Título original: Harry Potter
Idioma original: Inglés
Año: 1997 – 2007
Editorial: Salamandra
Género: Novela Infantil / Juvenil
Valoración: Mejor no
Antes de que alguien saque conclusiones demasiado precipitadas de la valoración de esta reseña, o que se prepare un linchamiento contra mi persona, me gustaría que al menos leyerais el post completo. Por un tiempo me consideré fan de Harry Potter, he leído los libros y he ido al cine a ver las dichosas pelis. Esta saga me ha hecho disfrutar como ninguna otra, y además, sé que gracias a ella millones de personas en el mundo se iniciaron a la lectura, lo que tiene un valor ya de por sí incalculable. Sé que criticando cruelmente a Harry Potter puedo herir sensibilidades, sin embargo es mi obligación como escritor y como amante de la literatura, amén de mi propuesta por la más absoluta sinceridad en este blog y su cruzada contra el sucio negocio que practican las grandes editoriales.
Para daros mi punto de vista, primero debo introduciros a una práctica nociva y truculenta, muy en boga en los últimos tiempos, y que yo denomino “Efecto Lost”. ¿Se acuerdan de “Lost”? ¿Esa serie de ciencia ficción donde un grupo de tipos estaban perdidos en una misteriosa isla? No fue hace tanto cuando sus millones de fans se pasaban horas hablando únicamente de la serie, de los giros inesperados, de la temporada nosequé y la temporada nosecuantos, de las subtramas que salían de las tramas y que se mezclaban con otras tramas para dar paso a otras tramas diferentes. Un cacao que ni ellos mismos comprendían, pero que servía para tenerlos irresistiblemente enganchados.
Pero todo principio tiene un final, y hasta una serie tan exitosa como “Lost” debía verse acabada. Yo no vi ni un sólo capítulo, y a parte de un avión estrellado, un gordo hawaiano, y Merry del Señor de los Anillos, no podría contaros mucho más. Pero sí que sé que tuvo un final horrible que a todos disgustó: cutre, improvisado, dando una explicación cualquiera, o ninguna, qué mas daba. Hubo una indignación galopante en la red, lo recuerdo, así como las cíclicas protestas de seguidores de series por sus pésimos finales o porque las historias se vuelven insostenibles e infumables: “Prison Break”, “How I met your mother”, “Battlestar Galactica”, o en España el infame caso de “Los Serrano” son algunos ejemplos de ello.
Pero ¿por qué ocurre esto? Pues por el mismo motivo por el que ocurren la mayoría de desgracias de nuestro infeliz mundo: money, money, money. Las productoras, ansiosas de llenar sus ya de por sí, atiborradas arcas, nunca harán nada por finalizar sus más exitosas series. Más bien al contrario. No importa que eso vaya en contra de la idea inicial, que los creadores se nieguen, o que el publico pueda quedar decepcionado, el plan es siempre el mismo: mantener viva a la gallina de huevos de oro hasta que la audiencia le dé la espalda al proyecto. Como escritor sé perfectamnete que es muy fácil extender una trama ad infinitum, sin preocuparse por el final. Se pueden dar vueltas y más vueltas, hacer y deshacer, eliminar, cortar, pegar, copiar (por qué no) al antojo del guionista si no hay un final al que rendirle cuentas. ¿Qué importa el final si una vez terminada la serie la mayor parte de las ganancias ya han sido explotadas? ¿Los fans? Que les den a los fans. En un mes ya nadie hablará de ello.
Debo decir que no todas las productoras practican esta aberración, y que hay honrosas excepciones como “The wire” o “Breaking bad”. De todos modos el “Efecto Lost” es el motivo por el cuál yo nunca empiezo a ver una serie hasta que no se haya terminado definitivamente.
Y una vez explicado esto, pasamos a comentar la obra de JK Rowling. Mucho se ha dicho ya de esta serie de libros, uno por uno o en general como saga, así que vayamos al grano (que bastante llevamos ya de post).
Las tres primeras entregas de Harry Potter, “La piedra filosofal”, “La cámara secreta”, y “El prisionero de Azkaban” (1997 – 1999) son simplemente sublimes, tanto individualmente como en la historia que tratan en conjunto. Los personajes principales quedan definidos, los secundarios van tomando su sitio, y el escenario se va haciendo maravillosamente visible. Son los libros más enfocados al público infantil, aunque ya aparecen los primeros guiños a los adolescentes en “El prisionero de Azkaban”. Valoración global: Ovación.
La siguiente entrega “Harry Potter y el cáliz de fuego” (2000) supuso un punto de inflexión en la historia. Para el momento de su publicación, la saga no sólo era best-seller en varios países, sino que se había convertido en un fenómeno incontenible. Tanto fue así que empezaban a sonar rumores de rodar las películas (y por Hollywood directamente, en plan superproducción). Obviamente, la posibilidad de lucrarse a lo bestia sedujo a editores, productores, y cómo no, a la propia autora. Esto, amigos míos, ya se nota en este libro, donde podemos ver primero que el grosor es casi el doble (ya saben, a mayor número de páginas, más cuesta el libro y show me the money), y segundo que se introducen tretas para crear espectación como anunciar que un personaje va a morir (aunque finalmente se trate de un irrelevante personaje terciario) entre otros rumores.
A partir de este libro, que pese a todo a mí es el que más me gusta, la cosa va a peor. “Harry Potter y la orden del fénix” (2003) es un tocho infumable donde todo ocurre en slow motion, muy del gusto de las grandes editoriales a las que les encantan los libros al peso. El negocio era rentable a más no poder, lo que estaba empezando a afectar peligrosamente a la calidad de los textos. Esto se trató de remediar en la siguiente entrega “Harry Potter y el misterio del príncipe”, aunque para entonces la expectación ya sólo residía en ver a quién le tocaba morir (que ya era tradición lo de que alguien la palmase), y conocer más sobre el desenlace.
El libro final “Harry Potter y las reliquias de la muerte” es un triste epílogo a un saga que merecía mucho más. Cuando al fin se vio en la tesitura de matar a la criatura, JK Rowling optó por sacarse de la manga una leyenda que no había aparecido hasta entonces y que resultaba ser vital para el desarrollo del libro. Argumento demasiado pobre e improvisado, que sigue rizando el rizo como ya venía ocurriendo desde la quinta parte. Francamente, si el primer libro de Harry Potter hubiera tenido la calidad del último, apostaría a que muy posiblemente jamás hubiéramos sabido quién es JK Rowling.
Es probable que algunos no encontréis similitudes entre el caso de Harry Potter y el “Efecto Lost”, ya que desde el principio JK Rowling dijo que iban a ser 7 libros (ella cumplió, Warner pudo permitirse la gozada de hacer 8 pelis), uno por cada año de Harry en Hogwarts. Pero al igual que las series que se estiran más y más, se ve muy claramente la ingerencia de intereses en el desenlace con tal de convertir esta saga en oro, muuuucho oro. Por lo tanto, y como conclusión, pienso que de haber tenido la oportunidad de desmarcarse de los focos, los flashes, y la demás gentuza sin escrúpulos que hace de la literatura un negocio repugnante, JK Rowling nos hubiera regalado una saga mucho más pura, sincera, sencilla y sin tantas pretensiones. Tendríamos un libro con un final a la medida de su comienzo, ni más ni menos. Pero eso es algo que nunca sabremos.
Por lo tanto, mi recomendación es que mejor no, o que hagáis como yo, e imaginaos que al final del 4º libro Harry muere llevándose a Voldemort por delante.