Juan Cuadra es un autor con una doble cara. Calmado, introvertido, profesor de literatura, amante de la música, de la poesía, con tendencia a escribir cosas intensas o melancólicas durante el día. Despiadado, amante de la magia moderna y el terror por la noche. Esas noches en las que escribía La saga de la Ciudad, que por fin podemos encontrar completa en librerías. De ella conversamos con él, para desentrañar un poco más lo que se esconde en las Casas de la Carne.
Todo comenzó con un relato, Sombra y Sauce. ¿Cómo llegó a convertirse ese germen en La saga de la Ciudad?
El relato me llevó a la magia moderna, la magia moderna me llevó a estudiar, aprender, y descubrir un mundo que por sí mismo podía dar forma a múltiples novelas y, tristemente, la crudeza de la vida añadió el ingrediente que faltaba. Tenía dos personajes atrapados en una ciudad, pero me faltaba la gran pregunta: ¿cómo ha surgido esa ciudad? Y eso es lo que necesitó de muchos años de piezas que se iban conectando lentamente, hasta llevarnos a Ivo, el Reino y la Ciudad.
Han tenido que pasar tres años para ver la obra publicada en su totalidad. ¿Cómo se enfrenta la escritura del final de una saga que no sabes si conseguirá ver la luz?
Cambiando la perspectiva. Después del mazazo de quedarme sin editorial, el primer impulso es dejarse llevar por la desesperanza. «Pues hasta aquí hemos llegado, no hay más». Pero ahí entró en juego un grupo de personas, de amigos dispersos por la geografía, que habían leído por dónde iba la continuación, y que fueron los que realmente me impulsaron. Sin ellos, su aliento, su impulso, no habría encontrado fuerzas para seguir escribiendo, o al menos no tan pronto. Y, una vez en marcha, era una historia tan larga, tan intensa, que necesitaba completarla para explicar todo lo que había aprendido, todo lo que había cambiado mientras la escribía.
«Para mí el camino ha sido preguntarme de qué ha sido y es capaz la gente, y buscar la respuesta antes de seleccionar y ponerme a escribir. La conclusión sería que escribir horror es duro, y que de momento he tenido mi ración más que de sobra»
Hubo momentos en los que te planteaste tirar la toalla. Ahora que los lectores tienen en sus manos la conclusión de esta historia, ¿tienes pensado embarcarte en otros proyectos literarios?
En cuanto la vida laboral y familiar lo permitan. De hecho, ya están germinando semillas, nuevas historias que de nuevo considero que necesitan ser contadas. Sin perder de vista la magia histórica y sus practicantes, aunque sin ese mundo tan descarnado de La saga de la Ciudad, eso sí.
En la novela, las pesadillas son la forma que tenemos de sacar nuestra maldad para comportarnos de forma civilizada en la realidad. En tu web aparece también esta frase: «los buenos son los que se contentan con soñar aquello que los malos hacen realidad», como dijo Freud que decía Platón. ¿Con qué sueña Juan Cuadra?
En septiembre, con poner en marcha el instituto, y el resto del año normalmente no recuerdo mis sueños. Sin embargo, curiosamente, hace muchos años que no tengo pesadillas. Cada vez que uno de mis sueños amenaza con volverse demasiado oscuro o terrible, siempre paso a ser consciente de que es un sueño y que, por lo tanto, es modificable. Con lo cual podríamos decir que de noche también escribo historias.
La saga de la Ciudad se califica como fantasía urbana, pero yo creo que se describiría mejor como fantasía oscura o, directamente, como terror. ¿Qué etiqueta le pondría Juan Cuadra, si es que existe alguna que la defina en su totalidad?
Yo empecé a escribir una historia de horror y magia, que después otros definieron como fantasía urbana, y me parece que son etiquetas compatibles. En su forma es fantasía urbana, en el sentido de que el escenario tiene sin lugar a dudas esas características; pero en su fondo es una historia de horror, que busca no darnos miedo, sino removernos y al mismo tiempo hacernos reflexionar un instante sobre aquello de lo que somos capaces.
«Ya están germinando semillas, nuevas historias que de nuevo considero que necesitan ser contadas»
Una de las cosas que quizá sorprenden más cuando leemos El libro de Ivo son las referencias a cuentos de hadas. Caperucita Roja, La Bella Durmiente o Blancanieves. ¿Qué más guiños literarios se esconden entre las páginas de La saga de la Ciudad?
Creo que muchas veces a los autores nos cuesta ver parte de los guiños que incluimos, son referencias que están casi a un nivel subconsciente, y solo en la relectura o cuando te lo señalan eres consciente de cómo lo que has leído o visto se trasmite a lo que escribes. Los cuentos de hadas son importantes, y fue un artículo de Neil Gaiman sobre ellos lo que me llevó a buscar las versiones más antiguas (mi texto de referencia es The Classic Fairy Tales, editado por Iona y Peter Opie), y a comprender la importancia de las historias de horror como elemento moral, por eso tenían que estar. Aparte de eso, son importantes por ejemplo todas las novelas, canciones o películas que aparecen (a veces sin decirse el nombre explícitamente), como una forma más de definir a los personajes. Y algún que otro cameo, todo hay que decirlo. Con paciencia, se puede encontrar a China Miéville como uno de los visitantes de la Ciudad, por ejemplo.
