Título completo: Arcana mundi: cuentos de fantasía y ciencia ficción
Idioma original: Inglés
Año: 2014
Editorial: Fata Libelli
Género: Relatos
Valoración: Muy Recomendable
En la página de la editorial que publica esta recopilación de relatos se nos dice que es la primera dedicada en español a la obra de esta autora. ¡Ya era hora! Es lo primero que pensé cuando preparaba esta reseña. En esto de la lectura voraz no es tan común como sería deseable hallar nuevas voces que aporten sorpresas a los lectores. Sólo eso sería suficiente para justificar la lectura de Arcana mundi, pero es que además encontramos a una autora original, capaz de tratar aspectos ya vistos muchas veces y darles la vuelta para hacerlos interesantes y, por momentos, excitantes. Todo un hallazgo pues esta escritora, y también esta editorial, entran por primera vez en mis estanterías virtuales.
De Fata Libelli os voy a hablar. Antes de iniciar la lectura me informé sobre su labor y enseguida note algo especial, algo que no sabría definir mejor que con dos palabras: pasión y cariño. Pasión por las obras de género, un trabajo con una clara finalidad: dignificar este tipo de literatura, hacerla visible, darla a conocer y reivindicarla. Cariño que se nota en sus prólogos, en sus ediciones cuidadas, en su selección de autores y temáticas. Pero además me llevé una sorpresa agradable navegando por su web donde encontré la posibilidad de descargar de forma gratuita Lorem ipsum, libro que incluye todos los prólogos de las obras que hasta ahora han publicado. Me hice con él y a medida que lo leía mi sensación inicial no hizo más que asentarse: en esta editorial aman lo que hacen, quieren mejorar el panorama editorial, quieren que compartamos su ilusión. Como leéis, antes de empezar ya tenía la sonrisa dibujada en el rostro y, como el buen trabajo hay que valorarlo, desde aquí mi enhorabuena a las editoras.
Me meto en faena. Lo primero que quiero transmitiros es el regusto que deja esta lectura: a algo contundente, a algo que alimenta. Como si nos hubiéramos sentado ante una mesa servida y decorada con esmero, una en la que la comida no es más que una parte de la experiencia sensitiva. Me he quedado muy satisfecho tras leer estos siete relatos (entre los que se incluye uno que fue merecedor del premio Hugo: La marca de la marea) a pesar de que las presentaciones de los platos me eran en su mayoría conocidas, llenas de elementos ya saboreados pero dispuestos con una maestría y originalidad encomiables.
Y es que Arcana mundi hay que consumirla entera; prólogo incluido, porque de él podemos entresacar algunos razonamientos interesantes sobre el mundo editorial y sobre por qué la literatura de género aún está relegada a un segundo plano inmerecido. Se nos habla en este aperitivo de la dicotomía falsaria que en el mundo anglosajón existe entre ficción literaria y ficción de género, escisión que se ha extendido en general a otros panoramas culturales y que hace que una obra de género tenga que defender su valía mientras que otras consideradas literatura canónica simplemente ocupan los anaqueles de las librerías porque sí, sin reflexión previa sobre qué aportan a ese supuesto canon que representan. En definitiva, este prólogo se erige como una reivindicación de la calidad y hondura que es posible encontrar en la literatura mal llamada menor; en él se ataca con elegancia lo normativo, lo presuntamente adecuado. Recuerda, cuando te digan “es un libro de zombis” no sonrías condescendiente porque quizás en sus páginas te espera un ataque fulminante del síndrome de Stendhal.
Vamos ahora relato por relato, la ocasión lo merece porque todos tienen algo que los hace destacables. Los hay de distintas extensiones y temáticas, también mejores y peores, pero ninguno desdeñable o que pudiera ser calificado como de calidad insuficiente. Ese empaque y consistencia, el oficio que se nota detrás de las historias es su mayor virtud y hay que atribuirla tanto a la autora como a las antólogas.
En La marca de la marea nos despertamos en una playa. La narración está protagonizada por una inmensa máquina de guerra con forma y hábitos de cangrejo. La vemos renquear por culpa de una extremidad disfuncional y nos asombra su esmero a la hora de recoger lo que la marea arroja a la playa. Un día conoce a un niño herido al que cuida y ayuda a sanar aún a costa de su salud y baterías. Entre ellos se establece una relación de simbiosis y cariño, la máquina se convierte en la cuidadora del crío y este en sus manos ágiles, que suplen las carencias del tullido armatoste. La relación es muy creíble, tierna por momentos, verosímil y muy capaz de despertar nuestra empatía. Vemos cómo la máquina se humaniza por momentos en su labor de mentora del niño. Se trata de un relato en el que se produce una interesante traslación de los roles habituales que se atribuyen a las máquinas inteligentes y a los humanos; que se lee con extrañeza y sorpresa.
