«(…) desde pequeña he sido consciente de nuestra finitud, de ese desaparecer al que nos encaminamos todos (…) Después, con los años y las lecturas, empecé a fijarme en otros aspectos de la oscuridad, a interesarme por la que hay en nuestro interior, en nuestros fantasmas y nuestros monstruos, los personales y los sociales, en nuestra manera de juzgar a los que no entran dentro de la normalidad, como si eso existiera realmente.» Entrevista a Inés Macpherson.

Inés Macpherson es narradora, ofrece charlas y talleres, colabora en La Vanguardia hablando de libros y es autora de la novela juvenil El secreto de Lucia Morke (La Galera) y de una versión ilustrada de la leyenda de Sant Jordi: Santa Jordina (La Galera). También ha participado en las antologías Extraordinàries. Noves autores de l’insòlit (Males Herbes), Paper Cremat. 10 contes per a 100 anys de Ray Bradbury (Apostroph), Contes per al (des)confinament (Males Herbes), 20 Relatos del Fin del Mundo (Otros Mundos) y otras antologías de cuentos. Su pasión es la literatura y su vocación compartirla con todo aquel que quiera escuchar y/o leer.

Su narrativa se mueve en una fusión sutil entre fantasía, terror y ciencia ficción, que bebe de todos aquellos autores que podemos descubrir desde sus artículos y narraciones orales.

 

Hola, Inés. Gracias por concedernos un ratito para responder estas preguntas. Creo que es importante empezar por los antecedentes para conocer mejor tus referentes, así que las primeras son más personales.

I: ¿Cuál es tu primer recuerdo ligado a las historias? ¿Y a la literatura? 

IM: No sé si es un recuerdo, porque a veces lo que recuerdas y lo que te han explicado se mezcla, pero mi padre era de los que contaba muchos cuentos, así que supongo que ese fue mi primer contacto con la narración. Luego llegaron los libros. En mi casa había muchos.

Por otro lado, tuve la suerte de contar con dos libreras extraordinarias, Mercedes y Celia, de la Gàbia de Paper, que eran unas lectoras voraces y sabían recomendar muy bien. Entre lo que ellas me descubrieron y lo que descubrí en el colegio y el instituto (Bradbury, Poe o Dahl llegaron a mis estanterías gracias a profesores con muy buen criterio), me convertí en la lectora que soy.

I: Si tuvieras que escoger un título, sólo uno, ¿cuál sería y por qué? 

IM: Como odio estas preguntas. Es casi imposible escoger un único título y es probable que hoy diga uno y mañana diga otro distinto. Reconozco que, si tuviera que escoger, quizá no sería un libro, sino un cuento o dos cuentos: El corazón delator, de Edgar Allan Poe y El cohete, de Ray Bradbury. ¿Por qué? Porque fueron los que hicieron que me enamorara de la literatura, que comprendiera que los relatos por un lado podían moverse por la oscuridad psicológica de un personaje y, por otro, describir la ternura con una belleza extraordinaria. Pero si tuviera que escoger una novela, en estos momentos me quedaría con La maldición de Hill House, de Shirley Jackson, por su manera de construir y presentar a sus personajes y de explorar el dolor, la identidad, los fantasmas o la necesidad de pertenecer. (Lo sé, he hecho trampas)

I: Como lectora y como escritora, ¿qué opinas sobre la visualización de la mujer en el mundo de la escritura? ¿Y en el de género? 

IM: Creo que en estos momentos no nos podemos quejar, sobre todo si lo comparamos con décadas pasadas. En el género se están recuperando nombres que habían quedado un poco olvidados y se trabaja para que las autoras actuales tengan un sitio. El trabajo de académicas y antólogas está permitiendo que descubramos, por ejemplo, autoras latinoamericanas que quizá no conocíamos, y muchas editoriales están apostando por escritoras de género. ¿Queda trabajo por hacer? Sí, seguramente sí, pero hay mucha gente que lo está haciendo y lo está haciendo bien.

I: ¿Te consideras una autora oscura o esa faceta es un reflejo de algo más? 

