Hoy os traemos una entrevista a Gemma Solsona Asensio, profesora y autora de relato. Entre sus obras podemos encontrar Casa volada (2019, Huso Editorial) y, la más reciente, Blancogramas (2021, InLimbo). Como antóloga, destacaré su última participación en Donde las hadas no se aventuran (2020, Apache Libros).
Además, tras su fascinación cuentista, encontramos a una ávida lectora que disfruta compartiendo su pasión, por lo que ofrece charlas temáticas, dirige clubes de lectura (como el Club de Lectura Un té con Damas Oscuras, en la librería La Font de Mimir) y es la conductora de las entrevistas en Un desván propio (en la librería Gigamesh).
Así como en Casa Volada la autora dibuja unos personajes tridimensionales y carismáticos en unos ambientes con personalidad propia, tocando sus temas fetiche, con cada relato de su padre y de su madre pero con una clara obsesión por las casas, en Blancogramas, Solsona desvía su obsesión hacia una estancia concreta de esa casa y se ve invadida por tres temas que contagian cada uno de los relatos como en una posesión demoníaca: la monstruosidad de lo aparentemente inocente, la oculta bondad o benevolencia del monstruo y lo que oculta nuestro desván interior.
Gemma Solsona es Luisa May Alcott perdida en un desván
I: Hola, Gemma. Gracias por concederme este ratito de tu tiempo. Si te parece bien, empezaremos con algunas preguntas sobre tus inicios en el mundo de los libros.
¿Cuál es tu primer recuerdo ligado a las historias?
G: A las historias, diría que los cuentos maravillosos. Como en el caso de muchos niños y niñas, los recuerdos ligados a aquellos que me contaron, primero, y más tarde a los que leía, en cuanto fui capaz de hacerlo. En concreto, recuerdo que, si la voz de mis primeros cuentos (mi madre) no disponía de tiempo para contarme uno (yo no me cansaba nunca de escuchar historias) siempre me decía: «sí, Gemma, te contaré un cuento: el de María Sarmiento que de tanto que corrió… se la llevó el viento». Mhm, algún día tengo que dedicarle un relato a María Sarmiento.
I: ¿Y a la literatura?
G: Mi primer recuerdo ligado a la literatura… supongo que también las decenas de cuentos con los que me acostaba cada noche. Desde que aprendí a leer, me encantaba irme a dormir y esparcir encima de la colcha mis libros de cuentos (un mar de libros de colores, parecía mi cama). Escogía uno o dos y leía y releía alguna de sus historias (y las dibujaba, también, aunque de mayor no se me da muy bien hacerlo…). Mis favoritos eran un libro de cuentos que había sido de mi padre, creo, Cuentos de Perrault de la editorial Sopena, de 1933 y que todavía guardo como un tesoro. Y uno que perdí, no sé dónde acabaría… Lo recuerdo con mucho cariño, me fascinaban sus ilustraciones: El gato Jeremías y otras historias de gatos. Era un libro bellísimo que algún día será mío, de nuevo.
I: Si tuvieras que escoger un título, sólo uno, ¿cuál sería y por qué?
G: Uy… pregunta complicada y dificilísima, porque me parece que hay libros que nos acompañan a lo largo de nuestra vida pero que son propios de cada época. A ver, como soy traviesa como un duende, en vez de meter solo uno en la maleta que nos llevaríamos a un bosque encantado, haremos un hechizo que convierta la maleta en un baúl enorme donde podamos meter alguno más ¿sí? Así que, además de los cuentos maravillosos que he mencionado antes, te diría que la primera fascinación absoluta por una novela vino con Mujercitas de Louise May Alcott (muchas lectoras hemos sido Jo, alguna vez); mi tendencia a la oscuridad, los páramos y los fantasmas quizá se destapó con Cumbres borrascosas de Emily Brontë (quiero retirarme a escribir a los páramos o quizá ¿a una casa encantada?). Y como contadora de historias los que me conocéis sabéis que siempre menciono a mi tríada de musas: Shirley Jackson, Angela Carter y Ana María Matute. No es uno, pero… sí es una pequeña muestra.
I: Si te parece, pasemos a un tema fascinante y que, además, hoy en día está en boca de todos.
¿Qué piensas sobre la visualización de la mujer en el mundo de la escritura?
