Ursula K. Le Guin: La mano izquierda de la oscuridad

La mano izquierda de la oscuridad. Libros Prohibidos

Título original: The Left Hand of Darkness
Idioma original: Inglés
Año: 
1969
Editorial: Minotauro (1973 / Edición especial numerada, 2018)
Género:
 Novela (Ciencia ficción)
Traducción: Francisco Abelenda

Silencio, habla Ursula

Seguimos con las reseñas de este mes de octubre dedicado —casi— por entero a las escritoras de la mano de la iniciativa #LeoAutorasOct. Y aprovechamos una ocasión así para darle su sitio a una autora que es una institución en el mundo de la fantasía y la ciencia ficción que, particularmente, me encanta, pero que pese a ello no está suficientemente representada en esta revista online; solo por esta entrada sobre el mundo de Terramar. En efecto, me estoy refiriendo a la única e insustituible Ursula K. Le Guin. Hoy le toca a su La mano izquierda de la oscuridad.

«Escribiré mi informe como si contara una historia, pues me enseñaron siendo niño que la verdad nace de la imaginación.» Así comienza su relato Genly Ai, enviado al planeta Gueden, también llamado Invierno por su gélido clima, con el propósito de contactar con sus habitantes y proponerles unirse a la liga de planetas conocida como el Ecumen. Los guedenianos tienen una particularidad que los hace únicos: son hermafroditas, y adoptan uno u otro sexo exclusivamente en la época de celo, denominada kémmer. En Invierno, Ai conoce a Estraven, un alto cargo que le mostrará cuán diferente puede llegar a ser una sociedad donde no existe una diferenciación sexual.

Siento tener que empezar así este análisis, pero creo que para el lector de hoy en día es fundamental saber si una obra ha pasado el test del tiempo. O dicho de otra manera, cómo ha envejecido. En este aspecto he de comentarlo a dos niveles: estilístico y temático. Estilísticamente, este libro es una maravilla. La narración no busca contar todo con gran detalle, pero sí detenerse en todo aquello que le resulta importante. Y tratándose de un planeta semidesconocido, es mucho. La escritura de Le Guin es pausada y con poso, sus palabras tienen calado y apenas dice nada porque sí. Claro, esto convierte a La mano izquierda de la oscuridad en una lectura más lenta de lo que estamos acostumbrados hoy en día. Y eso que, repito, las descripciones no son en absoluto pesadas. De modo que, a nivel estrictamente de agilidad lectora —en un mundo como el nuestro de poca capacidad de atención, listas de libros leídos y por leer, y casi ningún tiempo libre—, sin ser un libro pesado, debo advertirlo: no lo vas a disfrutar si vas con prisa o esperas encontrarse una estructura pageturner bestseller. Vamos, que hoy en día sería complicado que se publicase un texto así. Qué cosas.

La mano izquierda de la oscuridad. Glaciar. Libros Prohibidos

A nivel temático, paradójicamente, La mano izquierda de la oscuridad no ha envejecido ni una pizca. De hecho, podría decirse que está más joven que nunca, ya que se adelantó bastante a su tiempo. No me estoy refiriendo solamente al profundo y multidimensional retrato del ser humano que la autora se marca a través de los guedenianos —eso es algo que no ha cambiado nada desde que el libro se publicó—, sino de la «anomalía» bigénero que estos presentan individualmente. Los habitantes del planeta Gueden son humanos, pero no tienen género ni sexo definidos la mayor parte del tiempo. Solo durante su celo, el kémmer, los individuos adoptan un género, femenino o masculino, y este es aleatorio y puede cambiar con cada celo. Hoy en día, con los avances que han dado lugar al conocimiento del género neutro, o con la visibilización de la gente no binaria, o con los debates alrededor de personas trans, este libro tiene mucho que ofrecer. Sin olvidar que fue escrito hace cincuenta años, podríamos decir que es una obra idónea para entender un poco mejor nuestro presente. Escalofriante y vertiginosa paradoja literaria.

Claro, esta particularidad en el sexo de los guedenianos da pie a los grandes temas que plantea La mano izquierda de la oscuridad y que la convierten en una obra imprescindible. Estos humanos son, a la vez, mujeres y hombres, comparten sus características o, dicho de otra forma, carecen de los rasgos principales que caracterizan a unas y otros. Por poner un ejemplo, en Gueden no hay guerras. Esto no quita que haya tensiones políticas, luchas por el poder y cierta violencia —llegando hasta al asesinato—, pero el concepto de guerra como forma de solucionar sus problemas no tiene cabida para ellos. También es una sociedad más dada a la conservación de las costumbres y menos ansiosa de conocer qué hay más allá. Un mundo que podríamos considerar más estático y menos dado a los cambios bruscos. Obviamente, Le Guin, sin idealizar uno u otro género, realiza una crítica muy sutil a nuestra sociedad, no porque el ser humano sea necesariamente malo, sino porque vivimos en una realidad desigual e injusta. Y todo ello manteniendo la esperanza de un cambio. Sí, Ursula K. Le Guin bien pudo ser la precursora del hopepunk.

—¿No entiende aún, Genry, por qué perfeccionamos y practicamos la profecía?
—No.
—Para mostrar que no sirve de nada tener una respuesta cuando la pregunta está equivocada.

Novela de supervivencia

Con tanto mensaje y tanta temática profunda propia de la alta literatura, no se nos debe escapar que La mano izquierda de la oscuridad también es una novela realista en una buena cantidad de sus pasajes. En ocasiones, incluso demasiado. Existe una parte nada despreciable de capítulos que muestran la lucha por la supervivencia de los dos personajes principales en el duro y gélido ecosistema del planeta Gueden. La intención es crispar todavía más —de una forma, de nuevo, sutil y de gran inteligencia por parte de la autora— la tensión sexual no resuelta entre ambos protagonistas; cosa que consigue de una manera que resulta hasta agónica. Y para ello nos encontramos con unos pasajes descritos casi a modo diario que no tienen nada que envidiar a obras más agrestes, testosterónicas y crudas como Fafner, sin ir más lejos.

La mano izquierda de la oscuridad. Ursula. Libros Prohibidos

Podría pasarme días y días hablando de esta obra, de sus implicaciones, de su fuerza, de su mensaje, de su valor para nosotros que tenemos la suerte de poder acceder a ella. Pero voy a preferir recomendárosla encarecidamente ahora que Minotauro ha decidido volverla a sacar en una preciosa y cuidada edición limitada y numerada. No perdáis la oportunidad de tenerla en vuestras vitrinas y, sobre todo, leerla y releerla; dejaros inspirar por una autora irrepetible.

¿Si odio a Orgoreyn? No, ¿por qué he de odiarlo? ¿Cómo odia uno a un país, o lo ama? Tibe habla de eso; yo no soy capaz. Conozco gente, conozco ciudades, granjas, montañas y ríos y piedras, conozco cómo se pone el sol en otoño del lado de un cierto campo arado en las colinas; pero ¿qué sentido tiene encerrar todo en una frontera, darle un nombre y dejar de amarlo donde el nombre cambia? ¿Qué es el amor al propio país? ¿El odio a lo que no es el propio país? Nada bueno. ¿Sólo amor propio? Bien, pero no es posible hacer de eso una virtud, o una profesión… Mientras tenga amor a la vida, amaré también las colinas del dominio de Estre, pero este amor no tiene fronteras de odio. Y más allá soy ignorante, espero.

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Foto: Carlos Hevia. Unsplash