IM: No creo que sea una autora oscura. Sí que me interesa la oscuridad, lo extraño, lo incómodo, lo insólito… Cuando empecé a escribir, en mi casa me preguntaban cuánta gente había matado en mi último cuento o quién había desaparecido. Creo que la segunda pregunta tenía más sentido, porque a menudo no morían de forma violenta, a manos de otro ser humano: eran devorados por una casa, por las sombras, atrapados en una ventana… ¿Por qué? Porque desde pequeña he sido consciente de nuestra finitud, de ese desaparecer al que nos encaminamos todos y supongo que era mi manera de explorarlo. Después, con los años y las lecturas, empecé a fijarme en otros aspectos de la oscuridad, a interesarme por la que hay en nuestro interior, en nuestros fantasmas y nuestros monstruos, los personales y los sociales, en nuestra manera de juzgar a los que no entran dentro de la normalidad, como si eso existiera realmente. Pero también me fascina lo maravilloso, lo simbólico, todo lo que permita mirar al otro lado del espejo para imaginar, observar y explorar la realidad desde otro punto de vista.

I: ¿En qué géneros te mueves más cómoda, como lectora y como escritora?

IM: Como lectora, y supongo que también como escritora, tengo debilidad por el cuento. ¿En qué genero me siento más cómoda? En el terreno de lo insólito, del terror, de la fantasía; aquellas historias que tienen un punto extraño y maravilloso, desde Poe a Cortázar. Como lectora reconozco que también me apasionan los cuentos de autores como Sławomir Mrożek, cargados de ironía, de humor negro, de crítica política y social en un espacio muy reducido, aunque no sé si sería capaz de adentrarme en ese mundo como escritora.

I: ¿Eres de orden o de caos? ¿Cómo es tu proceso?

IM: Me he movido tanto en el orden como en el caos. Cuando escribo cuentos funciono de las dos maneras. Si tengo una idea concreta y clara, hago el esquema y escribo. En el fondo, no es muy distinto de lo que haces cuando narras. Un narrador oral necesita tener un mapa, los lugares por los que sabe que debe pasar para que la historia funcione. Pero otras veces, cuando la idea es solo una imagen, una frase o un concepto, lo apunto y dejo que se quede allí, en la cabeza, dando vueltas, y voy sumándole otras ideas, otras posibilidades. Un cuento puede nacer con una idea que se queda en tu cabeza durante días, que va y viene. Está allí, entre las otras cosas que vas haciendo y, de repente, te viene un inicio, un final, y lo apuntas. Dejas que repose, vuelves a él, lo modificas, te olvidas, y lo vas construyendo.

No sé si tengo un método concreto o, como mínimo, un único método. A veces escuchas una canción y te viene una imagen y tiras de esa imagen. A veces es una idea que quieres explorar y vas buscando diferentes maneras de acercarte hasta que encuentras una con la que te sientes a gusto. A veces escribo por escribir, con alguna banda sonora de fondo, dejando que la cosa fluya y de ahí saco algo… Depende de lo que esté buscando en cada momento.

I: ¿Qué opinas de la documentación? 

IM: Tengo un amigo que se ha pasado un año entero o más leyendo y buscando información para un libro. Él lo explica muy bien: a veces no necesitarás todo ese material, pero te empapas de una época, de un lenguaje, y eso ayuda a la hora de escribir, de dibujar las escenas, de ver el mapa de la historia.

Supongo que hay distintas maneras de documentarse. Si uno quiere escribir sobre vampiros, es probable que saber lo que se ha escrito, cómo han sido imaginados, de dónde proceden y cuáles son sus variantes pueda ayudar a construir un relato más sólido, con más referentes o más consciente del lugar que ocupa.

I: Narras, devoras y escribes relato, si tuvieras que convencer a alguien para que se iniciara en el mundo del relato, ¿qué le dirías? 

IM: ¿Iniciarse en el mundo del relato como escritor o como lector? Si fuera lo primero, probablemente diría lo que le dirían muchos otros: que lea y que practique. Sobre todo, que lea, porque es la manera de descubrir que no existe un único esquema de cuento: a través de la obra de diferentes autores comprendes la variedad y la riqueza de un género.

