María Zaragoza: Diario imaginario de la mujer tigre

Año: 2015
Editorial: Cazador de Ratas
Género: Narrativa poética
Valoración: RecomendableLa editorial Cazador de Ratas sigue nutriéndonos de Libros Prohibidos que reseñar, y si la vez anterior fue poesía, hoy se trata de algo más difícil de clasificar. Diario imaginario de la mujer tigre se encuentra bajo la etiqueta «Poesía» en el catálogo de la editorial, pero lo que uno se encuentra al abrir el libro es prosa: 65 cortos capítulos de entre una y tres páginas, 65 entradas de un diario, o eso quiere la autora que piense el lector desde el título. Además, en la dedicatoria, se lee:

«A todos los que me hicisteis sentir menos sola
en unos momentos muy solitarios. A esos que
respetasteis mi tigritud. A los que trataron de
acabar con ella, pero no lo consiguieron»
Una dosis más de información para pensar que el diario es de la propia autora y que ella es la misteriosa mujer tigre del título (de hecho, la primera entrada del diario se llama El tigre de María se lame las heridas como mejor puede, uniendo de nuevo autora y protagonista a través del nombre). Si a estos datos le sumamos que en la contraportada la directora de la editorial describe el libro como «la verdad como acto de creación metafórica» y «el desamor convertido en buena literatura», ya están juntos todos los ingredientes necesarios para tener intrigado al lector, que no sabe muy bien lo que se va a encontrar, pero que no quiere demorar más su lectura para descubrirlo. En Cazador de Ratas lo han vuelto a hacer.
Al avanzar en la lectura, las expectativas se van cumpliendo, pues lo que el lector se va encontrando es, efectivamente, un diario poético. Diario porque está dividido en breves confesiones o reflexiones sobre los sentimientos de un día, de un momento; sentimientos que pertenecen a una mujer enferma (comienza reconociendo que toma medicación), que se describe como «compleja», diferente a las demás (a las que «tienen sentimientos planos, fáciles de prever»), porque está desdoblada: una mitad de ella es mujer («dulce, humilde», con «miedos y fragilidades», «que se preocupa siempre demasiado») y la otra mitad es tigre («seguro de sí mismo, inteligente», «sin miedo, sincero, abierto», que hace que «la mujer pierda los papeles y la paciencia», que «convierte a la mujer en una bestia»). Por otro lado, aunque la disposición del diario sea en prosa, el lector se encuentra también poesía: un lenguaje cuidado y profundo, que pretende llegar al fondo de la emarañada personalidad de la protagonista y de sus venenosas relaciones; un lenguaje que recurre constantemente a la comparación y a la metáfora como vías para conseguir transmitir lo interior, lo oculto, lo inexpresable. Las primeras líneas del libro sirven como ejemplo:
«Después de muchos días tomando medicación, he encontrado un grito que llevaba nombre, he hallado un mapa que llevaba mi cuerpo enganchado y un juguete en un cajón que se apellidaba como yo.
Han pasado las horas tempranas en las que la felicidad era una pequeña mentira a la que nos agarramos tan fuerte que la transformamos en otra, una más teñida de verde y rojo, una verdad a medias.»
Entrada tras entrada del diario, se van acumulando las metáforas, llegando a conformar una gran alegoría en la que los distintos elementos de la vida real de María se transforman en personajes de ficción. Al principio están sólo la mujer (la primera persona) y su tigre, que viven juntos en una jaula (con paredes, ventanas, mesas, armarios, cajones…) y que comparten su vida con un domador, un hombre que intenta controlar al tigre. A medida que avanza el libro, este planteamiento inicial va evolucionando. El diario comienza en Navidad y las reflexiones de la mujer están empapadas de invierno, de frío, pero las últimas entradas están ambientadas en agosto, con más luz. También evolucionan los personajes: el domador se va perfilando como el antagonista de la alegoría y pasa de ser una segunda persona (un tú) a ser una tercera persona (un él), más lejana. Aparecen otros pesronajes alrededor de los tres protagonistas (mujer, tigre y domador), que configuran el resto del ciro. Hay payasos y público, que aplauden porque no entienden la profundidad del drama que están presenciando en la pista, pero también están la «mujer funambulista» y la escapista «mujer evanescente», que sí parecen entender o incluso compartir el perverso baile del que son testigos.
De esta forma, la alegoría poética en prosa que es este diario resulta ser una pequeña novela, un relato de autoconocimiento, casi de autoayuda, que parece escrito para desenredar la mente de la autora, para aclarar su duplicidad psicológica, consiguiendo salir así de las profundidades de una oscura relación sentimental. Por lo tanto, la lectura de este viaje personal hacia la luz, hacia el verano, se hace por momentos difícil, enmarañada y tenebrosa; cuesta engancharse al monólogo interior de un interior complejo. Sin embargo, poco a poco, se va encontrando el ritmo de lectura, sobre todo hacia el final del libro, cuando el tigre llega incluso a tomar el protagonismo del diario, conquistando la primera persona (y hasta aquí puedo leer…). Un ritmo diferente al de una novela y diferente al de un poemario, que lleva a una lectura que es casi como la búsqueda de un diagnóstico, avanzando para intentar averiguar cómo es esa realidad alegorizada, qué ocurre en ella, quiénes son esos personajes circenses y qué va a pasar al final con ellos y sus saltos mentales sin red. Una lectura que, además, va revelando muchos descubrimientos poéticos, preciosos «versos» de esos que no puedes evitar subrayar, pues tienen una fuerza propia que hace que puedan tener otra vida futura independiente de su contexto original, como en este pequeño juego/homenaje:
«Desmenuzando las sombras
entre los dedos de los pies»,
«mientras la nada crece»
(«ese miedo antiguo»),
«me lanzo al vacío de la noche
con el alma levantada».
«¿Cómo es posible disfrutar del presente
cuando te has colado entre las grietas del tiempo?»
«Todos jugamos a ignorar los corazones rotos
y la ansiedad de los ciclos redundantes»
(«músicas fugadas»):
«pequeños ataúdes de memoria»,
«palabras sin tiempo»
En resumen, Diario imaginario de la mujer tigre muestra una duplicidad personal y psicológica manifestada (como no podía ser de otra forma) a través de una duplicidad argumental (circo o realidad, ¿qué es metáfora de qué?) y una duplicidad genérica (prosa o poesía, ¿cómo leer?), bien hiladas entre sí. Muy recomendable para los que alguna vez hayan tenido miedo de liberar al tigre que llevan dentro y que les ayudaría a salir de un atolladero sentimental; interesante experimento literario de fusión genérica para todos los demás miembros del circo.