Año: 2017
Editorial: Gigamesh
Género: Fantasía/Ciencia Ficción
Un mero aperitivo de lo que está por llegar
La última novela de Emilio Bueso (autor, entre otras obras, de Esta noche arderá el Cielo, Extraños eones, Diástole, Ahora intenta dormir y Cenital) pasará a la historia por ser un proyecto único dentro de la literatura de género nacional. Y es que la gran apuesta de Gigamesh ha contado con un despliegue de medios nunca visto: una edición de lujo, una campaña de marketing espectacular, una gran visibilidad en las redes… A pesar de ello, o quizás por ello, Transcrepuscular nacía rodeado de polémica y, antes incluso de que el proyecto saliera la luz, los trolls de las redes y los cuñados literarios ya estaban afilando sus uñas dispuestos a despedazarlo. Ya se sabe. Somos así de envidiosos.
Pero la pregunta está en el aire. ¿Está la novela a la altura de las expectativas? Vamos a ponerle un poco de intriga a la cosa. La respuesta, al final de la reseña.
Una efectiva mezcla de géneros
Transcrepuscular es la primera entrega de una saga que lleva como título Los ojos bizcos del sol. En la entrevista que nos concedió, Emilio Bueso aseguró que se trataba de una mezcla de géneros. Pues bien. Tenía razón. Ya desde las primeras páginas, vemos que se trata de una obra de fantasía y ciencia ficción próxima al subgénero de Espada y Brujería, una novela de aventuras retrofuturista con numerosas escenas de batallas y persecuciones.
La trama esta basada en la clásica estructura del viaje del héroe. Después de pasar media vida batallando, el protagonista, el Alguacil, disfruta de un cómodo retiro a cargo de la vigilancia del Palacio del Gobernador en un municipio «donde nunca pasa nada». Un día, un ladrón montado en una serpiente voladora substrae del Palacio un objeto de gran valor. Aunque el Alguacil intenta darle caza, el ladrón escapa internándose en el Agujero del Mundo, una especie de finis terrae donde el protagonista no se atreve a entrar.
La aventura se inicia cuando, junto a la Regidora (una joven funcionaria siempre al borde del ataque de histeria) y el Astrólogo (un anciano con extraños poderes psíquicos), el Alguacil inicia un peligroso viaje transcrepuscular para recuperar el misterioso objeto robado. En el camino se unirán otros colegas, como el genial Trapo, una marioneta articulada por un viejo tuerto. Ambicioso y concupiscente, este personaje es el único elemento transgresor de la novela, tanto por su vocabulario como por su comportamiento, inapropiado y políticamente incorrecto.
El arte de un hábil prestidigitador
Al mismo tiempo que mueve sus personajes en la historia, Bueso nos muestra cómo es el mundo de Transcrepuscular, un trabajo complicado que resuelve con la habilidad de un hábil prestidigitador. Como en un juego de malabares, el autor hace avanzar la trama aprovechando cada escena para hablarnos de ese territorio hermoso y terrible por el que viajamos, al principio en tren y después en los medios de transporte más sorprendentes que podamos imaginar.
Es una vía de tren interminable, además. Se enrosca sobre sí misma y da la vuelta al mundo habitado. Algunos trenes que la recorren llevan a bordo personas que viven en ellos. Avanzan para siempre con la luz del amanecer.
En Transcrepuscular la tecnología es retrofuturista. La luz la proporcionan farolas con luciérnagas y hongos fosforescentes, la ropa está hecha de caparazones de escarabajo y de telas de araña, las personas se desplazan montados en libélulas y hormigas gigantes… Y después están los simbiontes, una especie de parásitos (caracoles o babosas) que se acoplan a sus usuarios y les proporcionan superpoderes.
Imaginación prodigiosa y lenguaje apabullante
Es precisamente en este ambicioso worldbuilding donde realmente Bueso se luce, haciendo gala de una imaginación prodigiosa. También el lenguaje es apabullante aquí, recuperando palabras hermosas y casi olvidadas de nuestro idioma (rádulas, venablo, biruji…) y experimentando con estructuras gramaticales sorprendentes. Me ha llamado especialmente la atención su forma de yuxtaponer frases muy cortas como si se tratara de una sola oración o de partir los capítulos en medio de la acción, consiguiendo un logrado efecto cliffhanger que aporta dinamismo a la narración.
Arriba. Seta. Libélula. Guerrero. Explosivos.
Debajo. Fuego. Carne. Dolor. Ruinas.
Y repetir la secuencia. Nada de espadas y venablos. Guerra moderna.
De lo único que adolece esta valiente propuesta es de una falta de trama, algo lógico al tratarse de la primera entrega de una saga, pero que, en ocasiones, hace que el ritmo decaiga y la historia pierda interés. Tampoco hay subtramas ni se profundiza en la psicología de los personajes, por lo que, a veces, se tiene una sensación de excesiva superficialidad que desmerece un poco el resultado final de la obra.
A pesar de ello, el objetivo está cumplido. Estoy segura de que todo aquel que se haya leído Transcrepuscular cuenta los días para que salga a la venta la segunda entrega de la saga (Antisolar que, según me ha dicho un pajarito, es posible que este lista para Navidad).
Y contestando a la pregunta que he dejado abierta al principio de esta reseña, creo humildemente que sí, que Transcrepuscular está a la altura de las expectativas y estoy segura de que las dos novelas que le siguen lo estarán todavía más.
Como diría Trapo, putamente.