L. J. Salart: Un cálido escalofrío

Un cálido escalofrío. Libros Prohibidos

Título original: Un càlid calfred 
Idioma original: 
Catalán
Año: 
2018
Editorial: El astronauta imposible
Género:
 Novela corta (Fantasía/Terror)
Traductor: Blanca Rodríguez
Obra perteneciente a la sección oficial de los Premios Guillermo de Baskerville 2019

Un fractal literario

Un cálido escalofrío, título del que hablo hoy, es uno de esos ineludibles para mí. Aúna ser de género, ser independiente, y haber sido escrito por alguien que resulta ser compañero de letras  en la web amiga, Origen Cuántico: L. J. Salart. Y si a eso ya le sumamos que ha sido el último libro propuesto para el club de lectura Diseccionadores de novelas —esta reseña, por cierto, pertenece a dicha disección—, pues ya es que roza la lectura obligada. Y lo mejor de todo es que, como veremos a continuación, ha sido un placer.

Lo siento, pero no me sale. Conjuro mis fantasmas para componer relatos que no os dejen dormir cuando os acurruquéis bajo las sábanas. Pero las historias se me vuelven luminosas como la caricia de un espectro: un cálido escalofrío.
Pensé en el concepto de sunshine horror, terror luminoso—en inglés suena mejor—, para describirlos. Pero no es terror, no dan miedo. Tengo claro que no van conmigo los fantasmas vengativos ni la sangre derramada por las paredes. Quiero creer que si alguien se queda atascado en este lado será más por amor que por odio. Quiero creer que los que se han ido no me han abandonado del todo y que, cuando siento un escalofrío, ha sido por un abrazo suyo.

En el titular he hablado de fractal porque creo que es la composición que mejor se asemeja con la estructura de esta obra, aunque podría haber valido otra cosa. Un ejemplo de ello es que también la veo parecida a una hidra con diversas cabezas vivas que se entrelazan sin parar; vivas a independientes pero pertenecientes a un mismo ser. Porque Un cálido escalofrío cuenta una historia hecha de historias. Es un raro híbrido entre la novela corta y el libro de relatos. Podríamos decir que la trama principal requiere de las otras historias más cortas y puntuales para completar el hechizo. Porque esa trama es, en realidad, la argamasa que une a los personajes y sus respectivas situaciones. Y, por qué no decirlo, también une a sus fantasmas.

Pero no se queda ahí el efecto de fractal de Un cálido escalofrío, ya que el autor ha querido componer un libro que vaya más allá de la experiencia lectora. Para ello se ha servido de los dibujos de Ariadna Sanz y las fotografías de Gil Garriga, y las ha rodeado, además del texto del libro en sí, de poemas, letras de canciones y citas de personalidades —dándole más complejidad todavía a la criatura con esta suerte de mosaico donde cada pieza encaja para conseguir un acabado de gran valor estético—. Con ello, Salart ha pergeñado una obra capaz de despertar distintas partes del cerebro que cuando solo se lee. Un libro que se transforma en una experiencia para los cinco sentidos. Tan bello como difícil de clasificar.

Un cálido escalofrío. Ghost. Libros ProhibidosY ya que hemos abierto la tapa y nos hemos metido en el jardín de clasificar a esta obra, hay que comentar su género. ¿Es fantasía, es terror, es narrativa? Pues, como venía ocurriendo con lo demás, es todo al mismo tiempo. Es cierto que la trama principal entronca con las historias de fantasmas y espíritus errantes, pero su función no parece la de asustar al lector, si no más bien la de servir de puerta a sentimientos más profundos. Si acaso, sirven para provocar un cálido escalofrío. Vaya, sin darme cuenta acabo de descubrir el significado del título del libro.

Daniel tiene veintisiete años y trabaja en una tienda doblando ropa. Es alto y flacucho, dicen que guapete. No tiene suerte en el amor, no ha tenido ninguna relación que durase más que las vacaciones. Siempre lo dejan antes de que se acabe el verano. Daniel ve espíritus, no sabe desde cuándo. «Desde que nací», dice.

Para finalizar con el análisis formal y estilístico de este libro, he de señalar que todo el preciosismo y cuidado de su presentación quedarían deslucidos si el lenguaje no acompañase. L. J. Salart se deja llevar aquí, se suelta, y deleita al lector con una escritura esbelta que fluye con suavidad y que no abusa de figuras literarias innecesarias. Le da al texto lo que este pide, y por eso respira tan bien. Cada palabra que aparece en Un cálido escalofrío está escogida con detalle, no sobra ni falta nada, ni una mísera coma. Sin duda, de un libro que tanto mima la estética se espera una escritura impecable. Y así es. Como diría Ángel Sanchidrián, esto es lo que le da la calidad a la película —pero esta vez sin sorna—.

El todo por la parte

Y como esta obra es casi un libro de relatos, permite —casi se podría decir que invita a— seleccionar una de sus partes y releerla con gusto. Hay muchos capítulos —o relatos, según se mire— que destacan, pero yo me quedo con el que cuenta la historia de Andrea y Daniel, que me ha dejado un poco loquer y que por sí solo hace que leer esta obra merezca la pena.

La lista de difuntos del día de mi nacimiento no incluye ningún escritor, una lástima. Tengo muchos emperadores, militares y revolucionarios: pero no me encajan. Cristina Jurado nació un uno de febrero, el mismo día y mes que murió Mary Shelley: aquí sí he encontrado un espíritu dejando su herencia a una nueva generación de escritores de ciencia ficción.

En resumen, Un cálido escalofrío: libro cortito, intimista, más que bonito, preciosista, que tiene distintas capas de lecturas y también distintas formas de disfrutarse. Y que recomiendo.

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Foto: Gabriel. Unsplash