Finalista del Premio Guillermo de Baskerville al mejor libro independiente de 2015
Año: 2015
Editorial: Tyrannosaurus Books
Género: Novela
Valoración: Muy recomendable
La de hoy es la última obra que entra en la sección oficial del Premio Guillermo de Baskerville 2015. Mañana publicaremos un resumen con los participantes de este año, y al día siguiente por fin anunciaremos los nominados. Pero no adelantemos acontecimientos, pues la novela que traigo hoy, Coburn, no es cualquiera.
En los Estados Unidos, en un momento indeterminado que bien podría encontrarse entre los setenta y los noventa (o incluso la actualidad), Coburn es un pistolero a sueldo. Perro viejo, profesional de vieja escuela, es experto en el peligroso arte de sobrevivir incluso a las peores traiciones de los gangsters. La solución de un trabajo demasiado comprometido hace que tenga que cambiar de costa: Nueva York por Los Ángeles. Una vez allí, atendiendo la llamada de una madre desvalida pero con cash, se decide a investigar la desaparición de una joven que, como tantas otras, fue a Hollywood en busca de fortuna.
Con este aire de tipo duro a lo Charles Bronson (no es el único guiño/homenaje a este actor, pues uno de los “malos” lleva su nombre verdadero: Charles Dennis Buchinski), el protagonista se nos presenta como un matón sin escrúpulos que tal vez no es el más fino ni sofisticado, pero al menos ha sido capaz de mantener el pellejo a salvo hasta cumplir los cincuenta. Si a esto le añadimos un filtro de peli setentera (no necesariamente de gran presupuesto), estética tarantinesca (muy Death Proof pero también Pulp Fiction), olor a sudor, loción de afeitado y alitas de pollo en cubo de tres kilos, y, por supuesto, un argumento ansioso de mostrar pistolas y sangre, damos con la combinación perfecta que hace de Coburn un libro redondo.
En realidad, olvidaos de que es un libro: Coburn es una película escrita. Para ser más precisos, Coburn es una mala película escrita en un buen libro. Y mola, mola muchísimo. Pablo García Naranjo tenía una idea muy clara en su mente y la ha plasmado con maestría. El estilo adoptado es audaz, rotundo, directo, con unas descripciones breves y poderosas que permiten situar a la perfección al lector para no distraerle ni un segundo de la acción. El ritmo también acompaña, sobre todo en los momentos previos a la acción, donde el autor se regodea con la tensión creciente.
El control del lenguaje, milimétrico en todo momento, es otro de los puntos fuertes de esta novela. Es algo que se aprecia especialmente en los diálogos: solventes, satisfactorios y, pese a la sobrecarga de testosterona, frescos y divertidos. Es cierto que no hay ningún personaje trabajado de forma distinta o que se salga de los estereotipos mafiosos, pero esto es algo que no se echa en falta. En Coburn la historia es la que es, no tiene mayores pretensiones y se disfruta precisamente por que es muy fácil identificar los elementos que la componen. Aprovecho aquí para resaltar al Sr Black, el jefazo de los malotes, que en su par de apariciones lo borda.
Definitivamente, Coburn no va a ser un clásico de la literatura, pero sí que tiene la capacidad de proporcionar unos cuantos ratos (no demasiados por su reducida dimensión) de diversión. Muy recomendable.