Octavia Butler: La Estirpe de Lilith I: Amanecer

Título completo: Amanecer. La estirpe de Lilith, Libro I. Trilogía Xenogénesis.
Título original: Dawn
Idioma original: Inglés
Año:
1987
Editorial: Nova (español, 1989-2021); Mai Més (catalán, 2019, con el título Alba)
Traducción: Luis Vigil García, revisada por Pilar Márquez (español); Ernest Riera (catalán)
Género: Novela (ciencia ficción)

Amanecer es el primer libro de la trilogía Xenogénesis, de Octavia Butler, y el que presenta la aparición de la rara especie nómada y alienígena de los Oankali. A estos últimos los podemos conocer, especialmente, por medio de la relación que entablan con Lilith (nombre bíblico que, si se presta atención, parece haberse escogido por cierto simbolismo); una mujer de poco menos de treinta años que ha sido rescatada del apocalipsis humano, cuyos sucesos han ocurrido en un tiempo antes de la novela y que conocemos por menciones que hacen los Oankali, o los personajes humanos que irán apareciendo. A través de Lilith, siempre cautiva en una nave Oankali, y su despertar en esta, que establece una bella relación entre el principio del libro y el título del mismo, el lector conoce de la naturaleza de los Oankali, de los planes que tienen para los seres humanos y, especialmente, de su necesidad de relacionarse con nosotros, por lo menos en el sentido reproductivo. Tema no sé si recurrente, pero que la autora toca en Hija de sangre, su relato más conocido y estudiado, y que será ampliado al concepto de mestizaje en el segundo libro de la trilogía, Ritos de madurez. 

Inteligencia – Jerarquía

Eran los ochenta y Ronald Reagan antecedía a Schwarzenegger (que sabemos, no fue presidente, salvo en la película de Los Simpson, pero sí gobernador del estado de California) como la primera estrella de Hollywood en convertirse en presidente de los Estados Unidos, por lo menos antes de que este curioso pre-requisito estadounidense se degradara a las estrellas de realitys de la TV, como sucedió con Donald Trump. Eran los años de la guerra fría y de una tensión política constante, de pronto más frontal y no tan socarrona como las de las democracias contemporáneas, entre Estados Unidos y la Unión Soviética. Por esto mismo, eran todavía años del terror del apocalipsis nuclear y una declaración de Reagan, en palabras literales de Octavia Butler, detonó la idea para Xenogénesis, tal y como lo expresó ella misma en una entrevista con la también autora Joshunda Sanders, después de ser consultada por aquellos años de la carrera espacial entre las dos potencias: 

Pienso en la carrera espacial como en una forma de tener una guerra nuclear sin tenerla. Lo digo literalmente. Tuvimos una competencia con la URSS y de esa competencia surgieron muchas buenas consecuencias técnicas. Aprendimos muchas cosas que no sabíamos antes, incluso cosas que se aplican a los sistemas de armas y, sin embargo, no nos aniquilamos entre nosotros. Quiero decir, había gente que pensaba que una guerra nuclear era una buena idea. Durante la primera parte de la era Reagan, hubo gente que pensó que podíamos ganar una guerra nuclear y deshacernos del imperio Soviético. Pensé que estaban locos, pero estaban ahí. Y Reagan asumió el cargo a pesar de que pensaba que se podía ganar una guerra nuclear. 

Más que una mención anecdótica, la situación que plantea Butler no es sino un caso real de tantos que, extrapolado en Amanecer, se plantea de la siguiente manera: la tan hipotética guerra nuclear de la guerra fría y, a la vez, tan manoseada por la literatura y el cine anglo de CF, estalló finalmente. El planeta se convirtió en un lugar dañino para los seres humanos sobrevivientes, la atmósfera se vició y desaparecieron muchas especies de plantas y animales. Un par de años después, los Oankali arribaron al planeta y se encontraron con tal situación, por lo que rescataron a todos aquellos que pudieron llevarse. Lilith, por su parte, se convertirá en su principal aliada y, por ello, en sujeto de sospecha para varios de los de su especie.

Se me ocurrió la idea de los libros de Xenogénesis de Ronald Reagan porque él estaba defendiendo este tipo de cosas. Pensé que debía haber algo básico, algo genéticamente mal con nosotros si nos enamoramos de esas cosas. Y se me ocurrieron estas características. Los extraterrestres llegan después de la guerra y nos dicen que tenemos estas dos características que no funcionan y juegan bien juntas. Nos dicen que somos la especie más inteligente que han encontrado. Pero también somos jerárquicos. Y puse esto después de la gran guerra porque es una especie de ejemplo.