G: Sobre la figura de la mujer en la literatura, hasta hace muy poco, me quedo con la frase de Virginia Woolf en Una habitación propia que dice: «Me atrevería a aventurar que Anónimo, que tantas obras ha escrito sin firmar, era a menudo una mujer». Sin embargo, creo que esto está cambiando (y mucho) en los últimos tiempos. Se reivindica a autoras clásicas, publicando de nuevo sus obras, en muchos casos con ediciones cuidadas y bellísimas (creo y defiendo los «libros joya» los «libros objeto»). Y en el panorama actual literario diría que las autoras, a mi entender, tienen un espacio igual de importante que el de los autores. Esto es siempre una percepción, claro, la que poseo como lectora (sesgada por mis gustos personales). Y en este sentido, tengo que admitir que de diez obras que leo, últimamente, siete pueden pertenecer a autoras. Pero no es algo que busco, que hago de forma voluntaria. Simplemente me encuentro con obras que me llaman más la atención y que están escritas por mujeres. Al fin y al cabo, lo que espero es que, en un futuro, lo único importante sea la obra y su calidad, no el género de quien la ha escrito (o el género temático en el que la incluimos).
I: Podríamos decir que tu obra (y también tus gustos literarios) se mueven en un terreno entre-mundos, entre el terror, la fantasía oscura, la ciencia ficción y el realismo mágico, que podríamos llamar «lo insólito».
Oscuridad y feminismo, ¿qué lazo hay entre la feminidad y lo insólito?
G: No me atrevería a decir que lo insólito se vincula solo a la feminidad, porque yo creo que lo insólito está en todo lo que nos rodea (y en quienes nos rodean, con independencia del género). Para mí son insólitas muchas de las cosas que nos suceden en nuestra vida diaria. O al menos a mí me gusta pensar en eso, en lo extraordinario (lo fabuloso, lo extraño) que se oculta en la cotidianeidad. Si no, la vida sería tan aburrida… Y esa extrañeza que me causan muchos de los sucesos que no comprendo (o las situaciones a las que me encanta darles la vuelta) son el punto de partida de algunos de mis relatos.
I: ¿Te consideras una autora oscura?
G: Sin lugar a dudas, la oscuridad forma parte de mi escritura (y de mis lecturas favoritas). Navego entre lo insólito/fantástico, lo oscuro y la nostalgia y según la historia tiendo más a un enfoque o a otro. Pero de alguna forma la oscuridad siempre está ahí, muchas veces es de dónde parten los conflictos que me interesan y es que, sin conflicto, no tendríamos historia…
I: Además de la oscuridad y lo insólito hay un rasgo que te caracteriza, y es tu pasión por el relato.
¿Es este el género en el que te sientes más cómoda? ¿Con cuál/es te sientes a disgusto?
G: Si hablamos de géneros refiriéndonos a la extensión… relato, frente a novela. Me gusta concebir la escritura como un juego y el relato me permite hacerlo, jugar con distintas voces, argumentos, formas… Además, soy muy dispersa y apasionada ¡me fascinan muchas cosas! Y el relato me permite cambiar de una obsesión a otra, aplicarlas en muchas historias y no me obliga a «casarme» con un argumento durante un año (o más…). No obstante, ojo, creo que los relatos los acabas, los dejas reposar y regresas a ellos diez y cien veces hasta que llegas a una versión más o menos definitiva (soy de las que apoyan eso de los «relatos peregrinos» de Gabriel García Márquez que, en el libro que lleva este título, comentó que había relatos que lo habían acompañado de cajón en cajón durante años). Aunque admito que tengo parte de una novela, también, en mi cajón, desde hace mucho tiempo. Así que algún día…
Y respecto al enfoque, me siento cómoda con todo aquel género que me da la oportunidad de echar a volar la imaginación o de perturbar mediante mis historias, pese a que los temas sean los mismos que en cualquier narración de tipo realista (la soledad, el miedo, la familia, la infancia, la memoria…). Así que acostumbro a escribir relatos que podríamos clasificar dentro de lo fantástico, lo insólito y el terror para contar, de la forma que me gusta (también como lectora), historias relacionadas con los temas que me importan o me obsesionan.
I: En cuanto a tu forma de escribir o técnica, ¿qué nos puedes contar?
¿Inspiración o método?
