VVAA: Distópicas y Poshumanas

Poshumanas. Mejores libros independientes de 2018. Libros Prohibidos
Obra finalista de los Premios Guillermo de Baskerville 2018. Categoría de libro de relatos.

Título completo: Distópicas y Poshumanas. Antología de escritoras españolas de ciencia ficción.
Antólogas y prologuistas: Lola Robles y Teresa López-Pellisa
Año: 2018
Editorial: Libros de la Ballena
Género: Antología de relatos (ciencia ficción)

Distópicas y Poshumanas, escritoras y feministas

La moda forma parte de la modernidad exacerbada, de ese templo difuso que sustituye a la antiguas religiones. Se podría decir que lo que está de moda es en realidad una ley de integración en lo socialmente aceptado, un mandamiento del buen ciudadano, las actualizaciones de software de las que no somos conscientes pero que continuamente se producen a nuestro alrededor y en nuestro interior. No cambiamos, nos cambian. Por eso es tan importante que entendamos los engranajes de la nueva fe globalizada, sus mandamientos de lo que se lleva y lo que es oportuno para, desde la conciencia, apretar dentro de ese zapato tres números más chico de lo que correspondería, el pie de nuestra humana condición pasada de rosca. Una ventaja, sí, que se ha hecho carne: se puede utilizar el vientre de la bestia para viajar a cualquier parte del mundo con nuestro mensaje. Abramos ventanas y dejemos entrar lo que siempre estuvo ahí.

Varon Dandy,Distópicas y Poshumanas. Libros ProhibidosEn este caso, lo que hay escrito en estos dos libros no obedece a una moda pasajera, es una reivindicación necesaria y continua que empieza a calar y a escocer, que ya comienza a ganar presencia y poder; a hacer que los que lo detentan incluyan el feminismo en sus floreados trajes de ciudadano modelo. Y si siempre da algo de pena ver como lo que era minoritario se convierte en norma, también es cierto que la satisfacción que se experimenta, la sensación de que el mundo mejora y de que por fin se han enterado las cabezas reflectantes de que era el momento, todo eso, compensa la nostalgia de cuando todas éramos underground. Después llega la labor complicada, la de mantenimiento y moldeamiento de ese feminismo que ya está aquí, la de que no sea pose y sí poso. Por eso estas obras que ahora tanto proliferan con visión feminista y femenina de temas y registros habitualmente machitos y derivados son importantes. Normalizar lo que siempre ha sido parte de lo real tiene algo de ridículo, pero hay que estar atentas para que no se quede fuera nadie, para que todo lo que antes era territorio para hombres muy hombres y mucho hombres, ahora sea un jardín donde el Varón Dandy no tiranice el mundo (ni lo atufe).

La «militancia» de esta obra está más en el afán de ser sistemática, de ir hacia atrás a buscar a las mujeres que hicieron en un mundo que las negaba. Hay política en Distópicas y Poshumanas, pero no insistencia. Como las buenas narraciones, muestra su postura más que obligarte a asumirla.

Lo primero es aclarar que estamos ante un doble volumen que recupera relatos de escritoras españolas de ciencia ficción. Muchas páginas para sorprendernos de la variedad temática y de registros que en nuestro país se ha venido dando ya desde finales del siglo XIX hasta nuestros días. También me apetece comentar las particularidad que hay tras la editorial que nos trae esta antología: Libros de la Ballena, relacionada con la UAM a través de su Máster en Edición del que es un banco de pruebas avanzadas, quién lo diría por la calidad final.

La comentada estructura bicéfala nos permite saborear a nuestro antojo la antología. Podemos saltar de relato en relato gracias a los pormenorizados índices, uno general y otro ordenado cronológicamente; intercalar un relato de cada volumen, fumarnos el prólogo (recomiendo leer ambos antes de los relatos, aunque vaya en contra de mis propios usos lectores). Da igual el orden, la lectura no se resiente y eso es señal de la solidez en el montaje de las piezas.

Vamos allá con una reseña que se avecina jugosa y llena de hallazgos. Desde Libros Prohibidos también queremos dar las gracias, como se hace en el propio libro, a Sofía Rhei por la iniciativa, a todas las escritoras y al gran equipo que ha hecho posible esta maravilla.

