Año: 2019
Editorial: Dilatando Mentes
Género: Novela (fantasía/ciencia ficción)
Obra perteneciente a la sección oficial de los Premios Guillermo de Baskerville 2020
Kiandara tiene la piel demasiado oscura y se maquilla con polvo de arroz. Algunos piensan que es un demonio, la encarnación del Mal que gobierna Varne con mano férrea y asesina. Los años del silencio narra la historia de Kiandara reina y de los personajes que gravitan a su alrededor: Harune, el onnagata; Maie, la sirena ciega; Ulm, la campesina vengativa; Orsini, la anciana hacker; el Rey de los Ejércitos, el vasallo dividido entre el odio y el amor por su reina. Las voces de estos y otros personajes llegan al lector intermitentemente, con narradores que abarcan la primera, segunda y tercera personas. La hibridez será la palabra clave para entender esta novela; y dicha hibridez se hará presente tanto en la mezcla entre fantasía y ciencia ficción que se da en el universo recreado por Elaine Vilar Madruga como en la contaminación y superposición del género narrativo con el dramático.
Puro teatro
El teatro va a ser central en el texto, tanto en el plano del contenido como en el de la forma y quizás lo primero que salte a la vista al leer Los años del silencio sea que su autora es una dramaturga. Aunque las alusiones al teatro kabuki son constantes durante la historia, muchas son las deudas que tiene, a nivel estructural, con el teatro griego. La propia partición de la novela en capítulos que responden a los diversos personajes la acerca a los monólogos o soliloquios de las puestas en escena teatrales. Luego, un grupo de personajes secundarios ―los muertos que descansan, o más bien, esperan en La Ciudad del Silencio― se comportan a la manera de un coro griego e incluso anticipan sucesos y advierten a los protagonistas sobre los peligros futuros. Nociones como la hibris, la catarsis y la anagnórisis se ponen de manifiesto a lo largo del desarrollo de la novela y, por último, personalmente detecto en el personaje de Ulm, más que en el de la propia Kiandara, los componentes de una heroína trágica de lo más clásica, con muchos parecidos con la Medea de Eurípides.
Con la mesa servida de tal modo, la autora se las ingenió para armar una historia que transcurre en un espacio difícil de ubicar. Otra vez la hibridez toma las riendas para fusionar los rasgos de un Japón feudal y de un futuro lejano y postapocalíptico en que la presencia de hackers, drones y el mundo ciberespacial son cotidianos y normativos, y su mezcla es tan perfecta que no supone una contradicción o un motivo de aspaviento para el lector. Esto se explica gracias a la maestría con la que es presentado el wordbuilding, sin carga frontal o sobreinformación, y al encomiable diseño de los personajes, su espesura y profundidad, lo complejos que son y lo mucho que nos cuesta, luego, deshacernos de ellos, una vez cerradas las páginas del libro y terminada su lectura.
Luces y sombras
Desde ese día le he dicho a Kiandara, cada vez que viene a visitarme y me pide consejo, ya te temen, para qué necesitas amor, pero ella lo quiere todo, exige una rendición sin condiciones, sueña la paz, pero Kiandara, le he susurrado, para qué te apuras, el final está escrito, por qué no escoges el salto, por qué no escoges la soga y regresas junto a nosotros a este reino del silencio, donde aún te guardamos un espacio para que cuelgues cerca de tu familia. Sí, Bur, incluso tú eres su familia como lo es cada una de sus víctimas, para Kiandara cada muerto sin nombre, cada masacrado, cada guerrillero es también su familia y los llora, no conoce sus rostros pero los llora, ellos son la prueba de que no ha logrado ser perfecta.
En cuanto a esto último, cabe destacar la preeminencia de los personajes femeninos en esta estructura coral. La mayoría de ellos son prototipos fuertes e independientes; mujeres que se han negado a cumplir con lo que la sociedad espera de ellas y en otras ocasiones, como ocurre con Orsini, personajes totalmente desconcertantes y subversivos. Todos ellos están compuestos de luces y sombras; la división entre buenos y malos queda aquí totalmente obsoleta. Kiandara es el ejemplo por antonomasia. Sobre su naturaleza inasible se teoriza una y otra vez en la novela. Kiandara es un constructo, un mito y al mismo tiempo un ser humano que toma decisiones y se equivoca, que tiene miedo a entregarse, a perder y a ser lastimada. Aunque la mayor parte del tiempo al lector se le está diciendo que Kiandara es malévola ―incluso ella misma lo expresa en múltiples ocasiones― no es posible dejar de ver el lado humano en ella y de sentir una fuerte identificación.
Por otra parte, el lenguaje y el tono de Los años del silencio contienen también ese regusto teatral. Cada capítulo va creciendo en intensidad a medida que avanza. En este sentido, los diálogos y el uso de los narradores en segunda persona desempeñan un papel muy importante. Este último recurso funciona en este contexto, no para apelar y sacudir al lector, como de común se suele utilizar este narrador invasivo, sino para construir artificiosamente en el lector-espectador la sensación de que está espiando desde las sombras una escena y que es responsable ahora de guardar el secreto.
Habrías dado cualquier cosa por ver las manos de Nede. No sus ojos ni su rostro sino aquellos largos dedos que sentías sobre tus agallas y a veces sobre las escamas. Sí, es cierto, las caricias de otro tiempo sobreviven en la memoria pero no nadan más lejos. Están atrapadas en esta pecera enorme que es tu cabeza.
La edición cuenta con un prólogo de Mariano Villarreal y un postfacio de Consuelo Abellán en que se dilucidan algunas claves para la lectura de la novela. Más un apéndice con unas muy instructivas notas sobre el teatro kabuki con varias ilustraciones. Creo, eso sí, que el diseño editorial peca de horror vacui y que le sobran muchos adornos y láminas. Por lo demás, la corrección es impecable. En conclusión, Los años del silencio plantea una historia universal y atemporal sobre el poder, la traición, la venganza y también el perdón, con unos personajes excelentemente construidos, un universo fascinante y bien entregado. Es esta una clara prueba de que Elaine Vilar Madruga es una de las autoras más hábiles y creativas de la literatura de ciencia ficción y fantasía de nuestra actualidad.