Katherine Addison: El emperador goblin

El emperador goblin. Libros Prohibidos

Título original: The Goblin Emperor
Idioma original:
Inglés
Año: 
2014
Editorial: Alethé (2018)
Género:
 Novela (Fantasía)
Traductor: Juan Pascual Martínez Fernández

El goblin que no quería gobernar

No sé si serán cosas mías, a lo mejor es eso, pero estoy notando en los últimos tiempos una proliferación de obras ambientadas —o inspiradas— en el mundo feérico. El de las hadas, vamos. Elfos, goblins, trols, gnomos… esos seres de las mitologías nórdicas, célticas y centroeuropeas que tradicionalmente venían asociándose con la literatura infantil y que no; que también tienen su sitio entre los libros destinados para adultos. Y El emperador goblin, libro de la estadounidense Katherine Addison que procedo a reseñar aquí, es una nueva muestra de ello.

Maia, el hijo menor y mitad goblin del emperador, ha pasado toda su vida en el exilio, lejos de la corte imperial y de las mortíferas intrigas que la envuelven. Sin embargo, cuando su padre y sus tres hermanos sucesores al trono mueren en un «accidente», no le queda más remedio que aceptar su cargo de único heredero legítimo. Carece por completo de formación en la política de la corte, además de no tener amigos ni consejeros, pero sí alberga la certeza de que quien quiera que asesinara a su padre y a sus hermanos podría intentarlo con él en cualquier momento. Rodeado de aduladores ansiosos por conseguir el favor del nuevo e ingenuo emperador, y abrumado por las responsabilidades de su nueva vida, Maia no puede confiar en nadie. En mitad del torbellino de tramas para deponerlo, ofertas de matrimonios concertados y el espectro de los conspiradores desconocidos que acechan en la sombra, debe adaptarse rápidamente a su vida como Emperador Goblin. Todo ese camino lo va recorriendo solo, a la búsqueda de al menos un amigo, y con la esperanza también de vivir una historia de amor, aunque siempre en guardia frente a los enemigos ocultos que lo amenazan, por miedo a perder el trono… o la vida.

Empecemos con un poco de brutal sinceridad: la trama de El emperador goblin la hemos visto, unidad arriba, unidad abajo, unas ocho millones de veces en literatura, así como en cine, televisión, cómic, videojuegos y hasta en la vida real, esa cosa molesta que termina superando a la ficción. Va de que un joven más o menos alejado de la corte recibe, de forma súbita y totalmente inesperada, el acceso al poder. Todos los sucesores mueren de golpe y él —suele ser «él», sí— no quiere ese poder ni esa responsabilidad. Y ahí tenemos el conflicto principal, tan potente, paradójico y repetido a lo largo de la Historia, que lo tenemos hasta en la sopa. La diferencia aquí es que, en lugar de romanos o miembros de la corte inglesa, tenemos seres feéricos en un mundo mágico donde no hay ni una mención al nuestro. Es la única diferencia, y cuando digo esto, es en serio y con todas sus consecuencias, como desarrollo en el siguiente párrafo.

El realismo con el que trata Addison la historia nos hace pensar en un título más, en principio, sofisticado. Cuesta pensar que los protagonistas son elfos o goblins, y solo porque la autora nos recuerda de vez en cuando que estos tienen las orejas puntiagudas somos conscientes de que estamos leyendo fantasía y no Historia real. La vida de la corte, el protocolo, las formas, la soledad del gobernante pese a no estar nunca solo, las obligaciones, los ritos; y también los cuchicheos, los dobles sentidos, las puyas, los tira y aflojas, las tensiones, las traiciones, las ambiciones desmedidas de los nobles… El emperador goblin. Castillo. Libros ProhibidosEl efecto realista está tan conseguido que me parece un ejemplo a seguir por todos aquellos escritores que pretendan mostrar cómo actúan los reyes y su séquito. Hay mucho que aprender aquí.

Claro, una de las ventajas de este tipo de historias es que resulta casi imposible no sentir empatía por el pobre —aunque rico y poderoso; la siempre útil paradoja— protagonista. En El emperador goblin, comprendemos muy bien el dolor, la incomprensión y los permanentes sentimientos de soledad y abandono que sufre «Su Serenidad», título honorífico y exclusivo del máximo gobernante. De modo que un ser semidivino como un emperador, se convierte aquí en alguien accesible y, por qué no, susceptible de ser querido. La autora se cuida muy mucho a la hora de separar a Maia, la persona que preferiría estar en cualquier otro lugar, de Edrehasivar VII, el personaje que todos aclaman y que pasará a la Historia. Alimenta esa dualidad y la mantiene hasta el final. Y acierta de lleno con ello.

—No nos diréis lo que podemos y no podemos hacer, Chavar —lo cortó Maia. El silencio se llenó de consternación, con una estancia llena de hombres que, de repente, estaban temerosos de moverse. Maia continuó, en voz baja, pero obstinada—. Confío en ellos.

Cuidado con los pantanos del imperio élfico

Cuando hablamos de novela que fue la ganadora del premio Locus y también estuvo nominada a los Hugo, Nebula y World Fantasy Award, lo normal es esperar lo más de lo más. Sin embargo, al menos en mi caso, no he encontrado esa excelencia. Y es que creo que el libro pierde gas, que después de 200 páginas iniciales muy buenas se desinfla y comienza una inconveniente travesía del desierto. Un desierto que, por cierto, la propia obra se encarga de crear y alimentar. La presentación es magnífica, te cuenta con gran ritmo y acierto todo lo positivo que ya comenté al principio de la reseña, pero luego la trama no avanza con la misma soltura y lo que va ocurriendo empieza a sonar repetitivo, a viciado, a caduco. Tampoco ayuda que todos los cambios importantes que sufre Maia tienen lugar al principio y que luego apenas evolucione, cosa que hubiera resultado más emocionante.

Por otro lado, El emperador goblin acentúa esta tendencia a liarse con sus propios recursos con tanto —tantísimo— nombre. Es de estas obras que requiere anexos —dos en este caso— al final para que uno se entere de qué diablos se está hablando. Entiendo que parte de la gracia de esto es decirle al lector que, en realidad, lo importante no es toda la pompa y el boato que rodean la vida del emperador, sino los sentimientos de este. Que los focos nunca dejan de estar en una persona que es de carne y hueso como tú y como yo. Bien. Pero resulta que 600 páginas donde todos los conceptos son diferentes a lo que conocemos a lo mejor se hacen demasiadas. Para mí definitivamente lo fueron.

El más oscuro de los dos se llamaba Esret, y su compañero Teia. Ambos eran del norte de Barizhan, donde el matrimonio entre elfos y goblins era cada vez más común. Eran los hijos de avarsin menores, adoptados por la casa del gran Avar como signo de lealtad. Y, pensó Maia, un seguro contra la traición. Esret había estado en la Corte Untheileneise durante dos años, Teia apenas seis meses. Los dos la preferían al Corat’Dav Arhos, el enorme palacio semisubterráneo del gran Avar.

Soy consciente de que resaltar esto al final del post puede dejar un mal regusto, pero creo justo reflejar aquí las dificultades que he experimentado con este libro. Pese a ello, mi impresión general es que se trata de una buena novela con grandes puntos de interés. La lectura no avanza todo lo rápido que a uno le gustaría —sobre todo después de ver lo bien que va en sus compases iniciales—, pero es cercana y bastante original, cosa nada despreciable dada una temática tan sobada.

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Foto: Tim Rebkavets. Unsplash