G: Como he comentado, soy bastante dispersa y apasionada, así que inspiración. Además, ya me encantaría ganarme la vida solo con la escritura, pero como de momento es solo una pasión (y una necesidad maravillosa) intento disfrutarla al máximo y el método, por tanto, no me parecería la mejor forma de hacerlo. Siempre digo que creo en las prodigiosas casualidades y ellas me llevan de una historia a otra. Lo que me ha gustado (como lectora o tras ver una película, visitar un lugar, escuchar una anécdota…) supongo que se queda en algún rincón de mi imaginación y va tomando forma hasta que un día, cojo mi libreta, esbozo la historia, un título (pocas veces lo cambio, después) y las primeras líneas… y eso acaba siendo la semilla de un nuevo relato. Guardo todas mis ideas en libretas y de forma casi mágica ellas se van ordenando, en proyectos, y me dicen cuándo debo recuperarlas para seguir estirando de su hilo y transformarlas en mi próximo relato.
I: Como apasionada y profesora de relato, si tuvieras que convencer a alguien para que se iniciara en este mundo, ¿qué le dirías?
G: Que, en definitiva, los cuentos (narración corta) han sido la primera forma que tenemos de acercarnos a la magia de contar historias. Y que es todo un arte condensar un mundo, una idea, una forma de ver la realidad, en pocas páginas (y los buenos relatos son capaces de hacerlo). Eso sí, reconozco que la lectura de relatos requiere en ocasiones un mayor esfuerzo incluso cuando te encuentras en el universo de un mismo autor. Muy pocos detalles en un relato pueden ser irrelevantes. Es la narrativa basada en la esencia y a veces en aquello que no se dice pero se infiere de lo que se está mostrando. Y eso, es cierto, requiere para el lector una mayor concentración. Sin embargo, cuando lees un buen relato (yo digo que esos los guardo en mi baúl para conservar relatos) es un placer releerlo una y cien veces, porque su extensión te permite hacerlo y, en ellos, siempre acabas encontrando algún aspecto que habías pasado por alto.
I: ¿Con qué autor/a iniciarías a un/a profano?
G: ¿En relato? Podríamos citar a los clásicos, a partir de los cuales, de alguna forma, se clasifica todo lo que ha venido después, sea realista o fantástico: Chéjov o Poe. Como me decanto por lo insólito y lo fantástico, seguiría las ramas que se escapan de Poe y llegaría a Cortázar (en cuento me parece imprescindible). Algunos relatos de Quiroga («El almohadón de plumas» o «La gallina degollada») los he utilizado muchísimo en mis clases. Más modernos, y quizá los primeros que es cierto que recomendaría leer, serían Millás o Bradbury (ah, su El hombre ilustrado). Y regresando a mis musas, a quienes cito siempre, la belleza triste de Los niños tontos de Ana María Matute, la oscuridad de tita Shirley Jackson, como no, y cuentos como «La lotería» o «La bruja» y aquellos que gustan de los cuentos maravillosos (pese a que para algunos puede ser una lectura más difícil porque es maravillosamente barroca y excesiva) Angela Carter y su Cámara sangrienta. Autoras más actuales, ya que hay muchas que son maestras de las distancias cortas, que me gustan y que pueden ser una buenísima forma de acercarse al relato: Patricia Esteban Erlés, Cecilia Eudave, Mariana Enríquez, Solange Rodríguez Pappe, Cristina Sánchez Andrade (una maravilla su El niño que comía lana), Ana Martínez Castillo, Isabel del Río, Izaskun Gracia, Mónica Ojeda o Giovanna Rivero… todos los nombres que menciono tienen libros de relatos que han aparecido en los últimos meses. Y la lista sería interminable. Lo cierto es que es una suerte que hoy en día se escriba relato, tanto y tan bien.
I: Diriges charlas, clubes de lectura, entrevistas a autoras, así que has de estar al día con las novedades editoriales. ¿Qué opinas del mundo editorial actual? ¿Y de los lectores?
