Año: 2015
Editorial: Autopublicado
Género: Novela
Valoración: Sin calificar
Llevábamos un tiempo sin reseñar ningún autopublicado, algo a lo que vamos a empezar a poner remedio desde ya. En las próximas semanas, ante el inminente cierre del plazo para las obras que entran en la sección oficial del Premio Guillermo de Baskerville 2015, vendrán bastantes más. Hoy le toca a Marafariña.
Marafariña es una aldea perdida entre las montañas y los bosques gallegos, un remanso de paz alejado del mundo. Allí se encuentra Ruth, una joven testigo de Jehová que lleva una vida modélica para los estándares de su cerrada comunidad. Un día llega a Marafariña una familia desde Barcelona huyendo de la fatal experiencia del fallecimiento de la madre. Olga, la hija menor, superada por los acontecimientos, conoce a Ruth, lo que da lugar a un profundo cambio en ambas.
Siendo honestos, debo decir que no terminé de leer esta novela. La dejé cuando mi e-reader estaba a punto de alcanzar el 30%. Aunque esto supone la nada desdeñable cifra de unas 200 páginas (el total del libro ronda las 650), no es lógico ni recomendable reseñar un libro que no se ha leído por completo. Pido disculpas por adelantado. Obviamente, va a haber muchas cosas que me pierda de esta obra, pero creo que, de todas formas, puedo destacar los problemas que he ido encontrando (típicos y normales en un autor novel, por otra parte).
Para empezar, el narrador está demasiado presente, muy encima del lector en todo momento. Aparte de que el estilo elegido (demasiado descriptivo y atiborrado de adjetivos) no favorece el avance de la historia, el narrador da demasiadas explicaciones de todo. No permite a los personajes expresarse, ni siquiera pensar por sí mismos. Esto, por un lado, deja poco espacio a la imaginación del lector, y por otro, resta viveza a los personajes. Podría decirse que el narrador no deja respirar a nadie y esto, con el avance de la lectura, agota.
Continuamos con la pareja de protagonistas, Ruth y Olga. Estos dos personajes no funcionan, ni juntos ni por separado. Ruth es la que mayor atención recibe desde el inicio, y sin embargo, con 200 páginas a mis espaldas, sigo teniendo la sensación de no conocerla bien. No queda clara su verdadera opinión sobre lo que ocurre en su vida, haciendo complicado empatizar con ella (lo que va en contra de las intenciones de la autora). Olga es, sencillamente, indescifrable. Vale que lo esté pasando mal, pero entre tanto cambio de humor es muy difícil saber quién es ella en realidad. La explicación de que Marafariña la ha cambiado tampoco suena nada creíble, pues la aldea es bonita y mágica, sí, pero tanto como podría ser otra cualquiera de Galicia (no llega al lector qué la hace tan especial).
Decía que, como pareja, Ruth y Olga tampoco funcionan. La historia de cómo se conocen y empiezan a gustar es poco natural, no fluye bien. Por cómo surgen los acontecimientos, lo lógico sería que no se pudieran ni ver, y sin embargo empiezan a sentir algo, al mismo tiempo, la una por la otra. Hasta donde yo pude llegar, había una completa ausencia de química entre ambas, y la sensación que me quedaba era que, si se gustaban, se debía únicamente a que el guión decía que tenía que ser así.
Estos son los principales problemas que he encontrado en Marafariña. Sé que es osado hablar tanto de un libro del que solo me he leído un 30%, pero resulta que si estos fallos se repiten en sus 200 primeras páginas, lo demás pierde interés, pues la tasa de abandono de un libro se concentra precísamente en los capítulos iniciales. Puede parecer injusto desde el lado del escritor, pero es totalmente comprensible del lado del lector, que es quien dedica varias horas de su tiempo a una lectura que, como mínimo, debería resultarle entretenida.
Una vez dicho esto, me gustaría decir que su autora, Miriam Beizana Vigo, tiene madera de escritora. Atesora una calidad de escritura que, por el momento, le sale solo a chispazos, y también tiene una sensibilidad que llega a resultar sobrecogedora. Pero considero que todavía le queda mucho trabajo por delante, en especial con respecto a sus personajes y con su seguridad a la hora de manejar las riendas del narrador. Es muy joven y esos errores son lógicos en alguien que empieza en este mundo. Además, una novela de 650 páginas entraña demasiada complejidad para lo que debería ser una ópera prima.
Desde aquí, le aconsejo retirar el libro del mercado, dejarlo reposar, volver a él pasado un tiempo para ganar en perspectiva, no parar de escribir, trabajar en su estilo y en la forma que quiere darle a sus obras y, por supuesto, leer sin descanso. Estoy convencido de que, con paciencia, llegará donde ella se proponga.