Si fuera lo segundo, no lo sé. Una antología es como una ciudad, un compendio de vidas que se dibujan ante tus ojos de repente y luego desaparecen. No sigues a esas personas durante muchos días, quizá no conozcas todos los detalles, pero durante unas páginas vives una historia condensada, en la que teóricamente no sobra nada.

I: ¿Con qué autora iniciarías a un/a profano? 

IM: Depende del género al que se quiera acercar y qué busca, pero reconozco que soy de las que recomienda Shirley Jackson a todo aquel que se deja recomendar.

I: Escribes sobre libros en La Vanguardia y en 2020 has publicado relatos en diversas antologías, además de las múltiples charlas que ofreces, así que has de estar al día con las novedades.

¿Qué opinas del mundo editorial actual? ¿Y de los lectores? 

IM: Creo que en estos momentos tenemos la suerte de ver cómo se han consolidando editoriales independientes, que no forman parte de grandes grupos, y que apuestan por una línea editorial muy bien perfilada. Todavía recuerdo el momento en que aparecieron Impedimenta, Sajalín, Libros del Asteroide o, hace unos años, Dirty Works, entre otras. Son editoriales reconocibles por su diseño, tienen un catálogo muy coherente y saben qué es lo que buscan. Eso le ha dado una riqueza al mercado muy interesante, porque estas pequeñas editoriales han apostado por títulos que quizá, de otra manera, no hubiésemos podido leer. Y eso, a su vez, permite que el lector explore, si le apetece, y descubra autores que no conocía.

I: Háblanos de tus últimas publicaciones. 

IM: Hace tiempo que no escribo nada en solitario. En 2020 participé en algunas antologías, como Extraordinàries, publicada por Males Herbes, o Paper Cremat, la antología que publicó la editorial Apostroph para celebrar el centenario del nacimiento de Ray Bradbury.

I: ¿Tienes algo entre manos? 

IM: Siempre hay algo entre manos, lo que no significa que sea algo concreto o que ya esté apalabrado. Estoy escribiendo una serie de cuentos que espero que acaben en algo que tenga suficiente fuerza para ser un libro. El tiempo lo dirá.

I: Cuenta cuentos profesional y amante de lo oscuro, ¿cómo fueron tus inicios en el mundo de la narración y qué es lo que te apasiona de él? 

IM: Estaba en el primer año de carrera (estudiaba Filosofía en la UB) y un compañero encontró un folleto entre múltiples anuncios colgados en el corcho de las escaleras que llevaban al bar. Se trataba de un curso de narración oral, impartido por Numancia Rojas, que falleció hace unos meses. Ella fue mi profesora, pero también la persona que me llevó al magnífico L’Astrolabi, el bar del barrio de Gracia donde empecé a contar cuentos con un compañero narrador. Teníamos al público a escasa distancia, en un espacio pequeño, sin escenario, y era increíble, porque podías ver las reacciones de todos los que estaba allí, compartir con ellos las historias. Narrábamos una vez al mes, ampliando siempre que se podía el repertorio, porque a menudo el público del bar era el mismo y había que ofrecer cosas nuevas.

¿Lo que me apasiona de la narración oral? La posibilidad de dar vida a una historia. Ya no es solo darle una voz, sino intentar que los que están allí, escuchando, puedan verla, vivirla. Cada narrador tiene su estilo y su manera de expresarse, y eso hace que la misma historia pueda ser muy distinta narrada por uno o por otro. Al final, la narración oral es una forma de compartir, de vivir con otras personas un cuento.

I: ¿Qué crees que aporta la narración a las historias? ¿Y a los lectores/oyentes? 

IM: La narración oral puede ser una puerta para descubrir autores, puede ser una manera de reivindicar historias, pero sobre todo es una manera de dar vida a un relato. Transmites la historia, la vives e intentas que los espectadores la vivan contigo, que puedan visualizar y sentir lo que tú expresas con la voz, con los gestos, con la ocupación del espacio…

¿Para los espectadores? Supongo que les permite acercarse a la literatura de otra manera, disfrutar de algo que todavía mucha gente asocia a una actividad para niños, como si los cuentos fueran solo cosa de niños. Hay un sinfín de relatos diferentes, de géneros, de estilos… Como anécdota, reconozco que es divertido ver la reacción de la gente cuando narras un relato que han leído, porque ves cómo sonríen y en sus ojos puedes leer la anticipación. Luego se acercan y lo comentan contigo. Y al final, esa es la magia: compartir.

