Año: 2014
Editorial: Endymion
Género: Relato
Valoración: Pasable
Hoy toca mini-reseña de este mini-libro (menos de 100 páginas), ópera prima de Carlos Arroyo Cobos. El propio autor tuvo el detalle de contactar meses atrás con nuestro equipo para que leyéramos el libro y realizáramos la reseña. Bien, tras muchas semanas dentro de mi e-reader esperando pacientemente su oportunidad, por fin me decidí a cumplir con la palabra dada y leerlo. He de reconocer que hubo otras obras que nos llegaron después y yo me decidí a leer antes, pero es algo que se debe sin duda al título del relato en cuestión. Porque, no sé a ti, pero a mí, de entrada, El adolescente que lloraba con las películas de kárate me sonaba a dramón estilo película de sobremesa en Antena 3. Al empezar a leer descubrí que no era para nada así, pero toca dar un tirón de orejas por tan desafortunado título.
En realidad, El adolescente que lloraba con las películas de kárate (a partir de ahora: este libro) es un libro de relatos cortos, que van en orden cronológico y se desarrollan durante un mismo verano. Un verano especial para su protagonista, ya que es el que separa el último curso de lo que ahora se llama Primaria y antes llamábamos simplemente el colegio (8º de EGB), y el primero de lo que ahora sería secundaria, pero que entonces era conocido comoel instituto (1º de BUP). Este cambio importante también trae consigo otros para el prota y su grupo de amigos. Algunos de esos cambios serán para siempre.
El mayor acierto de este libro es su correcta ambientación en los truculentos años 80. Esta década no para de inspirar libros, series, películas y demás, siendo esto maravilloso para aquellos que tuvimos la suerte de vivirla, y una pesadilla para aquellos que no. Tal vez vosotros, jovenzuelos granudos y zangolotinescos (y demás mostrencos), que debido a vuestra precocidad no tuvisteis tiempo de disfrutar unos años tan peculiares, podáis valorar dicha década como lo que realmente fue: una horterada de padre y muy señor mío. Sin embargo, para todos aquellos que la vivimos, fue mágica, especialmente en la España heredera de la Transición.
Antes de que la nostalgia termine de transformar este blog en un programa lacrimógeno de Canal Sur (también de sobremesa), quisiera felicitar a Carlos Arroyo Cobos por su estilo a la hora de narrar los acontencimientos. El estilo es directo, a veces incluso simplista; con unos cuantos detalles deja sentir a la perfección el ambiente cutrosillo que impregnaba el momento; lo que se le pasaba por la cabeza a la gente de la época; o el importante cambio que ha habido desde entonces hasta hoy en día en prácticamente todo. Chapeau.
Sin embargo, y como no todo pueden ser rosas, este libro carece de un poco más de chicha. La lectura es amena (se despacha en una tarde) y los capítulos son divertidos, pero queda la sensación de que no son todo lo divertidos que podrían llegar a ser. Las situaciones en las que se ven envueltos los personajes son simplemente anecdóticas y nada más: no hay momentos estelares, ni puntazos increíbles que se queden grabados en la memoria, al menos ninguno que yo recuerde. Tal vez su autor se ha centrado demasiado en las vivencias propias, cuando a lo mejor, debía haber puesto un poco más de ficción. Sea como fuere,este libro me ha dejado la agridulce sensación de ser una oportunidad desaprovechada. Esperemos que en su siguiente obra, Carlos Arroyo nos ofrezca un libro más trabajado y mejor terminado (y, ya de paso, con mejor título). Cualidades para ello, al menos, parece haber demostrado.