Exhalación — Ted Chiang

Exhalación. Ted Chiang. Libros Prohibidos.

Título: Exhalación (castellano) / Exhalació (catalán)
Título original: Exhalation
Autor: Ted Chiang
Idioma original: Inglés
Ilustraciones: Christian Malagón (portada de la edición de Mai Més)
Año:
2019
Editorial: Sexto piso (castellano, 2020) / Mai Més (catalán, 2020)
Traducción: Rubén Martín Giráldez (castellano) / Ferran Ràfols Gesa (catalán)
Género: Libro de relatos (ciencia ficción)

Exhalación es una extraordinaria colección de nueve relatos de Ted Chiang en el que se tratan, con la ayuda de motivos tecnológicos, temas como el destino, la entropía, la muerte y el tiempo.

Se me antoja complicado decir algo de Exhalación y de Ted Chiang que no se haya dicho ya. Ha publicado solamente dieciocho relatos desde que su carrera comenzó en 1990, por los cuales ha ganado la friolera de cuatro premios Nebula, cuatro premios Hugo y seis premios Locus. Sorprende menos que su producción sea reducida cuando constatamos el mimo absoluto con que construye cada uno de sus relatos.

Recuerda a Jorge Luis Borges por su prosa de una claridad meridiana, de una concisión quirúrgica; personalmente también creo que tiene en común con él y con Javier Castañeda de la Torre esa habilidad para hacerse las grandes preguntas, para evocar tanto la frialdad terrible de un universo abocado a la muerte térmica como el milagro —por improbable— que constituimos los seres vivos en mitad de un océano interminable de entropía.

Lo que podría haber sido

La colección comienza con «El comerciante y la puerta del alquimista», un delicioso cuento de ambientación inspirada por Las mil y una noches (su exotismo también me recordó a los cuentos de Oscar Wilde, si al maestro le hubiese dado por escribir sobre máquinas del tiempo) en el que un mercader topa por casualidad en el zoco con un alquimista que le presenta una puerta mágica por la que puede viajar al pasado. El relato revela así que en realidad contiene otros tres relatos engarzados en su interior, en el que el mercader se enfrenta a heridas y arrepentimientos de su pasado.

El último relato de la colección, «La ansiedad es el vértigo de la libertad», comparte temática con el primero, si bien la ambientación es completamente distinta. En un futuro cercano, existe una tecnología que permite comunicarse con universos paralelos, creados cada vez que se activan estos artilugios llamados «prismas» mediante una medición cuántica que puede arrojar dos resultados opuestos y excluyentes. Negocios enteros se construyen sobre la venta, uso, alquiler y reparación de estos aparatos, que tienen como daño colateral a personas que viven obsesionadas con las decisiones que han tomado y dejado de tomar, o con compararse con sus «parayoes», las versiones de elles mismes que viven en la otra dimensión. Además de su reflexión sobre el destino y el azar, llama la atención su descripción más que natural de la comodificación y explotación comercial de algo tan extraordinario como el acceso a universos paralelos.

De decisiones, destino y libre albedrío trata también «Lo que se espera de nosotros», un brevísimo relato que explora las nefastas consecuencias (en un sentido existencial) de un aparato aparentemente inofensivo: una especie de llavero con un botón con una luz verde que se enciende un segundo antes de que alguien lo pulse.

Mundos extraños

El relato que da título a la colección, «Exhalación», puede resumirse burdamente como la historia de una autotrepanación y sus consecuencias. El narrador es un ser mecánico que nos explica lo que la ciencia sabe hasta el momento de su fisiología y la de sus congéneres y qué lagunas les impiden avanzar, y que un día decide componer un artilugio que le permita desmontar su propia cabeza y ver lo que hay en su interior. Se trata de un planteamiento absolutamente marciano que no debería funcionar, pero que sin embargo fluye como un torrente desbocado y te hace imposible apartar los ojos de la página. Y yo encima lloré al final.

Otro mundo extraño y fascinante es el que Chiang nos presenta en «Ónfalo»: sigue unos cuantos días en la vida de una paleontóloga que habita un planeta creado ex nihilo hace apenas unos diez mil años: en la narración, está acompañando en su recorrido por diversos museos las momias de unos cuantos seres humanos primigenios, creados por un demiurgo al cual esta civilización adora, y que carecen de ombligo, suturas craneales y óseas y toda posible marca de haber nacido en parto vivíparo y haber crecido hasta su talla adulta. Es un relato que sabe a poco, pero que no podría ser mucho más largo, pues un universo tan joven es muy difícil de caracterizar con detalle sin que se desmorone y Chiang muestra un ingenio admirable en su intento. Además, produce una suerte de efecto claustrofóbico sorprendente y quizás hasta más angustioso que la agorafobia que podemos sentir al reflexionar sobre la inmensidad del universo.

A nuestra imagen y semejanza

Exhalación contiene dos relatos de robots: «La niñera automática, patentada por Dacey» y «El ciclo de vida de los elementos de software». El primero es un relato escrito por encargo para una antología coordinada por Jeff VanderMeer sobre piezas de museo ficticias; si bien presenta alguna idea interesante (una suerte de arraigo de un bebé con su niñera robótica que podría haber sido un experimento decimonónico real), encuentro que es un relato poco inspirado excepto como parodia brutal del estereotipo de científico británico del siglo XIX.

Sin embargo, me parece que «El ciclo de vida de los elementos de software» es simplemente la mejor narración sobre inteligencias artificiales que he leído en mi vida. Tiene la extensión de una novela corta y Chiang explica que quiso ir en contra de la tendencia habitual en las IAs ficticias de adquirir la sapiencia de forma inmediata en un fenómeno de singularidad («de salir completamente formadas como Atenea de la cabeza de Zeus», dice) y basarse en su lugar en el trabajo actual en machine learning para una aproximación más realista. A mí me parece que esta noveleta es anti-Frankenstein en tanto que Shelley escribió sobre crear a un ser inteligente y abandonarlo a su suerte, mientras que Chiang propone una manera en que podríamos responsabilizarnos de nuestras creaciones, acompañarlas en su crecimiento y maduración y hacerles un lugar en el mundo junto a nosotres. Bueno, y también tiene un robot de cuatro brazos que baila breaking, que a mí me parece una cosa muy notable.

Para finalizar, «La verdad del hecho, la verdad del sentimiento» reflexiona, para variar, sobre una de las formas más bajas y primigenias de tecnología: la escritura. Comparando el papel de un nuevo asistente memorístico del futuro cercano con el impacto de los primeros registros escritos sobre los pueblos y las civilizaciones, dice mucho no solo sobre el miedo y la resistencia a las nuevas tecnologías sino sobre el hecho de que los seres humanos hemos sido desde siempre cíborgs. Sin embargo, como relato sufre un poco comparado con otros de la colección por la debilidad de su estructura dramática, complementada pero no suplida por recursos propios de los relatos folclóricos.

«El gran silencio», por su parte, es más cercano a un poema en prosa y ayuda mucho a entenderlo conocer su contexto: se trata de un texto escrito por encargo para una instalación multimedia que yuxtapone imágenes del radiotelescopio de Arecibo con otras de una especie de papagayos en peligro de extinción que habitan el bosque cercano. Este contraste nos plantea preguntas acerca de nuestra búsqueda de otras inteligencias y de lo poco que hemos hecho como especie para comunicarnos con los animales no humanos.

No me queda más que decir que recomiendo Exhalación a absolutamente todo el mundo. Literatura con mayúsculas.

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