Los alienígenas son comerciantes nómadas, cuyos negocios los hacen con la genética de otras especies, con quienes experimentan como condición para la propia supervivencia. Lo que ganan los seres humanos con esto es bastante sencillo: los Oankali han recuperado la atmósfera terrestre y desean devolver a los humanos a su hogar; destruido por lo que ellos explican a Lilith como producto de una tensión innata en la naturaleza de los seres humanos, entre su inteligencia y su pulsión jerárquica conflictiva. También prometen aumentar sus capacidades físicas y curar muchas de sus enfermedades, ¿qué cree Lilith que harán con ella? Siente, al principio, que la convertirán en una especie de concubina alienígena, que será violada, pues ha sido escogida entre otras personas para despertar.

Los Oankali no son tan malos…

Como lector, es sano confesar los prejuicios con los que abordé a los Oankali desde el principio. Mi excusa, casi obvia, es la siguiente (una que otros lectores criados con la TV podrán entender también): creemos que las entidades extraterrestres son malas, que son enemigas de los seres humanos… en definitiva, que no son E.T. O bueno, digamos que a estas alturas, ya tenemos material para afirmar lo contrario. Por lo menos quisiera expresar que este prejuicio con los alienígenas de Amanecer está fundado en la empatía que se tiene con Lilith; mujer que en la primera parte del libro reniega de su cautividad. El sentido común nos lleva a pensar cosas como que todo captor no puede ser una buena persona, en este caso, un buen alienígena. Un ejemplo puntual lo tenemos, por ejemplo, con el relato mencionado anteriormente, Hija de sangre, de la misma autora y que siempre se asoció por la crítica con una historia de esclavitud. Para Octavia Butler no era así y su respuesta es incluso tan sencilla y contundente como su relato: dicen que Hija de sangre es un relato sobre la esclavitud porque soy una mujer negra. Por lo mismo, la relación entre Butler y el afrofuturismo hace pensar en Lilith desde una visión étnica, lo que hace agua a la boca a la crítica occidental, siempre tan interesada en envolver autores y autoras no «blancas», en discursos de inclusión parecidos a los de una ONG.

Con lo anterior no quiero decir que la condición de Butler de mujer negra en un género de hombres blancos o como ciudadana de un país con serios problemas de discrminación sea ajena a la autora. Sucede, sin embargo, que en palabras de la misma Butler, la esencia (no tengo en la cabeza una palabra menos rimbombante) de obras como la trilogía de Xenogenesis o Hija de sangre se encuentra en las mismas tensiones que propone la CF. Amanecer nos involucra en temáticas más incómodas que nos cuestionan sobre las formas en que nos reproducimos, en que nos relacionamos en familias o, incluso, en las formas en que sentimos placer. Son los Oankali quienes, a lo largo del libro, hacen que Lilith se interpele constantemente sobre la verdadera naturaleza de sus captores. Los Oankali no pueden mentir porque sus sensaciones y recuerdos son compatibles con los de otros y porque funcionan como una memoria colectiva que busca el bien colectivo, si se permite la redundancia. Tampoco sufren de las mismas enfermedades que los humanos, siendo sus habilidades para manipular la genética su mayor rasgo característico y de sobrevivencia. Son capaces de leernos químicamente y, por esto, de alterar nuestras sensaciones. Por último, su reproduccion necesita de un tercero, los llamados Ooloi que no pertenecen al sexo biológico femenino o masculino.

Uno de los significados de «oankali» es «comerciante de genes». Otro es el nombre de esa organela, la esencia de nosotros mismos, nuestro origen. Debido a esa organela, los ooloi pueden percibir el ADN y manipularlo con precisión.

Los machos y hembras estaban relacionados por lazos de sangre, y los ooloi eran los extraños. Una de las traducciones de la palabra «ooloi» era «valioso extranjero». Y, según Nikanj, esta combinación de parientes y extraños daba mejores resultados cuando la gente era criada para un trabajo específico… como iniciar el comercio con una especie alienígena. El macho y la hembra concentraban las características deseables, y el ooloi evitaba el tipo erróneo de concentración.

A este respecto, debo confesar que esperé siempre el ataque de los Oankali hacia Lilith. Esperé que los monstruos se comportaran como tal. Pero los Oankali no atacaron nunca y no demostraron ser otra cosa que aquello que dijeron siempre a Lilith; una especie que necesita de los genes humanos para continuar mezclándose, como afirmando su naturaleza en el mestizaje, a la vez que los humanos afirman la suya, desconfiada y violenta en un compuesto de intrigas. 

