Título original: The Green Mile
Idioma original: Inglés
Año: 1996
Editorial: Pocket Books Fiction
Género: Novela – Ficción / Suspense
Valoración: Recomendable
Muchos de los que leéis esto probablemente habréis visto la película de F. Darabont, bajo el mismo nombre que en inglés: “La Milla Verde”. Para mí, es una película que marcó mi infancia, y es por eso que, después de haberme leído otros libros de Stephen King como “It”, decidí comprobar cuál era mejor (sí, perdón por mi herejía si he dudado en algún momento). Tal y como prometía, lo es, aunque he de decir que me sorprendió mucho lo fiel que es la adaptación cinematográfica.
La historia se narra de manera realista y en primera persona por el personaje principal Paul Edgecomb. Este, durante los años 90, y ya jubilado, escribe un libro acerca de lo que le pasó en 1932, año en el que dejó de ser el Jefe del Bloque E de la Prisión Estatal de Luisiana, también llamada “Cold Mountain”. En ese bloque en concreto residían los condenados a muerte. Sin embargo, no es un libro escrito por placer, sino más bien por necesidad, puesto que los acontecimientos que se describen no son tan realistas, y es por eso que el Sr. Edgecomb, en cierta manera, no es capaz de vivir tranquilo.
Stephen King nos deja fascinados con pequeñas incógnitas, esta vez en forma de un personaje llamado John Coffey (“like the drink, only not spelled the same”). De primeras, es descrito como alguien sacado de otro mundo, pero uno nunca se imaginaría hasta qué punto está cerca de lo inexplicable. Ha sido condenado a muerte por el secuestro, violación y asesinato de dos niñas gemelas, y se distancia mucho de cualquier otro recluso, algo que el lector irá comprobando poco a poco. Por todo ello, la historia no deja de tener muchos tintes fantasiosos y alucinantes, producidos por lo desconocido, como en la mayoría de las historias de King.
De todas maneras, aun siendo una obra que pretende narrar hechos fantásticos, estoy seguro de que el autor quiere reflexionar sobre la pena de muerte y sobre su verdadera utilidad a la hora de acabar con el “Mal” en los humanos, o más bien, con los humanos malos. Por ello, nos presentará prisioneros como Eduard Delacroix o “Wild Bill” Wharton, con personalidades muy distintas, y que hacen que el lector se emocione con ellos, para bien o para mal. Y lo mismo hace con funcionarios de prisión y cuidadores de residencia. Todos los que hayamos visto la película o leído el libro recordaremos a Percy Wetmore, ser freído por Old Sparky, la silla eléctrica de la penitenciaría, por su crueldad e indecencia moral. Por eso el libro no deja de ser, además de una novela, una crítica hacia la pena de muerte.
He leído El pasillo de la muerte directamente en su idioma original, lo que recomiendo siempre que sea posible (esto no significa que las traducciones sean necesariamente malas). En este caso, el libro original contiene algo de vocabulario del Sur de EEUU, pero no me parece una lectura extremadamente difícil si queréis practicar el idioma leyendo. Os dejo con un pasaje:
“I’m rightly tired of the pain I hear and feel, boss. I’m tired of bein on the road, lonely as a robin in the rain. Not never havin no buddy to go on with or tell me where we’s comin from or goin to or why. I’m tired of people bein ugly to each other. It feels like pieces of glass in my head. I’m tired of all the times I’ve wanted to help and couldn’t. I’m tired of bein in the dark. Mostly it’s the pain. There’s too much. If I could end it, I would. But I can’t.”
Miguel Ángel Mellado