Año: 2016
Editorial: Puck
Género: Novela juvenil romántica
Valoración: Recomendable
Llevaba a lo mejor 15 años sin leer nada de juvenil romántica. Nunca ha sido un género que me haya fascinado, pero en mis años pubertarios y granudos sí disfruté con la serie Girls de Jacqueline Wilson y con alguna ñoñada como el descatalogadísimo Believe in Spring de Sybil Conrad. Teniendo en cuenta mi poca costumbre con el género y que ya soy un poco mayor para entrar en su público objetivo (pero tampoco tan mayor… ejem), había pocas probabilidades de que Nosotros después de las doce me gustara.
Más allá de mis preferencias personales, tenía, let’s face it, serias dudas de que fuera a encontrarme con una obra de calidad. Y es que con el género de juvenil romántica pasa como con el erótico. Es muy fácil que el resultado final dé grimaldi (aunque hay honrosas excepciones). Me temía que Nosotros después de las doce fuera a pecar de cursi, infantil y predecible. Pues bien, amigos, nada más lejos de la realidad. ¿No es maravilloso cuando la vida te obliga a desechar tus propios prejuicios?
Nosotros después de las doce se desarrolla en el pueblo imaginario de Valira, que, como en toda buena novela, es un personaje más; un pueblo de montaña impregnado de unas misteriosas leyendas cuyos habitantes están más que dispuestos a creer en la magia. Entre ellos se encuentra la protagonista de la historia, Aurora. A sus 17 años se enfrenta a la angustia existencial del ¿qué hago ahora con mi vida?, lugar común de la mayoría de los adolescentes en el verano que sigue al último año de instituto. En estas anda cuando Erin, su amiga de la infancia, regresa a Valira tras un año de ausencia, y junto con ella, Teo, su hermano gemelo. Muy a su pesar, Aurora se sentirá inevitablemente atraída hacia este último, y tendrá que decidir si hacer uso de un mágico secreto guardado en su familia para superar sus propios miedos e inseguridades.
Contra todo pronóstico, no tengo más que virtudes que destacar de esta novela. Laia Soler lleva las riendas de la narración en todo momento, y tiene un control absoluto tanto del ritmo como de la trama. Los personajes son sólidos, ricos en matices y dobleces. La ambientación está muy conseguida, así como captado el espíritu de los años de adolescencia tardía. Es un libro para jóvenes adultos que, sin embargo, no edulcora ni paternaliza. Con todo el gusto del mundo, me vi retrotraída a esa época de mi vida mientras lo leía, y fue inevitable pensar cuánto lo hubiera disfrutado si hubiera caído en mis manos con 15 años.
La trama resulta sorprendentemente poco predecible y, ante todo, real (¡a pesar del toque mágico!). En todo buen romance, es imprescindible que el lector se enamore con el/la protagonista, algo muy difícil de lograr que Laia Soler, no obstante, consigue con asombrosa facilidad. Lo quieras o no, te enamoras de Teo. Y no sólo eso, sino que empatizas con Aurora en todo lo demás. He entendido sus motivos, he estado de su lado, me he reído y he disfrutado con ella, y hasta he soltado alguna lagrimilla involuntaria. Todo esto sin que la autora caiga en ningún momento en la sensiblería barata ni en el más mínimo atisbo de cursilería.
Es también destacable la madurez con la que está escrito Nosotros después de las doce. A esas edades, uno es tan manipulable como un votante del PP, y yo no recomendaría este libro si no pensase que el mensaje subyacente es uno adecuado para un adolescente. Ojo, que, como ya dije, no hay rastro de paternalismo. Los adolescentes retratados son reales: se emborrachan y follan. Pero eso no impide que la autora nos hable, entre líneas, de la importancia de la amistad y de perseguir nuestros sueños, de que hemos de querer y escuchar a nuestros mayores mientras sigan ahí, y de que la tristeza tiene una función que hemos de dejarle cumplir. Esto último, que quizá sea el mensaje más potente del libro –muy del estilo de la peli de Del Revés, y muy anti la odiosa psicología positiva–, me parece de gran valor para lectores de una edad tan dada al drama-queen-ismo extremo.
Obviamente, no es un libro que recomendaría a cualquiera. Quien aborrezca el género romántico o se encuentre muy lejos de la franja de edad del público objetivo es difícil que lo vaya a disfrutar. Pero si no sabes qué regalarle a tu sobrina la zangolotina por su cumple, aquí tienes un acierto seguro.