Como cada mes de julio desde 2012, en la remota villa de Avilés, Asturias, a resguardo del abrasador verano español, tiene lugar el Celsius 232, festival entregado a la literatura de género fantástico (terror, fantasía y ciencia ficción). Contando la edición de 2017 que acaba de terminar, han sido ya seis las veces que esta fiesta de las letras ha abierto sus puertas al público, asentándose como uno de los eventos punteros del fantástico en lengua castellana.
El festival toma prestado su nombre —con bastante gracia, además— de la influyente distopía de Ray Bradbury, Farenheit 451. A los 451 grados Farenheit el papel comienza a arder, lo que, traducido a nuestros grados centígrados, también llamados Celsius, es 232. Y es que este clásico ha marcado tan profundamente a los amantes de la literatura, seguidores o no del género, que no dejamos de ver referencias al mismo por todas partes, incluyendo el nombre, la imagen y el sentido de esta web que ahora estás leyendo, sin ir más lejos.
El fantástico accesible para todos los públicos
El Celsius 232 consiste en unas jornadas cuyo mayor interés es el género fantástico, aunque también, de vez en cuando, dejan espacio a otros géneros. Por supuesto que la literatura se lleva la mayor parte de los focos, pero hay espacio para otras disciplinas que puedan estar relacionadas como el cómic, los videojuegos, la animación, el cine, los juegos de mesa o el cosplay. Si nos paramos a pensarlo un momento, se trata de una fiesta dedicada con cariño y devoción a los fans. La mejor muestra de ello es que las charlas, firmas de libros y demás actividades paralelas tienen entrada gratuita hasta completar aforo, cosa que puede ocurrir en cualquier momento.
Otro ejemplo de esta excepcional apertura al visitante y de entrega al fan, es la accesibilidad total para conocer autores consagrados. Estos se mezclan con los visitantes, están disponibles para firmar sus libros, o se dejan ver por las terrazas de los establecimientos del precioso casco antiguo de Avilés. Y no solo estamos hablando de autores nacionales, sino de los mejores representantes del género en el extranjero. Este año, por ejemplo, han destacado Joe Abercrombie —que ama el festival y ya lleva varias visitas—, Rhianna Pratchett, Ian McDonald, Lisa Tuttle y Joe Hill. En años anteriores han compadecido autores de la talla de George R. R. Martin, Patrick Rothfuss o Brandon Sanderson. Y en lo que se refiere a autores de lengua castellana también ha desfilado por el festival lo más granado. Este año han asistido Elia Barceló, Emilio Bueso, Sofía Rhei, César Mallorquí, José Antonio Cotrina, Felicidad Martínez, Concha Perea, Guillem López o Lola Robles, entre muchos otros.
Algo que no se debe pasar por alto es el ambiente distendido que reina por doquier, ya sea en los espacios propiamente dedicados al festival, como en los adyacentes. Las ganas de diversión, entretenimiento y la fascinación por la temática de organizadores, asistentes e invitados hacen posible un buen ambiente difícil de encontrar en otro lugar. No en vano, aquellos que pisan Avilés esos días señalados de julio suelen repetir.
Con respecto a las actividades paralelas —a la literatura, se entiende— el Celsius 232 ofrece un variado e interesante catálogo en el que entra el cine en la calle, clases de esgrima antigua, cosplay, videojuegos, doblaje… Además, aprovechando el tirón del festival, muchas organizaciones, medios de comunicación y particulares se adhieren en paralelo al programa, organizándose presentaciones, eventos, charlas y cursos intensivos. De nuevo, todo condensado en unos pocos días y rabiosamente gratis. Es apto para todos los bolsillos y todas las edades.
Proyección internacional
Como comentaba más arriba, la proyección internacional del Celsius 232 es incuestionable. La propia organización no lo oculta en su página web, donde reza que son «un encuentro literario de primerísimo nivel mundial». Además de no escatimar en gastos —dentro de sus posibilidades— invitando autores de todas partes del globo, el festival también otorga sus propios premios literarios: los Kelvin 505 (efectivamente, otra forma de indicar la temperatura a la que arde el papel). Su objetivo es premiar las mejores novelas nacionales y extranjeras, juveniles y adultas. Este año ha sido su segunda edición, resultando premiados El gran imaginador, de Juan Jacinto Muñoz Rengel, El problema de los tres cuerpos de Cixin Liu, Las puertas del infinito, de Víctor Conde y José Antonio Cotrina, y Un cuento oscuro, de Naomi Novik.