Dos prólogos, dos obras, un todo

Encontramos en esta recopilación dos prólogos correspondientes a los dos volúmenes, dos interesantes introducciones que, sin hacerse pesadas, desgranan la motivación y el proceso de creación de esta obra. Son de esos prólogos que atraen, que no están para cumplir el expediente o dar forma a lo que se supone que tiene que ser un libro de relatos. Aquí se nos expone a la perfección la justificación de la labor que se llevó a cabo y se nos aviva el entusiasmo con los destellos de amor bibliófilo que se entreveran en nuestra construcción inevitable de ideas previas acerca de lo que vamos a leer. Aclarado esto me centro en el primer volumen de Distópicas y Poshumnas.

Distópicas comienza con una introducción a cargo de Lola Robles. En ella se nos pone en antecedentes de lo que ha sido una vieja lucha de la literatura de género, en general, y de la ciencia ficción, en particular: darle lustre al terrazo, que se pueda considerar la ficción científica como algo más que babosas interestelares intentando copular con humanas o historias de avezados y muy rubios con pistolas de protones liándola parduzca más allá de Urano. Porque la literatura de género pudo empezar con el pulp, pero va más allá y ya incluso en su propio germen despuntaban historias que pretendían trascender el simple entretenimiento.

Esta intención de dignificar el género se une a la labor de recuperación de la memoria feminista dentro de él. Sí la ciencia ficción ha sido ninguneada, las mujeres dentro de ella han sido doblemente invisibilizadas (no, no es el único ámbito en el que esto pasa, ya no se puede permanecer con los ojos cerrados ante la evidencia). Nos podemos poner finos y acudir a la teoría de la interseccionalidad para ver como el ninguneo actúa a muchos niveles, en muchos ámbitos. Este cortijo intergaláctico dejado de la mano de Ford no iba a ser una excepción. Doble silencio, doble sesgo: por rarunas y por mujeres.

Me resultó especialmente agradable ver como Distópicas y Poshumnas se muestra como una antología ambiciosa en lo temporal, el relato más antiguo de este primer volumen fue escrito en la primera década del siglo pasado. Se trata de «Cuento absurdo» de Ángeles Vicente. Cuántas historias de calidad no se habrán quedado por el camino. En Poshumanas encontramos incluso un texto decimonónico a cargo de Emilia Pardo Bazán, datado en 1894, «La cabeza a componer».

Descubrimos también en el prólogo una descripción pormenorizada de la aventura para hallar y poder editar los relatos de esta antología. Algunos se encontraban perdidos en las tripas resecas de esos bolsilibros y revistas patrias equivalentes al pulp estadounidense y que, en gran medida, bebían de él o lo imitaban. No sé qué os sucederá a vosotras, pero mi memoria sentimental de lector en la sombra se vio conmovida al encontrar referencias a la mítica revista Nueva Dimensión, la verdad es que se me pusieron los dientes largos.

Distopicas y poshumanas, Distopicas. Libros ProhibidosDistópicas y Poshumanas ofrece una serie de alicientes añadidos al propio deleite de leer rarezas y voces de todos los colores. Cada relato va introducido con una breve semblanza biobibliográfica de la autora. El valor como documento histórico y académico, además del mimo con el que está tratado el material (esto se ve, por ejemplo, en la buena ordenación de relatos y en la propia decisión de escindir la recopilación en dos mitades temáticamente reconocibles) siguen haciendo crecer la importancia de este trabajo. Pero, sobre todo, gusta el propio tino a la hora de elegir los relatos. Hay calidad, variedad y sorpresa en este conjunto, lo que hace que vivamos su lectura como un regalo y una suerte.

Como quiero ser justo, sabiendo que en estos mundos de los relatos cortos «arrejuntados y bien avenidos» siempre hay influencia de los gustos personales, y como no me quiero dejar ninguno atrás, dedicaré unos breves comentarios a cada relato de Distópicas (haré lo mismo un poco más adelante para los incluidos en Poshumanas). En vuestros apetitos y gustos queda elegir vuestras historias predilectas.

Barra libre de distopías y alrededores

«La crisálida», Blanca Mart. La ambición humana, que será tratada casi de forma transversal durante toda la antología, aquí hace su presentación junto con lo que parece una alegoría de la explotación colonial. Vemos a un protagonista, típico alfa masculino, que sale escaldado y nos enseña el camino para matar los estereotipos.