Amor en el talud comienza como una historia de fantasía épica en una tierra que mezcla componentes de diversas culturas y se acaba convirtiendo en una intriga política con ración de magia y ambientación preciosista. Choca al instante el cambio de registro respecto al texto anterior pero no tardamos en sumergirnos en la narración que nos va desvelando los secretos de sus personajes y cuya principal virtud es la descripción de entornos y la exuberancia de los detalles. La historia pide más longitud y el final se hace algo precipitado. Aunque este fenómeno es común en los relatos cortos de temática fantástica, más aún si el mundo que te presentan es creíble. Siempre queremos más de lo que promete ser emocionante y placentero.
Vamos con el relato que más me ha entusiasmado: En la casa de Ariamán brilla una señal solitaria. Se trata de una historia policíaca en una India futurista, concretamente en la localidad de Bangalore. Nos metemos de cabeza en mundo hiperconectado, sobreexpuesto a la publicidad y donde los flujos de información son el nuevo Ganges que se presenta más caudaloso que nunca. Me fascinaron la riqueza temática y la habilidad de Bear a la hora de exponer los matices de una realidad perfectamente construida. Algo complicado de hacer en tan pocas páginas, pero que la autora consigue con una dosificación exacta en sus descripciones de forma que el lector se ubica rápido y cree conocer las normas que rigen ese futuro donde la ingeniería biológica es el motor que mueve la sociedad. También están presentes muchos otros temas como la ecología, la identidad sexual, las relaciones humanas, asuntos políticos… Todo mezclado con sabiduría y presentado en un texto que se estira y condensa al gusto de la narradora; que es algo más que una historia de detectives con toques ciberpunk.
El siguiente relato es muy breve, tanto que casi parece más una reflexión en forma de cuento dialogado. Es atrayente pero extraño, familiar y cálido pero inquietante. Por momentos creemos que es una broma y nos planteamos cómo reaccionaríamos nosotros ante la situación que se nos plantea. El título de esta pieza en miniatura es Annie webber.
A continuación nos topamos con Los despojos del lobo que comienza con un juego literario entre lo que sugiere el título y lo que encontramos en sus primeras líneas. Una vez superado este requiebro perfectamente ejecutado asistimos al avance minucioso de la trama, lento pero efectivo, detallista a la vez que dinámico. Se trata quizás del texto en el que con más claridad se aprecian tintes feministas dentro de una fórmula ya repetida en anteriores relatos: peculiares mezclas que funcionan a la perfección, en este caso se entrelazan la mitología nórdica con la vida doméstica y el tedio que suele asociársele.
Pasamos a Mangosta, escrito a cuatro manos con Sarah Monette. Este relato parece ser el inevitable homenaje a la Alicia de Carroll que todo amante de lo fantástico tarde o temprano acomete. El resultado es más que digno, se nos presenta una panoplia de raros especímenes alienígenas que invaden una estación espacial a los que da caza un exterminador que es ayudado por otra bestia imaginaria. Las criaturas (Limazones, Rantas, Magnapresas…) invaden la nave rasgando el espacio tiempo y enseguida se disponen a imponer sus propias normas, su propia cadena alimenticia, convirtiéndose en una amenaza para todos los tripulantes. La narración es trepidante, basada en la acción y en la fascinación que provocan la descripción de la apariencia de los bichos hambrientos. Una pieza muy disfrutable.
El recopilatorio termina con La muerte de las emisiones terrestres que trata el tema de la comunicación con inteligencias extraterrestres. Una buena despedida para este “contacto” con Elisabeth Bear y su voz original capaz de variar y moldear a su antojo los registros narrativos; con su estilo virtuoso y su habilidad para tratar temas manidos desde perspectivas originales.
Porque me ha hecho disfrutar como cuando empecé a leer ciencia ficción pienso seguir de cerca la pista de esta autora. Quizás si os lanzáis a la lectura de Arcana mundi os suceda lo mismo.