Los premios Kelvin 505 vienen a corroborar el afán por llegar más allá y por hacer bien las cosas en este festival. Pese a ser una agrupación pequeña con un presupuesto reducido, hay un interés por traspasar fronteras, por hacer accesible a todo el mundo lo mejor de lo mejor en el género. Para ello consiguen movilizar a un buen número de profesionales de la comunicación y los medios —que, recordemos, trabajan como voluntarios— para leer las obras más destacadas publicadas durante todo el año y nominarlas. Es posible que este premio no sea demasiado importante por el momento, pero no ha hecho más que dar sus primeros pasos. Para afianzar el proyecto y hacerlo crecer tanto como les gustaría a sus organizadores, todavía faltaría que las instituciones decidieran apostar en él con mayor firmeza. Pero, como suele ser costumbre en España, lo cultural está a la cola de todo. Habrá que seguir trabajando y esperando.
El Celsius 232, la literatura independiente y los autopublicados
Como no podía ser de otra manera, en Libros Prohibidos nos preocupamos de la parte menos agraciada de la industria editorial y queremos saber cuál es el papel de los más pequeños en todo esto. Es cierto que, en principio, las puertas del Celsius 232 están abiertas para todas las editoriales por igual, pero también es verdad que son los autores pertenecientes a los grandes grupos quienes copan las charlas, presentaciones y firmas de libros. Esto, más que a una estrategia calculada en la sombra por los poderosos, responde a que en el Celsius 232 prima la calidad y la fama de los libros para satisfacer al aficionado. Por lo tanto, nos encontramos aquí con un reflejo del mercado editorial tal y como es, aunque también es cierto que la brecha no es tan grande como puede ser en la Feria del Libro de Madrid o en Sant Jordi. La sensación de igualdad y de cercanía hace que los autores menos conocidos se codeen con los más famosos o con estrellas de talla mundial.
Por otro lado, como ya decíamos, prima la calidad de los textos, por lo que podemos encontrar una fuerte presencia de editoriales de género que, aun siendo pequeñas, merecen su espacio entre los gigantes. Estamos hablando de viejos conocidos como Sportula o Nevsky, así como de nuevas y pujantes firmas como Cerbero o Apache Libros. Por supuesto que hay diferencia entres los grandes y los pequeños, pero la puerta está abierta.
Con respecto a la autoedición, una vez más, vemos las dificultades de estos autores para formar parte activa del festival. Es cierto que no existen prohibiciones específicas contra ellos —como sí ocurre en muchas ferias del libro, como la de Madrid—, pero sin el apoyo de un grupo importante apenas consiguen hacer ruido; algo habitual, por otra parte. No obstante, dado el espíritu abierto del Celsius 232, está la posibilidad de que los autores independientes puedan exponer sus obras usando la caseta de las librerías que acuden al festival, como ocurre con Bosque Mitago, por ejemplo.
Pero no todas son malas noticias para los autopublicados. Como viene ocurriendo en los demás escenarios, los indies van cobrando protagonismo y abriéndose hueco por entre las rendijas que encuentran. Un estupendo ejemplo de ello es el taller para escritores que en esta última edición impartió Gabriella Campbell como evento paralelo. Además, sabemos de buena tinta que el festival va a seguir apostando por esta vía para el año próximo (pero me temo que no puedo desvelar más detalles).
Todo lo expuesto es lo captado por un servidor, que acudió a la última edición como autor, miembro de medio especializado y aficionado al género. Ninguna de estas tres facetas quedó desilusionada. Más al contrario, todas quedaron perfectamente satisfechas y deseosas de que llegue julio de 2018 para volver. De modo que, si te consideras un gran aficionado al terror, a la fantasía o a la ciencia ficción, quieres participar en un evento cuajado de eventos y entrar en contacto con autores superestrella —además de huir de las temperaturas sofocantes del resto de la península—, sigue mi consejo: el Celsius 232 es tu sitio. Cuando vayas lo sabrás.