Título completo: Iridiscencia. Antología de fantasía, ciencia ficción y terror
Año: 2018
Coordinación: La Maldición del Escritor
Género: Libro de relatos (Fantasía, Ciencia ficción, Terror)
Obra perteneciente a la sección oficial de los Premios Guillermo de Baskerville 2019
Género pintado de arcoíris
La literatura independiente es el lugar idóneo para que iniciativas contraculturales tengan lugar. Claro ejemplo de esto es la antología Iridiscencia, que la página web La Maldición del Escritor convocó este año: se pedían relatos de género con representación LGBT+, pero no de cualquier forma. Dejo que se expliquen por su cuenta:
Queríamos una antología llena de historias de género con personajes LGBT+ donde esa condición no importase en absoluto en la historia, no fuese un descubrimiento importante o un punto de inflexión que se pudiese considerar «spoiler». Para luchar contra la cisheteronorma, contra el «gays desde el principio» y el «tiene que estar justificado». Porque a los personajes fuera del colectivo no se les exige evidenciarlo desde el principio (ya que se piensa por defecto) y no necesitan justificaciones para existir. (del prólogo de M. P. Moles)
Así pues, el resultado es un conjunto coherente, sólido, que toca muchos ámbitos de los tres géneros que abarca y en el que la representación está por todas partes, pero con una naturalidad despampanante y poco habitual para el común de los lectores. No solo estamos hablando de representación arcoíris, sino que la antología supone un despliegue imaginativo en el que aparecen muchas más culturas y etnias de lo canónico y habitual. Si os parece, hablamos un poco de cada uno de los relatos: hay cinco por género. Quince en total. Comencemos.
Licántropos, grimorios, brujería y transmutación
Iridiscencia se abre con los cinco textos de fantasía; más en concreto, con «Loba de pueblo», de Nahikari Diosdado, una decisión muy acertada. De ambientación rural (podría aparecer en No son molinos), como una suerte de rural fantasy, es un relato de licantropía entretenido, dinámico y angustioso a ratos que utiliza la fantasía para explorar la relación del pasado entre dos mujeres que se reencuentran. Después está «Las hadas existen», de Víctor Guez: reconozco que disfruté menos por falta de conexión con los motivos fantásticos que emplea, pero precisamente estos motivos están empleados con mucha solidez. Y el final es muy bonito, qué queréis que os diga.
Seguimos con el «Diablo Gris» de Ana Morán Infiesta, un siniestro y oscuro cuento muy disfrutable, hermoso e interesante, una revisión de la imaginería western que narra el enfrentamiento con un mal terrible. Parte de un planteamiento muy ambicioso, pero la ejecución es solvente. Después tenemos el que es para mí el más completo de esta primera parte: «Al-Jinn», de Ana Roux, la angustiosa respuesta a la pregunta «¿hasta dónde estarías dispuesta a llegar por alguien a quien amas?». Es una historia de ambientación árabe preciosa, bien narrada, intrigante y que apela a unos entes fantásticos enigmáticos e interesantes. La primera parte la cierra el relato de uno de los organizadores, M. P. Moles, autor también del prólogo: «Sobre caballeros, monstruos y damas en apuros». Se trata de una divertida, ingeniosa y tierna historia, muy linda y al mismo tiempo con una sorprendente epicidad y una cierta rudeza. Genial.
Láseres, gravedad, bots y terraformación
«Polvo» de Carmen Amil, es el relato de ciencia ficción postapocalíptica que da el pistoletazo de salida a este apartado de Iridiscencia. Lo cierto es que este tipo de ambientes no me interesan demasiado y el desarrollo del cuento me resultó algo monótono, aunque el planteamiento sí me llamaba la atención. Sigue el libro con el «Albedrío» de Cristina Carou, que trae cola: complejo, agudo y triste, muy potente. Un grupo de rebeldes que se enfrentan a lo que asumo como una distopía en la que los ciudadanos carecen de libre albedrío. Es una lectura intensa, que abarca mucho pero controla a la perfección todo lo que propone.
Después está «El vacío perpetuo», una historia extrañísima de Fran P. Holland. La primera palabra que se me viene a la cabeza para hablar de este cuento sobre terraformación y transhumanismo es ‘confusión’. Hube de releer algún fragmento y no estoy del todo segura de que funcione como relato por su complejidad, pero desde luego, es un prodigio imaginativo y un salto al vacío muy inteligente. De esta parte mi favorito es el siguiente, «Desconexión», de mi compañera de Libros Prohibidos Laura S. Maquilón: un cuento que llama a la melancolía con una preciosa historia de amor imaginativa y profunda.
Solo tenía una certeza: Celia se había desconectado. Se había ido sin decir adiós. La había dejado tirada en un planeta a miles de sistemas de distancia sin mediar palabra.
Cerramos ya esta parte de Iridiscencia con el «Regreso a casa» de Rafael de la Rosa, otro de los organizadores. Se trata de una historia de reminiscencias clásicas del género, con una puesta en escena trágica y angustiosa y una amenaza ominosa que nunca se sabe de dónde vendrá. Es una creación muy inteligente y con mucha fuerza, además de un ejercicio de tensión excelente.
Lágrimas, gritos, banshees y tumbas
Iridiscencia abre el segmento de terror con la «Música para gatos» de Yolanda Camacho, un texto que, aunque contiene motivos propios del género, yo no calificaría como tal (diría que es fantástico). Es un cuento muy emotivo, dulce e intrigante, pero carece tanto de un fraseo terrorífico como de un desarrollo que se vincule al horror. Por otro lado, «Cuarto millennial», de Irene Morales, me parece una de las propuestas más frescas e innovadoras, tanto en tono como en tema, de la antología. Aunque no soy una gran fan de los textos de corte juvenil, es un cuento divertido y entrañable que no deja de lado la angustia y la incomodidad propias del género.
En «Asedio», de Erik Reemberg, un relato que vira el tono hacia la fantasía, una pareja malvive en una ciudad asediada por seres de la mitología rusa. De nuevo, la falta de interés en determinadas cuestiones genéricas propias de la fantasía me impidió disfrutar del relato del todo. «Te colgaré en mi pared», de Rocío Remesal, es mi favorito de esta parte: es el texto que más se aproxima al terror, bebe del cine de género (en su premisa recuerda a Babadook), es ominoso, asfixiante, el mal se cierne poco a poco sobre el lector. Tremendo. Y ya por último, cerramos Iridiscencia con «Casa encantada… de ayudarte» de mi otra compi de Libros Prohibidos, y organizadora de la antología, Coral Carracedo. Es un relato interesante y opresivo, muy bien trabajado para conseguir que la incomodidad del lector se convierta progresivamente en tensión y luego en asfixia, a medida que se van descubriendo aspectos de la trama. Un cierre estupendo para la antología.
Sí, necesitamos antologías así. Necesitamos este tipo de representación, la que comprende los personajes LGBT+ no como un mero trámite, sino como seres con conflictos más allá de su sexualidad o identidad. Esto Iridiscencia lo cumple con creces: los personajes están, su pertenencia al colectivo se verbaliza sin ambages y los conflictos argumentales y los temas van más allá de esta. El libro se convierte así en una excelente colección de relatos de género a reivindicar, por la calidad de los textos y por la humanidad que desprende la iniciativa. Echadle un ojo.