«Informe de aprendizaje», Sofía Rhei. En un original formato narrativo, ese informe que se promete en el título, se nos expone una estancia en J-700 (no, no es la circunvalación para motos acuáticas de Jaén), un planetoide con un idioma peculiar y difícil de aprender. Destaca el tono humorístico. Un humor blanco y amable que nos acompaña y nos hace amena la lectura. Recuerdo un relato de la autora en Retrofuturismos: «La cicloteca de Bub’Lon», y encuentro similitudes en el tono y en el gusto por algunos temas, lingüísticos sobre todo, con esta colaboración.

«Quimiums», María Concepción Regueiro. Nos muestra un contacto con otra especie muy distinta a la humana que nos será útil para descubrir las vergüenzas de nuestra raza y los peligros del utilitarismo desbocado.

«Hambre», Cristina Jurado. Una historia más sobre las lindezas del alma de los homo sapiens cuando las condiciones de vida se ponen peliagudas. Engaños, muchos engaños, consecuencia de los juegos de poder. Pero, claro, comer hay que comer, se justificarán algunos. El final es abierto y me parece todo un acierto para este relato, pero su llegada es algo precipitada y uno se queda con ganas de más chicha, con esa insatisfacción de que no nos han mostrado toda la complejidad necesaria en las relaciones entre personajes.

«Cuento absurdo», Ángeles Vicente. Como se dijo antes, el relato más antiguo de Distópicas. Nos hace ver que no aprendemos ni a tiros. Más humanidad cubriéndose de gloria y una solución con la que he fantaseado más de una vez. Espero no miréis mal a este humilde reseñista después de esta confesión.

«La mujer de Lot», Elia Barceló. Este me ha gustado mucho, supongo que las tablas de nuestra autora de ciencia ficción y géneros afines más conocida se notan en este cuento en el que toma protagonismo el paisaje y los recuerdos. Un relato triste narrado con una maestría que se huele a galaxias de distancia.

«La casa de Ángel», Rosa Fabregat. Uno de los cortes de esta antología que más claramente reivindica y trata el feminismo. Espiritismo, excursiones familiares y unas gotas de ideario político; prácticas farmacéuticas limítrofes con usos de druida y avistamientos de objetos extraños. Buen gazpacho.

«Bifurcaciones», Susana Sussmann. Viajes en el tiempo, no podían faltar, pero estos no tienen unos fines muy comunes. El efecto mariposa que se va al garete como una tostadora vieja. Una excusa perfecta para hacer proselitismo de los mundos paralelos que jamás podremos visitar.

«Herencia de sueños», María Guéra y Arturo Mengotti. Madre e hijo. Se dice en la nota biográfica introductoria que el cuerpo de los relatos, su desarrollo, se le atribuye a ella y que el hijo era el que pergeñaba las ideas y los temas. Pues bien, en este cuerpo, hallamos una profusión de imágenes sólidas, evocadoras; una capacidad para ubicarnos en la escena de lo más atípica en un relato breve que es un juego imaginativo que recuerda al terror clásico de finales del diecinueve por su cercanía al espanto. Ese horror se despliega en el escenario de un planeta arrasado donde suceden extraños acontecimientos con un toque onírico.

«Cuestión de tiempo», Susana Vallejo. Una hacker muy apurada nos cuenta algunos secretillos de su piratería y también sus amores y resquemores. Sí, está todo relacionado, os quedaréis angustiadas después de este corte, hechas un ovillo. No apretéis mucho la mandíbula, la rabia no es buena compañera.

«Nuevo animal de compañía», Pily Barba. Trata de esa nueva dictadura que ya se nos sube a la chepa: compañías multinacionales monstruosas jugando a ser dioses convenidos que no convenientes. Beneficio, beneficio, beneficio y, si este se desacelera, ya se asegurará la empresa de tener callejones oscuros para volver a la senda del crecimiento.

«Jardín de alabastro», Teresa Inglés. El más poético y subyugante de la colección. Misterios y repeluco en la espina dorsal a más de cuarenta años luz de la tierra. Disquisiciones sobre el origen de todo lo que es humano.

Minería editorial en yacimientos fértiles

Hasta aquí los apuntes que me ha sugerido el contenido de Distópicas. Hago un alto antes de hablaros del contenido de su gemela, Poshumanas, para comentar como a veces pasa inadvertido el trabajo de muchas editoriales y toda la gente que hay detrás de ellas. Sucede incluso para las que somos aficionadas a esto de la ciencia ficción. Mira por dónde, indirectamente, Distópicas y Poshumanas me han servido para redescubrir otras antologías de las que ambas beben.

