Idioma original: Ruso
Años: 1824-1914
Editorial: Nevsky
Traducción: Vladímir Aly, María García Barris, Enrique Moya Carrión, Fernando Otero Macías y Marta Sánchez-Nieves Fernández.
Género: Relatos
Valoración: Recomendable
Fue el 9 de octubre de un ya lejano 1989. Como cada noche, mis padres pusieron el Telediario Segunda Edición, de TVE 1. El Muro de Berlín estaba a punto de caer (lo haría justo un mes después) y Europa vivía una época convulsa y llena de incertidumbre. Yo solo tenía once años y la política me interesaba más o menos igual que hoy, es decir, muy poco. Sin embargo, una noticia captó mi atención y ejerció una influencia que ya me acompañaría para siempre. Luis Mariñas, con gesto de sorpresa y una mezcla de escepticismo y curiosidad, se hace eco de lo siguiente:
Escepticismo en el Ministerio del Interior soviético sobre el posible aterrizaje de extraterrestres en la ciudad de Voronezh, quinientos kilómetros al sur de Moscú. El extraño suceso, ratificado por la milicia y científicos locales, tiene conmocionados sin embargo a los habitantes de la ciudad. Testigos presenciales señalaron que seres extraterrestres de tres o cuatro metros de estatura habían descendido de la nave, un enorme disco luminoso.
Y allí estaba yo, con los ojos como platos, preguntándome qué demonios habría pasado en aquella ciudad de un país del que por entonces solo conocía a la selección de fútbol, que un año antes había sido subcampeona de la Eurocopa en Alemania Federal.
Aquel día comencé a interesarme por el espacio, por los ovnis, por los extraterrestres… y por la literatura de ciencia ficción. Un poco después, un tal Julio Verne se encargaría de afianzar ese interés y hacerlo perpetuo. Pero esa es otra historia…
Veintiocho años después, no sé si lo que cuentan que pasó en Voronezh fue real o no, pero lo que sí sé es que tengo entre mis manos un libro titulado Ciencia ficción rusa y soviética. Vol. 1: del siglo XIX a la Revolución y me dispongo a comentarlo.
Los relatos incluidos en este primer volumen abarcan desde el año 1824, año en el que Bulgarin escribió sus Fábulas verosímiles, hasta el año 1914, en el que está fechado el relato titulado La fiesta de la inmortalidad, de Bogdánov. Casi un siglo de historia rusa reflejada en unas historias que, a diferencia de la ciencia ficción occidental, poseen una carga política muy acusada.
Tras una interesante introducción de James Womack, encargado de la selección de los relatos, la antología se abre con Fábulas verosímiles, o un viaje por el mundo en el siglo XXIX (1824), del citado Faddéi Bulgarin. Un golpe de viento voltea la embarcación en la que navegan dos hombres. Uno de ellos, el protagonista del relato, despierta pasado un tiempo y descubre con asombro que no se encuentra en su época, 1824, sino un milenio después, en 2824. Sin entrar a valorar en el mayor o menor acierto de Bulgarin en cuanto a sus predicciones, lo cierto es que el texto desprende cierto encanto añejo que, no obstante, no sirve para situarlo entre los mejores de la antología.
El segundo relato, por el contrario, sí me parece altamente recomendable. El viaje científico a la isla de los Osos (1833), de Ósip Senkovski, nos lleva a conocer un lugar mítico perdido en la Siberia profunda, donde el Doctor en Filosofía Spurtzmann y el Barón Brambeus descubren lo que parecen ser jeroglíficos egipcios (sí, en Siberia) y se disponen a traducirlos, utilizando para ello un método tan particular como chapucero. Senkovski, como lingüista que era, incide en el proceso de traducción de las inscripciones localizadas en la Habitación Escrita y en la historia que estas parecen contar, sobre el ocaso de una civilización perdida por culpa de la caída de un cometa. El autor parece cuestionar algunos de los métodos científicos de la época, al mismo tiempo que riega todo el relato con un sentido del humor que lo convierte, en mi opinión, en uno de los grandes aciertos de este libro.
