Rubén Rodríguez Rísquez: Viajar en el tiempo es fácil, ¡si sabes cómo!

Ilustraciones: Libertad Delgado
Año: 2018
Editorial: LiterUp
Género: Novela corta (ciencia ficción)

Obra perteneciente a la sección oficial de los Premios Guillermo de Baskerville 2019

Viajar en el tiempo es fácil, ¡si sabes cómo! es una novela corta de ciencia ficción humorística protagonizada por un señor anónimo, descrito por su autor en su presentación en el Festival Celsius, con estoica resignación, como «un idiota». El caso es que el idiota, siguiendo al amor de su vida, Araceli, acaba uniéndose a una secta del fin del mundo llamada la Iglesia del Buen Fin (de los Días) y menos mal, porque gracias a eso consigue ser el único superviviente cuando los bolnnegiannos se presentan a destruir la Tierra. Tras una serie de disparatados eventos que deberían haber enmendado el error, el idiota acaba a bordo de un crucero espacial y se las apaña para convertirse en el director escénico de Hamlet: el musical, en el que el príncipe danés es alegre y casquivano (y hay un número con mimos). Sin embargo, como el idiota es el protagonista, aunque sea idiota, también consigue toparse con una oscura conspiración a bordo del crucero y tener un tórrido romance con la chica, porque para eso es el protagonista de una novela de ciencia ficción. ¿Qué hará al respecto? ¿En qué consiste la conspiración? ¿Cuáles son los límites de la estulticia del prota? Eso deberá averiguarlo el aguerrido lector.

Salí una vez en Los Serrano

El humor en Viajar en el tiempo es fácil se basa en dos pilares: las referencias a la cultura pop y la irremediable estupidez de sus personajes. Las situaciones absurdas coronan el arco entre estos dos pilares. Para muestra, un botón:

—Vamos a la habitación… 328. Del área 52, en el sector índigo. —No sonaba nada convencido.

—¡El sector de los artistas! Tiene que ser estupendo vivir allí, ¿verdad? Siempre quise hacer Bellas Artes, pero al final me decanté por una profesión con futuro: azafata de crucero. En fin, bastará con que pidan portal y tomen un desplazador. —Groucho y yo no movimos un músculo, y eso me bastó para saber que ninguno habíamos entendido un carajo.

—Imagine —me aventuré a hablar— que no hemos estado nunca aquí. Imagine que nunca hemos visto un portal. Imagínese todo eso. Pues ahora tiene que explicarnos de nuevo cómo llegar al sector índigo, al área 52, a la habitación 328.

—¿Es una performance? ¡Es una performance! Oh, por la papisa, quiero ayudarles. Había escuchado hablar de ellas, pero nunca he entendido su significado ni en qué se diferencian de un happening, la verdad.

Tanto el narrador como los bolnnegiannos, grandes admiradores de la cultura humana desde los sofás Luis XVI hasta Los Serrano, hacen constantes referencias a películas, cómics, obras de arte y personajes famosos con efecto cómico y la trama incluye una alusión a Hamlet francamente ingeniosa (no, no es solo manos de jazz y mimos). Sin embargo, la novela, en su corta extensión, también tiene la oportunidad de desarrollar una somera sátira del actual clima político de posverdad, negacionismo y manipulación mediática. Quizás también quepa advertir de que, si bien se trata de una novela en la que los viajes en el tiempo juegan un papel, no es un papel central, a pesar de lo que pueda sugerir el título: se encuentra mucho más cerca de Idiocracy que de 12 monos.

Patear culos y mascar chicle

Viajar en el tiempo es fácil es una novela entretenida que nos puede alegrar un par de tardes y arrancarnos algunas carcajadas, pero no innova demasiado ni es especialmente memorable. Me apena decirlo, porque el planteamiento tiene bastante potencial, pero el autor no consigue realizarlo por completo (por ejemplo, el motivo de Hamlet como un musical y las posibles situaciones cómicas durante los ensayos y representación me ha parecido que no se explotaban lo suficiente). También se le podría criticar que su aspecto de parodia de películas de acción y ciencia ficción pulp es tan sutil que yo tuve que leerlo en la contraportada; quizás sea lo único que explique cómo el personaje principal femenino, el único ser con dos dedos de frente de todo el elenco, sea seducido de forma tan fulminante por semejante cenutrio como es el protagonista.

Si el idiota venía a patear culos y mascar chicle, y estaba destinado a fracasar estrepitosamente, Rodríguez Rísquez podría haberse dejado llevar todavía más por el disparate a la hora de reírse de las convenciones del género; si la novela pretendía ser otra cosa, el romance entre el protagonista y la bella y competente Ofelia no tiene mucho sentido. No obstante, se trata de un esfuerzo admirable y es una novela que se disfruta y se lee con gusto. Tengo ganas de seguirle la pista a Rodríguez Rísquez a partir de ahora.

En conclusión, se trata de una novela cómica breve que gustará a los amantes de la cultura pop, a los que disfruten de la observación ociosa de la estupidez humana y sobre todo a aquellos que estén convencidos de que los extraterrestres tienen el aspecto de imitadores de Elvis Presley.

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