I: ¿Cuál es la diferencia entre narrar para niños y para adultos? 

IM: He narrado poco para niños, pero es una experiencia muy divertida, porque son mucho más espontáneos, participan más y es posible que te obliguen a llevar la sesión de cuentos por otro lado si ocurre algo interesante. Son más movidos y quizá más críticos, porque no disimulan si algo no les gusta. Como mínimo esa es la experiencia que yo he tenido.

Los adultos suelen ser más callados, aunque dependiendo de la sesión y del público pueden ser tan participativos como los niños. Puedes utilizar los silencios o la ironía de otra manera y el abanico de géneros es más amplio. Pero en realidad estoy señalando diferencias que son mínimas: como narrador, creo que lo importante es conseguir que el oyente, o el espectador, disfrute y se vaya de allí con la historia metida en la cabeza, en el cuerpo, tenga la edad que tenga.

I: Realizas charlas y talleres, actividades entorno a los relatos que tanto te apasionan. ¿Crees que es necesario acercar este mundo a los lectores? ¿Qué es lo que intentas conseguir con tus charlas? 

IM: Tanto con las charlas como con la narración oral me interesa transmitir pasión por la literatura, que la gente descubra autores y autoras. Quizá no les interese todo lo que escuchan, pero quizá algo sí les llame la atención. Cuando hago sesiones de cuentos, intento decir no solo el autor o autora, sino el libro del que procede el cuento, porque de esa manera la gente puede ir a buscar ese título si le ha interesado. Hace años me ocurrió con Sławomir Mrożek: conté algunas de sus historias en una sesión y la gente quería que les recordara el título o que escribiera el nombre del autor porque no lo conocían y les había parecido interesante. Con el centenario de Ray Bradbury y las sesiones de cuentos que hice ocurrió algo similar: la gente conocía el nombre, pero no lo habían leído o no sabían que tuviera una variedad tan amplia de temas, que fuera tan poético… Cualquier plataforma que sirva para contagiar un poco de pasión por la literatura me parece buena y es un placer y un lujo poder compartir esa pasión.

I: También escribes una columna sobre literatura y en las redes sociales estás muy activa, ¿de dónde sacas el tiempo? ¿Crees, como dicen algunos, que nos movemos en un pequeño círculo de lectores o que todos estos pequeños esfuerzos sirven para abrirlo hacia nuevos lectores y apasionar a la gente por los relatos y la literatura? 

IM: Como dice un amigo, no tengo vida social, por eso tengo tiempo. No, no es eso. La verdad es que la lectura ha sido siempre mi pasión. A veces ha sido un vicio y durante mucho tiempo fue un vicio solitario que no podía compartir. Empecé a escribir un blog para compartir esas lecturas, por si eso podía llegar a alguien y despertar su curiosidad por el libro. Creo que poder hablar de lo que te apasiona e intentar transmitir un poco de esa pasión a otros es un regalo.

I: ¿Qué opinas de la literatura catalana actual, de las pequeñas editoriales que están emergiendo y de sus autores? ¿Y, en concreto, del género? 

IM: El mundo editorial catalán está viviendo una época muy interesante: lo demuestran las últimas ediciones de La Setmana del Llibre en Català, con una afluencia de público que ha ido aumentando. Editoriales como L’Altra Editorial, Raig Verd o Edicions del Periscopi, por mencionar algunas, se han consolidado durante estos años, con un catálogo muy coherente, y han conseguido atrapar a muchos lectores, que son, además, muy fieles. Por otro lado, también tenemos una editorial como Llibres del Delicte, que está haciendo una labor muy importante para dar voz a autores y autoras de novela negra y novela policiaca en catalán. En el terreno de la ciencia ficción y la literatura fantástica o de lo insólito, también tenemos editoriales que llevan años demostrando un criterio sólido, como Males Herbes, y nuevas editoriales, como Mai Més o Chronos, entre otras, que están enriqueciendo la oferta de literatura de género con obras clásicas y nuevas voces muy interesantes.

I: Muchas gracias por habernos regalado este ratito. ¡Nos leemos!

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