Título original: Moral Tribes: Emotion, Reason, and the Gap between Us and Them
Idioma original: Inglés
Año: 2013
Editorial: Penguin
Género: Ciencia divulgativa / Filosofía
Valoración: Recomendable
Imagínate que estás en un puente, por debajo del cual pasa una vía de tren. Imagínate que en la vía hay cinco obreros trabajando y que, de repente, divisas a lo lejos un tren aproximándose a toda velocidad. Imagínate, por último, que a tu lado, sobre el puente, hay un hombre obeso y que la única manera de detener el tren, y salvar a los cinco obreros, es empujar al hombre a la vía. ¿Qué deberías hacer? Si eres una persona relativamente normal, seguramente pensarás que objetivamentehabría que empujar al gordo, pero que, de hecho, te repugna la idea de hacerlo, y si te vieras en esa situación serías incapaz de llevarlo a cabo.
Imagínate, esta vez, que sobre el puente no hay ningún gordo. En vez de ello, hay un botón. Si lo accionas, el tren se desviará y, en vez de matar a los cinco obreros, matará a un pobre desgraciado que se encuentra solitario trabajando en otra vía en la que se bifurca la primera. ¿Qué deberías hacer? Si eres una persona relativamente normal, seguramente la idea de accionar el botón no te resulte, ni de lejos, tan problemática como la idea de empujar al gordo. Y, sin embargo, pensado fríamente, ambas situaciones no difieren tanto. Se trata en ambos casos de salvar cinco vidas a costa de una.
Estos dos dilemas morales, todo un clásico en teoría ética, son centrales para el argumento que desarrolla Greene en este libro. Su objetivo es defender una forma de utilitarismo: la teoría ética que establece que lo moralmente correcto consiste en hacer lo que maximice el bienestar de aquéllos que se vean afectados por nuestra acción. De acuerdo con las formas clásicas de utilitarismo, se suele entender que, pese a nuestras intuiciones, habría que empujar al gordo. Ello sería lo correcto, pues con ello salvaríamos 5 vidas a costa de una, mientras que de lo contrario se perderían cinco vidas para salvar una sola.
El utilitarismo tiene muchos detractores, y ello se debe en parte a que conclusiones como la de que hay que empujar al gordo nos resultan demasiado chocantes. Entendemos el razonamiento que hay detrás, pero hay algo de indignante en su conclusión. Lo que va a hacer Greene es explicarnos, a través de ejemplos de estudios neurológicos llevados a cabo en su propio laboratorio, cómo funciona nuestro cerebro cuando razona acerca de cuestiones morales, y por qué nos repugna empujar al gordo, pero no accionar el botón. Hasta ahí todo bien.
El problema es que, una vez presentado este panorama neurológico, Greene, que ya nos ha anticipado que va a defender el utilitarismo y que nos tiene a estas alturas mordiéndonos las uñas como locos ante el suspense provocado por la incógnita de cómo salvará su propuesta de conclusiones contraintuitivas como la de que hay que empujar al gordo, comienza a enredarlo todo. Se empiezan a suceder, de forma caótica y desconcertante, multitud de argumentos a favor y en contra del utilitarismo que no terminan de ser concluyentes, un montón de consideraciones de carácter fisiológico, biológico y evolutivo, discusiones de asuntos como el aborto, la esclavitud o la tortura, argumentos salpicados de falacias ad hominem y hombres de paja en contra de Rawls y Kant y a favor de Bentham, anécdotas autobiográficas, defensas algo panfletiles de las políticas de Obama, y un largo etcétera, que sí, que está todo muy bien, que es un libro muy entretenido, una muy buena introducción a los grandes dilemas morales de ayer y de hoy, pero jolines, 400 y pico páginas después aún no sabemos qué hay que hacer con el gordo. Mi intuición es que, aunque no se atreve a decirlo directamente, y por eso tanta floritura y tanto rodeo, Greene opina que hay que empujarlo. Y santas pascuas.