G: Es tan rápido y fugaz como la vida misma. Eso se podría aplicar a los productos de consumo cultural en general: películas, canciones y libros. Antes tenías películas en cartelera durante meses (y años) y hoy en día no duran ni dos o tres semanas (o directamente se estrenan en una plataforma entre decenas de novedades a la semana). Qué decir de las canciones… y de los libros. En ocasiones, admito que me da un poco de vértigo. No creo que un buen libro o una buena película tengan una fecha de caducidad como los yogures y que en un mes ya se hayan convertido en obsoletos. Creo en el largo recorrido de las buenas obras y supongo que de una forma u otra ocurre, en algunos (pocos) casos. No sé, lo cierto es que tengo esa sensación de caducidad, de inmediatez y obsolescencia. Y ¿sobre los lectores? Es complicado, hay tantos lectores como personas. Una perogrullada, lo sé, pero me explico: soy incapaz de generalizar, porque cualquier opinión está segada por mi experiencia. Pongo un ejemplo: me rodeo de gente que escribe y que tiene acceso a obras que, en un círculo concreto, adquieren mucha notoriedad y que, por otro lado, son desconocidas para un público más general. Así que quizá no soy la más indicada para opinar sobre el público lector en general…
I: Profesora de escritura y voz que comparte su amor por el relato, ¿crees que la gente lee relato más que antes? ¿Por qué crees que es así?
G: Sí, pese a que sigue siendo un género minoritario para el público más general, hay que reconocer que leemos, todos, mucho más relato. O al menos, nos hemos desprendido de muchas barreras al respecto. Siempre digo que quizá no es más que una percepción mía, pero me da la sensación que el gran éxito que tuvo en su día Mariana Enríquez y su Las cosas que perdimos en el fuego (2016) abrió la puerta a muchas escritoras de lo insólito y sobre todo introdujo el relato (y como no, el terror y la narrativa de lo extraño) en lectores que quizá no lo habían leído hasta entonces, movidos por los prejuicios. Además hay numerosas editoriales hoy en día que se especializan o publican relatos y eso, naturalmente, ayuda a llegar a más lectores y a difundir el género que es lo que a todas nos interesa como autoras.
I: Y como autora, háblanos de tu último libro.
G: ¿Cuál de ellos? Je, je. Por las casualidades de la vida (y los efectos de la pandemia) este 2021 está siendo un año movido, editorialmente hablando, ya que algunas obras que quizá estaba previsto publicar en 2020 se han movido a este año. Te cuento algo, por tanto, sobre el que publiqué en febrero, Blancogramas, y el que era anterior y que finalmente, si todo va bien, se publicará en el tercer trimestre de año (o un poco antes, coincidiendo con un avance para la Feria del libro de Madrid): Brujas blancas, hadas negras. Ambos, como no, son de relatos y rozan la oscuridad y lo insólito en mayor o menor medida.
Blancogramas, publicado por InLimbo, es el más oscuro, sin duda. Lo concebí precisamente con ese objetivo, que sus historias, de una forma u otra, fueran inquietantes, perturbadoras. Es un homenaje a mis «locas del desván»: brujas, monstruos, niñas maliciosas… y son siete relatos «de oscuridad nívea, hermosos y terribles» que tienen el blanco como eje o como excusa (en el color de un objeto, un lugar, el nombre de un personaje) y que parten de la idea de que la blancura no siempre puede ser un equivalente de la inocencia.
Brujas blancas, hadas negras, publicado por Apache Libros, se presentará en avanzadilla, como he dicho y si todo va bien, en la Feria del Libro de Madrid. Son catorce cuentos (sí, en este caso me gusta llamarlos así) para adultos, ilustrados por mi amiga Judit García-Talavera, en los que hemos disfrutado jugando con brujas y hadas para crear nuevas historias (e ilustraciones) traviesas, insólitas, con toques de fantasía y algo de oscuridad. Hay, como no, niñas-monstruo, mucho de cuento maravilloso y un claro homenaje a mis tres musas: Jackson, Carter y Matute y a la película de Carlos Enrique Taboada Veneno para las hadas, que nos muestra que la imaginación puede ser muchas veces el peor de los monstruos…
I: ¿Tienes algo entre manos?
G: Uy, muchos proyectos… Que me gusten tantas cosas es bueno para la inspiración, pero horrible para gestionar el tiempo. Desde el año pasado, estoy trabajando en un nuevo libro de relatos. Será oscuro, también, para darle una vuelta más a mis miedos y a las historias de terror que me fascinan. Por otro lado, el mundo de los cuentos maravillosos (hace tiempo que fui abducida por el espejo de Blancanieves) es protagonista de alguna de las ideas que quiero poner en marcha como escritora y también como coordinadora. Y en el horizonte más próximo se vislumbra un proyecto con varias autoras en el que los monstruos más adorables tomarán la palabra. Y hay más cosas, sí, pero para eso necesitaríamos otra entrevista…
I: Muchas gracias por tu tiempo y simpatía. ¡Nos leemos!