Otro aspecto que llamó mucho mi atención es que, sobre todo en las primeras dos novelas, la inmensa mayoría de mujeres que aparecían eran rubias. Si no recuerdo mal, la Víctima también lo era. ¿Es algo intencionado? ¿Qué se esconde detrás de estos detalles?
El cabello rubio de la Víctima responde al ideal de belleza del Renacimiento, la mujer lánguida e inactiva, todo lo opuesto a la Reina, de cabello negro y una fuerza de la naturaleza en sí misma. Del mismo modo, Olena es un personaje al que Sombra se esfuerza en ver como indefenso, sin serlo en ningún momento. Al fin y al cabo, siendo como fueron un camino de aprendizaje, hay mucho más de arquetipos en las dos primeras novelas de lo que me gustaría, pero el único modo de mejorar es hacer cosas.
«Si hoy escribiera de nuevo La saga de la Ciudad, indudablemente el final sería igual, pero el camino probablemente distinto»
Aunque tus personajes son anteriores al Universo Cinematográfico de Marvel, no he podido evitar comparar en alguna ocasión a Frank con Thanos, o a Lucian con Dr. Strange. ¿Hay de verdad influencias marvelianas en La saga de la Ciudad? ¿Con quiénes compararías otros personajes?
Yo tendría que irme un poco al universo de DC para comparar, con un Sombra que podría ser parecido a un John Constantine sin ninguna autoestima; o a Siiri que es Wonder Woman sin poderes, una mujer que tiene muy claro qué es lo correcto y cuáles son los problemas que suele acarrear la masculinidad exacerbada. Pero en realidad lo esencial para mí es que son muy humanos; tras todos estos años de escribir y meterme en su piel, son ellos mismos, y me cuesta encontrar cualquier otra analogía.
Con el tiempo que ha transcurrido desde la escritura de las primeras novelas hasta la publicación final, da tiempo a tener mucha perspectiva. ¿Hay algo que hubieras cambiado si El libro de Ivo y El libro de Sombra no se hubieran publicado con anterioridad?
Cambiaría mucho de la estructura que hay de fondo. Como tantos otros, yo me he criado en una sociedad que culturalmente (cine, televisión, cómics, en todas parte) tiene el machismo como punto de partida y normaliza la violencia contra la mujer. Es parte de «la estética» de ciertos géneros, por decirlo de algún modo. Y sin ser consciente de ello, todo eso se volcó en el comienzo de la escritura. Cuando yo empecé a leer sobre feminismo y a cambiar mi visión del mundo y de lo que era normal y aceptable y lo que no, ya tenía dos novelas terminadas. Con lo cual me encontré con el problema de transformar la visión y el mensaje de lo que quería contar, y al mismo tiempo conseguir que las cuatro novelas siguieran siendo coherentes. Por eso en El Libro de Lucian y, sobre todo, en el de Siiri, vi necesario pararme a explicar ciertos personajes, ciertos recursos, a ir un paso más allá. Es cierto que con la nueva edición de Insólita tuve la oportunidad de retocar partes de El Libro de Ivo, pero digamos que solo a nivel estético, no de estructura. Eso habría requerido prácticamente empezar de cero para que saliera contento, y no se podía. Con lo cual, si hoy escribiera de nuevo La saga de la Ciudad, indudablemente el final sería igual, pero el camino probablemente distinto.
«Pero ahí entró en juego un grupo de personas, de amigos dispersos por la geografía, que habían leído por dónde iba la continuación, y que fueron los que realmente me impulsaron. Sin ellos, su aliento, su impulso, no habría encontrado fuerzas para seguir escribiendo, o al menos no tan pronto».
En tu biografía dice que a Juan Cuadra le gusta el terror y el horror. Aun así, ¿cómo afecta escribir algo como La saga de la Ciudad?
Decía Nietzsche, probablemente hablando de otras cosas, que si miras mucho un abismo el abismo terminará por mirar en ti, y para mí creo que define bastante el proceso. Por una parte, corres el riesgo de insensibilizarte, de que deje de impactarte lo que estás escribiendo, cuando el objetivo es precisamente el contrario. Pero, sobre todo, el problema es que cuando lees una novela de terror o ves una película, termina y sigues tu vida; pero cuando escribes tienes que estar todo el tiempo sumergido. Y lees cosas para documentarte, y tienes que meterte en pieles que son muy desagradables, y después te dejan sucio. Para el lector es tan simple como pensar «hay que ver qué locuras se le ocurren a este hombre»; pero para mí el camino ha sido preguntarme de qué ha sido y es capaz la gente, y buscar la respuesta antes de seleccionar y ponerme a escribir. La conclusión sería que escribir horror es duro, y que de momento he tenido mi ración más que de sobra.
Sin duda, una de las maravillas de esta saga es cómo se entremezclan los diferentes sistemas de magia o los seres feéricos con la realidad. ¿Qué libros de consulta recomendarías a quien quisiera saber más de estos aspectos que aparecen en tu obra?
El problema es que la mayoría de los libros de magia histórica y magia moderna son muy áridos, y además lo que está traducido es bastante escaso (y un texto árido y además en inglés puede ser demasiado para la mayoría). Aún así, hay autores muy didácticos, como Scott Cunningham, que habla de wicca; o la propia Biblia Satánica, de Anton S. LaVey, para entender mucho mejor a Lucian. Y, para mis queridos Tuatha Dé Danann, mi punto de partida fue el Libro de las Invasiones (Leabhar Ghabhála), que es una lectura estupenda si no te espanta leer textos épicos realmente antiguos.