Año: 2013
Editorial: Dalya
Género: Terror
Valoración: Muy recomendable
Ginés Parra es un solitario empleado de banca que vive en una apartada urbanización a medio construir. Un día encuentra, en un mercadillo de animales, un ejemplar muy especial de araña lobo. Desde el momento que la araña entra en su vida, su horizonte comienza a cambiar: vuelve a tener amigos, familia, amor, pero también ha de enfrentarse a las exigencias de su peculiar compañera. El crecimiento del arácnido no parece tener fin y cada vez demandará presas mayores, obligando a Ginés a sumergirse en una vorágine de violencia de la que difícilmente podrá escapar.
Esta es la primera parte de la sinopsis que podemos leer en la contraportada del libro de Javier Marcos. No obstante, desde que tuve Lycos en mis manos, me llamó la atención el segundo párrafo, ese que ni siquiera aparece reflejado en la sinopsis que la Editorial Dalya ofrece en su web:
Lycos es un cuento de terror acerca de la necesidad insoslayable de compañía que tiene el ser humano, una necesidad tan poderosa que ha de ser satisfecha pese a todo, sin importar la deuda que se contraiga y aunque el ser que elija quedarse a nuestro lado sea tan inadecuado como esta araña gigante y voraz.
Hay libros que se quedan en la superficie. Cuentan la historia del bicho de turno asesinando y devorando a diestro y siniestro, se centran en la acción y poco más. Al final, nos enteramos de que es una extraña mutación o un ser llegado de a saber qué oscuro y lejano rincón del Universo, y listo. La araña es un animal muy utilizado en la literatura de terror y el autor bien podría haber caído en el tópico, pero por fortuna no es el caso. Los caminos para llegar al terror son múltiples y Marcos consigue en Lycos que la mezquindad de la condición humana nos estremezca más aún que el horror procedente del arácnido.
Me gustaría destacar algunas de las virtudes de la obra que supone el debut como novelista del escritor gaditano Javier Marcos. En primer lugar, destacaría lo bien escrita que está. Es habitual, cuando se trata del primer libro de un autor, encontrar errores de expresión, faltas de coherencia, lenguaje demasiado enrevesado e incluso faltas de ortografía o puntuación. Esto, todo hay que decirlo, se encuentra también en el debe de algunas editoriales, que por dejadez o falta de presupuesto prestan escasa atención al trabajo de corrección. En Lycos la escritura es muy correcta, sin incoherencias ni pomposidad innecesaria, facilitando una lectura fluida.
La historia de la araña está muy bien conseguida y la construcción de los personajes, en especial la del protagonista humano del libro, es espléndida. El autor logra sumergirnos en la particular psicología de Ginés, con sus luces y sus sombras, para hacer verosímil la convivencia de una familia diferente, formada por un ser humano, un arácnido y un perro.
Las descripciones de personajes y lugares son muy correctas y el autor no olvida introducir importantes dosis de crítica social, dirigida en particular a los bancos, así como al drama de la soledad humana (auténtico núcleo de la trama) y sus imprevisibles consecuencias.
He de reconocer que mientras leía Lycos fue creciendo en mi interior un temor inevitable ante el final de la obra. Temía que Marcos desbarrara a la hora de cerrar la historia, algo que ocurre a menudo con autores noveles. No obstante, las últimas páginas del libro y el epílogo final están muy bien resueltos y consiguen transmitir las sensaciones que a buen seguro busca provocar el autor en el lector.
Un último apunte, en este caso sobre la ilustración elegida para la cubierta del libro. Se trata de Araña sonriente (1881), obra del pintor francés Odilon Redon, quien fuera admirador confeso del genio Edgar Allan Poe. Un acierto como todo en este primer libro de Javier Marcos: una buena historia, bien escrita y bien contada.