Recopilaciones de relatos como Retrofuturismos (Nevsky), Alucinadas (Palabristas) en sus varias ediciones, Visiones y Fabricantes de sueños (AEFCFT), Crónicas de tinieblas (Sportula) o Cuentos desde el otro lado (Nevsky), entre otras, y junto al tejido de fanzines, revistas especializadas, páginas web, blogs y otros rincones se nos presentan como caladeros ideales para encontrar mucha y buena ciencia ficción escrita por mujeres. Sonrío al ver el intrincado panorama, imploro al Dios Máquina de Nueva Crobuzon para que se siga desarrollando, y espero que sigan llegando trabajos como este para demostrarlo y enriquecer el ecosistema.

Y rascando, rascando, llegamos al segundo volumen. Encontramos un nuevo prólogo, este a cargo de Teresa López. En él se nos aclara la temática que aglutina esta segunda entrega. Si en Distópicas, nos movíamos siempre alrededor de apocalipsis varios, de mundos depauperados o arrasados, tal y como el título sugería, ahora nos sentamos delante de relatos donde el cuerpito este que movemos es mejorado (o empeorado) por tecnología de varios tipos. Dicho en palabras de la prologuista:

El título de este volumen, Poshumanas, alude a los personajes protagonistas de los relatos que lo conforman, cuya temática se centra en la manipulación biogenética del Humanus sapiens u otras especies para crear seres «evolucionados».

Leve perfume de lo que fue humano

Distopicas y Poshumanas, Poshumanas. Libros ProhibidosEn general encontraremos toda una serie de trapacerías, chapuzas y algún acierto en el intento de elevar o pervertir las capacidades humanas innatas. Que se lo digan a alguna de las protagonistas de los relatos, que se ven afectadas de muchas maneras por esos cuerpos a los que siempre se les puede mejorar algo más que la chapa y la pintura. Además de este tuneo corporal, leeremos relatos que tratan sobre la inteligencia artificial, el tema del sexo o las identidades de género. Como sucedía en el volumen anterior, variedad para que nadie se aburra y para que el siguiente relato sea siempre un aliciente y no una piedra más para hundirnos de aburrimiento. Os dejo también algunos comentarios de los relatos recogidos en Poshumanas; veréis en ellos que esa heterogeneidad es un punto fuerte de la obra.

«El error», Rosa Montero. En un mundo contaminado donde las facturas del aire son solo un poco más baratas que las actuales de la luz cuando te dejas el calentador puesto, una trabajadora cualificada y ejemplar tiene un problema de identidad de lo más modesto. Tensión e incomprensión a cargo de la madre literaria de Bruna Husky.

«Casas Rojas», Nieves Delgado. El problema de la prostitución solucionado de poshumanas maneras. El eterno afán de posesión al descubierto y con unas consecuencias inesperadas.

«Hombres por Correo Lohmann», Laura Fernández. Aquí veo mucho de literatura de fanzine, de relato gamberro influido por la Guía del autoestopista galáctico. El humor absurdo y los equívocos interplanetarios e interpersonales están servidos. Todas a cenar, poneos elegantes, al Restaurante del Fin del Mundo.

«La vida sin cáncer», María Zaragoza. Las buenas obras no siempre salen como se espera. En una realidad donde las aceras no se ensucian gracias a su avanzada composición, nada deja marca, todo es monótono, repetido, pesado y desesperanzador. El aséptico mundo de los privilegiados se viene abajo justo cuando parecía que ya nada podría perturbarlo y una asiste satisfecha a esta debacle, contempla la justicia desatada que todo lo iguala, y entonces la sociedad reacciona como mejor sabe: abriendo la veda.

«El hijo de la ciencia», Alicia Araujo. Aplaudo porque esta autora ya es historia de nuestro panorama nacional de ciencia ficción y porque la nota biográfica previa nos sorprenderá a la mayoría, predisponiéndonos al asentimiento. Después de la fascinación inicial, disfrutamos de un clásico relato de laboratorio, con sus insidias y asechanzas, externas e internas. Clichés elegantes narrados con ritmo y habilidad especial para la pincelada psicológica.

«La vida e-terna», Carme Torras. Otra obsesión vieja y recurrente del bicho humano, sobre todo para el que tiene llena la faltriquera para pagársela: la inmortalidad. Se nos presenta ya mercantilizada aunque aún no muy bien promocionada. Cuento no apto para hipocondríacos.

