Año: 1988 / 2013
Editorial: KEN
Género: Autobiografía
Valoración: Muy recomendable
Mi querida bicicleta no es una novela, ni un relato, ni tampoco un libro de cuentos. Mi querida bicicleta ni siquiera es un libro. Mi querida bicicleta es un librito, con todas las connotaciones cariñosas que ese diminutivo puede tener, en referencia a los libros que lees en una tarde pero recuerdas toda la vida. Un librito encantador y entrañable, no sólo por la temática (breves recuerdos autobiográficos de Delibes relacionados con sus bicicletas), sino también por la edición, una delicia (como todo lo que hacen en KEN) con coloridas ilustraciones y con una camisa desplegable que se transforma en un póster.
En este librito nos enteramos de que Delibes fue todo un ciclista. Ojo, no un biker, un cicloturista, un hipster, o un deportista. No, sólo un hombre normal y corriente que utilizaba su bicicleta con pasión y por necesidad. Un hombre para el que su bicicleta era el único medio de transporte en una época en la que los coches eran pocos y para pocos. En una época en la que recorrer cien kilómetros en bici era la única forma de pasar unos días con tu novia. Pero, como digo, la necesidad no está reñida con la pasión, y ésta a Delibes le sobraba desde pequeñito, desde el primer día en que aprendió a montar en bicicleta y estuvo dando vueltas al jardín durante horas porque no sabía cómo bajarse. O desde las carreras con los amigos en las cuestas del pueblo, que bajo el sol del verano eran para ellos como puertos del Tour.
La misma pasión que le llevó a regalarle a su novia, en la pedida de mano, una bicicleta, en vez de un anillo. Un regalo que resultó muy útil en la luna de miel, durante la que, aparte de “los amartelamientos naturales” (qué pluma más elegante), no tenían otra distracción que sus bicicletas. Claro, ni móvil, ni tablet, ni tele, ni radio, ni WhatsApp, ni Facebook…
En definitiva, Delibes, nuestro escritor del mes en Libros Prohibidos, y la editorial KEN nos ofrecen con este librito una forma encantadora de transportarnos (en bicicleta, por supuesto) a otro tiempo, que no digo que fuera mejor, pero del que quizás deberíamos recuperar algunas cosas de vez en cuando.