Año: 2016
Editorial: Triskel Ediciones
Género: Narrativa
Valoración: Recomendable
Con esta entrada dedicada a su última novela, Cavalry, Ernesto Rodríguez entra en el selecto grupo de autores con tres reseñas en Libros Prohibidos: Víctor Blanco, Richard Ford y Michel Houellebecq (solo superados por los aquí homenajeados Anna Starobinets y, por supuesto, Miguel Delibes).
Entre las concurridas calles de Barcelona, tres amigos compañeros de piso, se encuentran en un momento crucial en sus vidas. O en lo que al menos debería serlo. Valentín no sabe cómo terminar su novela, El Turco revive sin parar su truculento pasado, y Daniel quema sus energías en un trabajo sin futuro. Y mientras esperan que se les encienda la lucecita, van dejando que les arrastre la corriente.
Bueno, como cualquier seguidor avispado de esta web ya sabrá, Ernesto Rodríguez fue finalista del Premio Guillermo de Baskerville 2015 por El salto de Trafalgar y, además, desde hace unos meses es miembro de nuestro equipo (podéis leer aquí sus posts). Por lo tanto, intuiréis, esta reseña no puede ser mala. Pues así es. Pero no sería mala aunque yo lo pretendiera. Una vez más, cosa que no ocurre tan a menudo como me gustaría, he disfrutado con un libro suyo en las manos. Sigue conservando ese sentido del humor tan marca de la casa, aunque ya no es el mecanismo primordial que articula la narración, sino un recurso más. Cavalry prefiere sorprender al lector jugando con el lenguaje, sobre todo con los personajes de Rebeca y Valentín; la primera por su búsqueda de los porqués en la ‘Semántica parda’, y el segundo por la metáfora constante del proceso de creación de un libro.
Se repiten temáticas ya tratadas en El salto de Trafalgar o en Wilfred y la perdición. En Cavalry volvemos a encontrar el vacío existencial de sus protagonistas, el paso de la juventud a la madurez que nunca termina de llegar, el choque contra el muro de la realidad, la ausencia de referentes, el agujero negro de eso que llaman futuro. Esta es una novela que retrata nuestro tiempo desde el punto de vista de aquellos que nos comimos (y seguimos comiendo) las consecuencias de la eterna crisis del milenio. Este libro, como sus personajes, pertenece a todos esos chavales de treinta años que saben que jamás tendrán una vivienda propia, que van de trabajo de mierda en trabajo de mierda, que viven emparedados entre los dinosaurios que ocupan los puestos directivos y los jóvenes Pokemon Go que son como extraterrestres para ellos. Si andas perdido, entre estas páginas no vas a encontrar la dirección correcta a tu destino, pero sí que vas a reconocer los desniveles de la carretera. Y sus charcos.
Cómo no, Barcelona es un personaje más de Cavalry. Sus calles, plazas, locales o metro (que sirve de inspiración para las canciones de El Turco) transportan a los protagonistas en su odisea personal. Hay una clara intención de homenajear a la capital catalana y el autor la pinta tan guapa que, qué remedio, se acepta de buen grado.
Y ahora lo malo, que aquí hay para todos. No voy a hacer una reseña de guante blanco a mi colega Ernesto solo porque haya conseguido engatusarme con 3 de sus libros. Me hubiera gustado que hubiera tomado más riesgos con el devenir de las distintas subtramas, que fuera más ambicioso a la hora de meterse hasta el fondo en los personajes. Al leer Cavalry se me quedó la sensación de que podía haber cavado más profundo, que podía haber hecho más sangre en el lector. Cuando cerré su última página pensé que había escapado vivo de una historia que me podía haber dejado tocado por días (y tiene todos los ingredientes para ello). Esto no significa que decepcione, en absoluto, pero, tal vez, su lectura me creó una expectativa que no terminó de verse saciada. Creo, en definitiva, que Ernesto Rodríguez tiene el arma y sabe apuntar, pero, de momento, no mata. Incluso así, la recomiendo con ganas.