«Electroamor», María Laffitte. Este corte prueba que la hiperactualización es dañina y, además, poco útil. Sin desmerecer a autoras más actuales me atrevo a decir que me he llevado un alegrón al leer este relato, hacen falta más voces así. Tiene técnica, humor, habilidad especial para el ritmo de la historia; si obviamos ciertas descripciones de tecnología hoy algo obsoletas, estamos ante un relato que se lee como actual, fresco y con un final abierto y socarrón. De los que más me ha gustado.

«Mares que cambian», Lola Robles. Identidad de género, luchas políticas, resistencia ante la mancha capitalista y todo en un planeta lejano, paradisíaco y que se abre poco a poco a la influencia del resto de mundos habitados. Esa es la primera capa de un relato cuajado de sustancia, que trata multitud de temas más (ecología, la proverbial ambición desmedida del hombre, unas migajas de romanticismo…). El sueño de los urbanitas de escapar a la naturaleza pero llevado al extremo. Quien más, quien menos anda buscando un planeta en el que no sentirse un bicho raro y encajar.

«La droga», Roser Cardús. El bien y el mal, los valores sagrados e inviolables que identificamos con la humanidad aquí son puestos en entredicho. La justicia ya no es garante de la libertad y se convierte en un peligro público con piel de cordero. Pero, sobre todo, el papel de la ciencia, sus afanes y límites en la definición de la vida en sociedad. Un relato moral.

«Eternidad», María Angulo. Quizás mi favorito de los dos tomos. Manipulación genética para alcanzar, de nuevo, como en relatos anteriores, la inmortalidad. Sólido y llevado con pulso leve pero firme, capaz de detenerse en descripciones delicadas y maravillosas (quiero un jardín de imposibles debajo de mi ventana). Mezcla temas y motivaciones psicológicas de la protagonista de forma magistral. La maternidad como tema estrella y la capacidad de amar como su escudera.

«La cabeza a componer», Emilia Pardo Bazán. Curiosa clase de anatomía-ficción cerebral no exenta de humor y ritmo, casi una poesía alegórica o fábula moral.

«El pastor de naves», Felicidad Martínez. La claustrofobia hecha relato. Para ser la mejor hay que entrenar duro, nos dicen (¿o nos obligan?). Cualquier rata de laboratorio bien condicionada puede ser todo lo que se espera de ella, puede acabar queriendo ser lo que se espera de ella. Pero no olvidemos que la vida es un juego, un juego complejo en el que nuestro papel no está muy claro. Un juego cruel con normas derivadas del coste-beneficio en el que somos entrenadas desde la infancia. Hay que superarse, ser útiles a nuestra sociedad, sacrificarnos y que siga girando la rueda ¿no? Un final áspero y agrio para la antología, que te deja el cuerpo cortado, pero bien elegido porque se recuerda.

Y aquí se acaba el recorrido por Distópicas y Poshumanas, solo espero que haya quedado perfilado y que se note lo que este lector ha disfrutado con el mismo. Quiero también que quede claro cuál es el objetivo primordial de estos dos libros y para eso os transcribo otra cita, larga pero clara a este respecto.

En definitiva, esta antología tiene como objetivo mostrar la existencia de una amplia gama de escritoras de ciencia ficción españolas que llevan trabajando en este género literario desde el siglo XIX hasta nuestros días. Sus textos se caracterizan por una marcada preocupación social e incluyen temas relacionados con la sexualidad no normativa, la lucha por la igualdad de los seres poshumanos y una comprometida perspectiva ecocrítica, sin dejar de lado temas clásicos de la ciencia ficción aunque, eso sí, escrutados por un ojo que todo lo mira desde el otro lado del espejo: ese lado que hasta ahora no se había reflejado en la historia de la ciencia ficción española.

Todo queda dicho por mi parte, amplia es la oferta y los terrenos que componen Distópicas y Poshumanas. Quizá la segunda entrega, Poshumanas, posea algo más de calidad en conjunto; pero si las consideramos como un todo esa diferencia no parece significativa y apenas se nota. Ambos volúmenes nos muestran lo que siempre estuvo ahí y no recibía atención a pesar de la luz que emanaba, lo que es un mérito que por sí mismo justifica todo el esfuerzo de edición. No hace falta ser feministas o sintonizar con dicho «ismo» para apreciar la peculiaridad y el valor normalizador y reivindicativo de esta obra, su afán de ampliar un panorama con sombras y su carácter abierto e invitador. Abrid sus páginas y disfrutad.

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