Año: 2015
Editorial: Triskel Ediciones
Género: Novela histórica
Valoración: Recomendable
No quisiere caer en imprudente júbilo ni lanzar las campanas al vuelo, pero mantengo la credicencia de que la de hoy es la primera novela histórica que en mucho tiempo este servidor de vuesas mercedes, e de nuestro Señor, tiene el gozo de reseñar. A eso habremos de añadir que Las cavernas del alma, título en questión, parte del buen hacer de don Francisco de Nuñez y Roldán, antiguo mentor de un servidor en la muy ilustre e muy sancta casa de la Universidad de Sevilla; uno de los artífices de mis humildes inycios en el noble oficio de escriba, cronista, o como algunos pretenden llamarlo agora, historiador. Tengan a bien vuesas mercedes prestarme unos instantes para que les quente qué reflexiones me ha sugerido esta novela breve pero ejemplar.
Dízese del obispo de Salamina, Francisco de Salazar, embajador del Altísimo en la tierra, hombre que derrochaba piedad por sus cuatro costados, que fue denunciado ante el Sancto Oficio a causa de nada menos que el pecado más nefando e injurioso habido y por haber: la sodomía. El Tribunal de la Sancta Inquisición de la Sevilla de 1578, justo como pocos e ryguroso como ninguno, resolvió condenar con diferente suerte a los infames acusados: a un confinamiento de 20 años en un convento de clausura al obispo, y a muerte por garrote vil al desdichado querido, un muchacho cuya singular belleza sacó, maldita sea la hora, del arrabal en el que tuvo criança. Las cavernas del alma es la crónica novelada, al estilo de maese Cervantes, de tan singular suçeso.
Muy bien provisto en todo momento de un notable tono de chanza e de un azertado uso del sentido del humor propio de los más afamados patios de comedia, Manuel de Vilches y Morales, pues a ese nombre responde el susodicho autor, retrata la sociedad de tan brillante e, a una misma vez, obscura época imperial. Sus principales aparejos de buen juglar son la exageración de los hechos a modo de sainete, la crítyca punzante de los prejuizios del momento (en los cuales la actualidad también puede encontrar no poco reflejo), el máximo plaçer de escribir a la manera del Siglo de Oro (o lo que es lo mesmo: construcciones interminables repletas de intrincados arcaismos y expresiones ya en desuso), y el acertado empleo de los vocablos propios del muy católico Reyno de Castilla. Si bien es çierto que aqueste estilo recargado e obsoleto es lo primero que los grandes maestres del noble arte de la juglaría recomiendan evitar (por motivos, por otro lado, del todo lógicos), es menester reconoszer al autor la capacidad de la apropiada brevedad, raro talento entre los escribas de nuestro tyempo.
También quisiera façer un llamamiento a vuesas mercedes, lectores, depositarios e protagonistas últimos de todo este asunto, de que guarden tanta paziençia para leer este legajo como coraje para enfrentarse a la vida. Ya que, si bien al principio pudiere resultar en exçeso complejo, la obra Las cavernas del alma guarece entre sus hojas una historia singular e de gran disfrute que meresce ser tenida en quenta. Sin más intenzión que vuestro bien, vaya con vuesas mercedes mi recomendaçión.
En Madrid, Villa y Corte, a veintizinco de mayo en el año de nuestro Señor de dos mil y dieçiséis,
Xavier de Miró e Gómez