El siguiente relato es El año 4338 (1835), de Vladímir Odóievski. Los astrónomos han confirmado que el cohete Biela se estrellará contra la Tierra en el año 4339. El protagonista del relato es un hombre que, sometido a experimentos de mesmerismo, alcanza un nivel de ensoñación que le permite viajar en el tiempo desde 1835 y ponerse en la piel de un hombre chino que está de viaje en la Rusia del año 4338, un año antes de la caída del cometa. Sus cartas sirven para conocer los adelantos científicos y humanos de la época y cómo afronta la sociedad rusa el inminente cataclismo.
Konstantín Tsiolkovski es considerado el Padre de la Cosmonáutica. En 1893 escribió el relato titulado En la Luna, en el que narra las peripecias de dos hombres en nuestro satélite. Valiéndose de sus conocimientos científicos, Tsiolkovski pone por escrito algunas de sus especulaciones sobre los efectos de la gravedad y otras particularidades de la Luna sobre la vida humana. Es un relato largo y que a ratos se hace algo pesado, aunque escrito con un estilo pedagógico que se agradece.
Una tarde en el año 2217 (1906) es la aportación de Nikolái Fiódorov a la antología. Un escritor rodeado de misterio, de cuya vida se sabe muy poco y de cuya existencia real incluso se llega a dudar; existe la teoría de que su nombre podría no ser más que un seudónimo. Su relato anticipa con acierto algunos de los temas que abordaría la literatura distópica rusa en la segunda mitad del siglo XX, muchas décadas después de la publicación del relato de Fiódorov.
Con Justicia mecánica (1907), Alexander Kuprín pergeña una curiosa historia breve sobre la invención de un autómata atizador que sustituiría al castigo físico. Un relato interesante e inquietante al mismo tiempo.
Otro de los grandes aciertos de esta antología es La República de la Cruz del Sur (1907), de Valeri Briúsov. Para muchos, el mejor relato de este autor. En él, la Ciudad de las Estrellas es asolada por la terrible enfermedad de la contradicción, la tarna contradicena. La epidemia arrasa la ciudad y solo la heroica actitud de un hombre logra retrasar, al menos durante algún tiempo, lo inevitable. Muy buen relato, bien contado y con algunos pasajes memorables. Por cierto (y esto es una impresión personal), le he encontrado cierto lejano parecido con Soy leyenda, de Richard Matheson. No solo por el nombre del protagonista (Horace Deville en el relato de Briúsov, Robert Neville en la novela de Matheson), sino también por la temática (epidemia/pandemia) y por determinados pasajes que reflejan la personalidad del personaje. Quién sabe si el de Nueva Jersey leyó el relato de Briúsov y pudo servirle de inspiración para escribir, cuarenta y siete años después (1954), su famosa novela.
El punto final a la antología lo pone el que tal vez sea el mejor relato de todos: La fiesta de la inmortalidad (1914), de Alexander Bogdánov. Médico de profesión, Bogdánov llegó a estar muy unido a Lenin, aunque terminó siendo expulsado del Partido Bolchevique en 1909. Cultivó poco la ciencia ficción, escribiendo solo dos novelas y un relato, el incluido en esta compilación. Pese a ello, su influencia en escritores posteriores del género parece fuera de toda duda. En La fiesta de la inmortalidad, el avance científico ha hecho posible que el ser humano alcance una longevidad prácticamente infinita, con todas las implicaciones que conlleva. Bogdánov refleja a la perfección el hastío vital del inventor de la inyección de la inmunidad fisiológica, el químico Fride, al cumplirse mil años de su descubrimiento.
Desde sus inicios, Ediciones Nevsky se ha caracterizado por su gran interés por la literatura rusa. Gracias a esta editorial he descubierto a un buen número de autores y esta antología pretende ser, en palabras de los propios editores, la más completa que se haya publicado nunca en nuestro idioma. El proyecto se divide en tres volúmenes: el primero incluye desde las fantasías futuristas de Odóievski (siglo XIX) hasta la Revolución de Octubre. El segundo abarcaría desde ese momento hasta el conocido como deshielo soviético; y el tercero desde entonces hasta la época actual.
Con este primer volumen, al menos, apuntan en la buena dirección. Espero que con las siguientes entregas confirmen las expectativas creadas.