morbosa, que aglutina, en un primer nivel de lectura, todos los ingredientes de cualquier serie o largometraje policiaco de éxito: Cuando el diablo se aburre presenta un crimen sin resolver, incorpora imágenes violentas y elementos sexuales aberrantes, da pistas, añade una suerte de conspiración general, distingue entre buenos y malos e hilvana todos esos conceptos de manera tal que no podamos parar de leer hasta conocer el desenlace. De nuevo, lo más destacable en todo ello es la capacidad de Cid Hermoso de atrapar al lector y sumergirle en la obra.
Fue entonces cuando Ezequiel confirmó que esa grabación no era ninguna película. Tampoco una broma o un montaje. Aquellos gritos cristalizaban en los oídos. Había realidad desnuda, con cuernos, angustia animal. De repente, un puñetazo directo a la nariz. La cinética enfermiza de un puño prodigioso contra la frágil estética de lo pueril. Un golpe de macho cérvido que rompía en mil pedazos el concepto de lo indefenso y lo femenino. Y la estructura nasal que estallaba en pedazos. Dientes partidos. La niña ahogándose con su propia sangre y los trocitos de hueso rotos.
Thriller de género y reflexiones morales
Cuando el diablo se aburre puede acoger diversas etiquetas. De manera más o menos explícita, a lo largo de toda la obra flota la sensación de que la introducción de elementos paranormales resultaría legítima, pero no necesaria. Podría catalogarse como literatura de terror apelando a distintos elementos de lo narrado, aunque también incorpora aspectos característicos de la novela negra más clásica. Lo más apropiado sería catalogarla como un thriller: el peso fundamental de la obra se sostiene en el proceso investigador de Ezequiel, y los elementos de género se añaden la mayoría de veces para potenciar las impresiones personales del protagonista. En ese sentido, lo principal de la trama detectivesca podría seguirse sin necesidad de vínculos con lo ultraterreno o con fuerzas sobrenaturales. Sin embargo, la propia complejidad argumental provocará que estos elementos fantásticos terminen operando como deux ex machina para hilvanar algunos cabos sueltos, lo cual resta un punto de credibilidad al desarrollo de Cuando el diablo se aburre, aunque introduce también, de manera velada, una reflexión ética acerca de la justificación del mal en el mundo.
Porque bajo el nivel de lectura más explícito, centrado en los crímenes de Durango y las desventuras de Ezequiel, y enlazado tanto con esas secuencias de violencia extrema como con las remisiones puntuales a elementos fantásticos, Cuando el diablo se aburre introduce un debate filosófico acerca de la legitimación del mal. En ese sentido merece la pena destacar la acertadísima introducción a la obra de Carlos Alberto Gavilán Montero, y la aún más acertada referencia a Chesterton. El tratamiento de la violencia no es gratuito ni se reduce a lo estético, y plantea numerosos interrogantes a los que se responde a medias. La novela aborda desde distintos puntos de vista la impunidad del poder o la capacidad humana de infringir dolor, y la apelación a lo paranormal como respuesta parece sugerir que no tenemos respuesta alguna. Solo recurriendo a la encarnación del mal en cuanto tal podríamos procesar lo que de otra manera nos parecería irrealizable, pero que, de hecho, ocurre. En esa línea, también resulta muy esclarecedor el paralelismo que establece José Ángel de Dios en el epílogo entre la ficción de Cuando el diablo se aburre y la realidad de los crímenes de Alcàsser, a los que podríamos añadir numerosos casos reales de terribles sucesos que ocurren en todo el mundo día a día, y que tristemente no difieren mucho de lo narrado en la novela.
Para cuando cogió una sierra mecánica y comenzó a aplicarla sobre su abdomen, el policía de la corbata se encendió un cigarrillo y le sonrió. No quiso mirar, pero tampoco pudo evitarlo. Había algo hipnótico en saber que aquel contenido intestinal que salía de ese agujero pronto se mezclaría con el suyo propio, la belleza cruda de las vísceras hermanas. El olor. Aquel hedor que a través del vídeo ya había intuido, pero que allí era un arrebato pituitario. Un olor a hueso quemado que también formaba parte del timbre de aquella voz. El gemido de Dios mientras yacía desnudo en brazos de la Parca.