Año: 2017
Editorial: Triskel Ediciones
Género: Novela (fantasía)
La Irlanda de las leyendas cobra vida en Great Blasket Island
Great Blasket Island trata la historia de Gustavo Medina, un profesor que pasa por un mal momento. Sonia, su novia desde hacía más de una década, acaba de abandonarle; le han echado del trabajo y dedica el tiempo a ahogar las penas en alcohol. Todo cambia cuando un tal señor McCarthy contacta con él para proponerle formar parte de un equipo de investigación que durante un año estudiará las inhóspitas islas Blasket, en Irlanda. A él se unirán un grupo de expertos, junto a los cuales Gustavo tratará de desentrañar las incógnitas que envuelven la isla y los verdaderos motivos por los que fue evacuada precipitadamente años atrás.
Hasta aquí, todo suena muy, muy bien. Ya solo con oír «Irlanda» e «isla encantada» estoy que se me cae la baba. Esa fue una de las razones por las que empecé este libro con tantas ganas. Pero la verdad es que la novela ha logrado sorprenderme, ya que ha dado al traste con todas mis expectativas.
Una mancha verde en medio del océano, un trozo de tierra que emerge de las aguas, solitaria, olvidada, lejos del ruido de la civilización. Acantilados que se enfrentan al poderío de las olas como si de muros de una fortaleza artúrica se tratara. Sus bastiones soportan siglos de asedios, y lentamente dibujan nuevas siluetas. Una alfombra de hierba verde, acariciada por los vientos que cruzan el mundo, surcada por pequeñas colinas de superficie agreste. Niebla. Un manto protector que lo cubre todo y que confunde dónde empieza y termina el horizonte.
La isla, fiel vigía de sus hermanas pequeñas, pasa su existencia a la sombra de la gran Irlanda.
Entre hadas, duendes y espíritus malévolos
Con unas descripciones hermosas y evocadoras, Marc Sabaté nos sumerge en el fantástico mundo de los mitos y las leyendas. El ritmo pausado y con muy pocos altibajos, llega a ser en ocasiones demasiado lento, pero nos permite adentrarnos en la mente del protagonista y conocer sus inquietudes, obsesiones y miedos. Esta calma se ve sentenciada en la última parte de la novela, en la que se descubren y responden tantas cuestiones que uno llega a sentirse abrumado y perdido, como si se hubiera desatado una tormenta en un mar que hasta hacía un segundo era tranquilo y sumiso. Creo que la historia hubiera sido mucho más emocionante y fluida de leer si parte de la fuerza del final se hubiese distribuido durante el resto de la narración, de modo que fuera acelerando, manteniendo un ritmo suave pero ascendente, hasta el explosivo final.
Me hubiese gustado también que, de algunos de los misterios, hubiese comenzado a intuirse el desenlace con cierta premeditación, para que las revelaciones no se amontonaran y resultaran tan bruscas. En alguna ocasión he llegado a sentirme como si estuviera viendo a un mago sacar un conejo de una chistera, con la salvedad de que no había chistera ni mago y que el conejo me saltaba a la cara a traición. Desde luego, las sorpresas y los giros inesperados están garantizados. En cierto modo, el final es un enorme giro inesperado en el que uno no sabe adónde agarrarse.
Además, he echado en falta que me hablaran más de los seres fantásticos que aparecen en la historia. Es verdad que proporcionan algunas notas al lector que lo guían y conducen por los senderos del relato, pero dado que no sé demasiado sobre mitología celta, habría agradecido que se extendieran un poco más en ese aspecto. He tenido la impresión de que, después de centrar toda la historia en los sucesos extraños que sacudían la isla, en las apariciones y las enigmáticas conversaciones, el momento de la revelación pasa sin pena ni gloria, breve, escueto e insatisfactorio, para lanzarse a la acción y la contienda.
—La gente viene a conocer la isla armados con cámaras de fotos, botas de montaña y latas de refrescos. Por suerte, muy pocos duran más de una mañana […]. Algo les inquieta, y siempre regresan con cierto sabor agridulce. ¿Y sabe por qué? Porque no comprenden a la isla. Ella sabe defenderse sola, no necesita nuestra intervención. No quiere invitados. Prefiere estar tranquila y que nadie remueva sus heridas ni sus recuerdos.
—Pero usted vive aquí todo el año. ¿Acaso es la excepción?
—Mi caso es diferente. Yo he sido aceptada como parte integrante. Yo soy la isla, igual que las gaviotas, las focas, la hierba o esta piedra. En cambio ustedes…
—¿Qué sucede con nosotros? —La forma en que había sonado aquello no le gustó.
—Ustedes no han sido aceptados.
Great Blasket Island espera demasiado para desvelar sus secretos y en consecuencia, deja una sensación de precipitación y de que no ha habido tiempo de responder todas las cuestiones que se habían ido abriendo a lo largo de la lectura. Además, el retiro de Gustavo y sus compañeros en la isla supone un lapso demasiado grande para esos personajes que son presentados sucintamente en la primera parte de la novela y que desaparecen después para resurgir al final como piezas clave de la conclusión.
Se nota que Great Blasket Island es una novela muy ambiciosa y en la que su autor ha puesto mucho esfuerzo. Pero ha tratado de mantener tantos frentes abiertos que al final no ha podido mantener todos los hilos y ha resultado que, aunque la historia está estilística y psicológicamente muy lograda y la descripción de los paisajes es preciosa, deja un regusto amargo, de cierta desconexión entre sus partes.