Sexo de a tres

En otra  entrevista, Octavia Butler respondió de la siguiente forma a la pregunta de si se enfocaba, intencionalmente, en temas reproductivos y familiares como aspectos centrales de sus ficciones o si estas «solamente se daban». La pregunta se hizo partiendo de las ficciones en Xenogénesis e Hija de sangre:

Tal vez, como mujer, no puedo evitar insistir en la importancia de la familia. No sé cómo se sienten los hombres al respecto. Aunque no tengo esposo o hijos. Tengo otra familia y es para mí, y me parece nuestro conjunto de relaciones más importante. Es mucho de lo que somos. La familia no tiene tampoco que significa la más pura de las relaciones biológicas. Conozco familias que han adoptado personas de afuera; no me refiero a niños legalmente, sino a otros adultos, amigos, personas que simplemente te abren la puerta y se quedan.

Me interesa esta respuesta, ya que, en la autora, el concepto de familia se expande de una forma tan sutil, que lleva al lector a emitir posibles juicios mentales mientras lee, ¿en qué sentido? Es bastante sencillo si se observa el tipo de relación que establecen los Oankali entre ellos mismos y con los seres humanos o la relación que establece la entidad alienígena (superior en jerarquía a los esclavos humanos) T´Gatoi con Gan, el niño humano del relato. En la primera mención, en la de Amanecer, los Oankali se presentan como una raza que se reproduce entre tres; macho, hembra y los Ooloi, estos últimos capaces de manipular los genes y encargados de generar esa especie nueva que mezclará a los de su raza con los seres humanos. Estos primeros se llaman a sí mismos «comerciantes» de genes y su espíritu nómada concuerda con esto; los Oankali ya no saben, incluso, si su planeta de origen existe o no, pues han transitado por el universo desde mucho tiempo atrás. En la segunda mención, la de Hija de sangre, T´Gatoi se nos muestra como una larva gigante con un aguijón, que abraza con sus patas a los seres humanos, condenados a hacer de incubadoras de los huevos de la especie de T´Gatoi.

Podemos asociar en ambos relatos que, cuando los Oankali llevan a los seres humanos a experimentar con sus propios sentidos o que cuando T´Gatoi pincha a Gan, se está ejecutando una especie de violación narrativa. La relación amo-esclavo es casi obvia; sin embargo, no es tan sencillo; y no lo es porque la misma Octavia Butler decía, por ejemplo, de su relato más conocido, que no le gustaba que se leyese de forma tan literal y que tal vez invitaba a pensar esto de la familia de un modo más complejo. Las relaciones humanas son difíciles y esto no es un descubrimiento ni de Octavia Butler ni de quien escribe, mucho menos; pero por lo menos esto nos lleva a de pensar que no todo es blanco y negro en la relación amo-esclavo. 

En Amanecer, por ejemplo, Lilith  experimenta gracias a los poderes que los Oankali tienen para manipular los estímulos nerviosos humanos, sensaciones sexuales que son, literalmente, de otro planeta. Para experimentar esto, debe acostarse con su amante Joseph y con un Ooloi o por lo menos dejarse manipular por uno de estos, quien repite la relación de tres con las personas; hembra, macho y Oankali-Ooloi. Los humanos, cosa curiosa, no lo aceptan cuando vuelven en sí, a pesar de haber disfrutado de orgasmos que no pueden experimentar por sí mismos. Es allí cuando aparecen rasgos característicos humanos como la moral, el deseo de no mezclarse o el poco conocimiento de su propio cuerpo y organismo. 

En un sentido más amplio, Amanecer puede leerse como el proceso que Lilith vive para abrir más la cabeza en relación con sus captores, con quienes se termina llevando mejor que con los de su propia especie; al mismo tiempo, desenmascara el terror humano hacia el otro y que es el origen de recurrentes tendencias fascistoides. Recordemos, finalmente, que los Oankali no deben nada a los seres humanos que se han destruido a sí mismos y que ofrecen una segunda oportunidad. 

—Acuéstate aquí con nosotros —dijo Nikanj, hablando sólo él—. ¿Por qué has de estar ahí abajo, separada de nosotros?

Ella pensó que no podía haber nada más seductor que un ooloi hablando en aquel tono especial, haciendo aquella sugerencia en concreto. Se dio cuenta de que, sin quererlo, se había puesto en pie y dado un paso hacia la cama. Se detuvo y los miró a los dos. Ahora, la respiración de Joseph se convirtió en un suave ronquido; parecía estar durmiendo confortablemente, apoyado contra Nikanj, del mismo modo que ella se había despertado, muchas veces, para encontrárselo durmiendo confortablemente apoyado contra ella. No pretendió, ni exteriormente ni para ella misma, que fuera a resistirse a la invitación de Nikanj…, o siquiera que desease resistirla. Nikanj podía darle una intimidad con Joseph que iba más allá de la experiencia normal humana. Y, lo que él daba, era algo que también experimentaba ella. Aquello era lo que había capturado a Paul Titus, pensó. Esto, no la pena por lo perdido, o el miedo a una Tierra primitiva.

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Iustraciones: Andrés Arroyave