Título original: Genocide of one
Idioma original: Inglés
Año: 2016
Editorial: Umbriel
Traducción: Antonio – Prometeo Moya
Género: Novela
Valoración: Mejor no
Suspense sin carisma
La mejor forma que se me ocurre de empezar a hablar sobre Akili es por el libro en sí. Del libro como objeto, quiero decir. Se trata de un volumen de 545 páginas en tapa blanda de colores verdosos, con lo que podréis suponer que no es precisamente un libro que nos vaya a servir para calzar ninguna mesita de salón, pero con un par de Akilis uno tiene papel de sobra para hacerse un buen par de alzas. Pesa exactamente 650 gramos, cantidad más que suficiente para ganar algo de masa muscular después de hacer repeticiones de levantamiento de Akili. Repanchingado en el sofá mientras leía tranquilamente esta novela percutida por Kazuaki Takano, he podido sentir cómo se fortalecían mis bíceps mientras sostenían, durante más tiempo del que la novela se merecía, sus 650 gramos de peso. De modo que podríamos empezar esta reseña por un aspecto positivo del libro: leyendo esta novela (o, en su defecto, sosteniendo un ejemplar) te puedes poner mazas.
Vale, ahora tocan los aspectos negativos, y para eso voy a necesitar algo más de espacio.
Empecemos por el argumento. Nada nuevo bajo el sol. El punto de partida de Akili es tal que así: los Servicios Secretos estadounidenses han descubierto que en el Congo ha aparecido una nueva forma de vida que podría poner en peligro a la raza humana. Con el objetivo de destruir a dicho ser, contratan a un equipo de mercenarios que deberá viajar al corazón de la selva africana y acabar con la amenaza. Sin embargo, uno de ellos, el mercenario Jonathan Yeager, descubre que su objetivo, ese ser que puede acabar con la raza humana, es la perfecta solución para el mayor problema que tiene en su vida: cómo salvar a su hijo de una enfermedad mortal. En paralelo, transcurre la trama de Kento, un científico japonés que recibe un correo electrónico de su padre varios días después de este haber aparecido muerto, y que se ve envuelto, cómo no, en una rocambolesca historia de suspense en la que nada es lo que parece y que parece exactamente lo que es: se trata del típico thriller que uno ya ha visto miles de veces. Una historia intrascendente, pensada solo para entretener y que cae (muy duro) en el intento, escrita por una pluma funcional y explicativa en exceso. Hay páginas y páginas que parecen directamente sacadas de la Wikipedia.
Aunque, bueno, según cómo se mire, ese podría ser otro punto a favor de Akili. Además de ponerte mazas gracias a su más de medio kilito de peso, es probable que aprendas algo sobre la historia reciente de África, sobre programación genética y sobre un montón de cosas más que nunca habías buscado en la Wikipedia porque en realidad (seamos honestos) siempre te habían dado igual.
Ya te puedes hacer una idea del tipo de novela de la que te hablo: un giro argumental tras otro envuelto en larguísimas explicaciones científicas e históricas que cubren de información un enorme vacío de vida. Porque no sientes que ninguno de los personajes de esta novela vivan, sino que uno los ve que como un arquetipo extraído de una película de sobremesa de Antena 3. Jonathan Yeager es ese mal actor con la versatilidad interpretativa de Steven Seagal y ese aspecto de modelo para fotos de marcos de fotos. Ese es el carisma del protagonista de Akili. Ese es el carisma de toda la novela, en definitiva. Un lomo grueso de colores verdosos que abandonar, quién sabe si más pronto que tarde, entre otros lomos de tu estantería dedicada a los libros sin gracia.