Año: 2017
Editorial: Abducción Editorial
Género: Relato
Valoración: Está bien
Retratando eso que llaman ‘cotidiano’
Mi vida junto a Sasha Grey es una colección de relatos del autor chileno Christopher Rosales. Es curioso, desde la nominación —y gran papel— de Lo que no bailamos, han sido varios los escritores procedentes de ese país que nos traen sus libros de relatos. Es algo que nos encanta y que animamos a que sigan haciendo, pero no solo relatos y de Chile, sino novelas, poesía, ensayos de Colombia, México, Venezuela, Argentina, Perú…
Antes de seguir tengo que hacer el obligatorio ejercicio de presentaros a Sasha Grey, ya que espero que haya alguien leyendo que no sepa quién es. Yo iba a deciros que tuve que buscarla en Google para saber si era un personaje verdadero o de ficción, pero, para qué, si de todos modos no me ibais a creer. Según Wikipedia, Sasha Grey es —bueno, era, que se ha retirado— una actriz porno famosa por hacer hardcore porn a una muy temprana edad. Pero no solo se queda ahí, sino que ha traspasado las barreras de la industria pornográfica y también es modelo, actriz (con ropa), cantante y autora de un libro de fotografía y una novela, por supuesto, erótica, La sociedad Juliette. Todo ello la ha encumbrado hasta convertirla en una especie de icono pop. Escucharemos más sobre ella en el futuro.
Una vez hechas las pertinentes presentaciones, vamos a lo que realmente interesa de este post —que os recuerdo que sigue siendo la literatura—. Mi vida junto a Sasha Grey está compuesto por ocho relatos de narrativa urbana, esto es, la temática es este mundo actual que más que rodearnos, nos engulle. Y como no podía ser de otra manera, hay crítica hacia nuestra sociedad occidental. Una crítica sutil y bien llevada, que emana de las páginas del libro sin llegar a salpicar ni ser demasiado obvia. Las situaciones recreadas en este libro se ven como normales en un mundo corrompido y desgastado, pero bien visto desde fuera, nos encontramos con obsesiones, vacío existencial, desorientación en la vida, instintos bajos, malas intenciones y una alta tendencia al asesinato.
Me gusta mucho la forma que tiene Christopher Rosales de presentar los relatos. Tiene esa inconsciencia propia del amigo que, más que narrarte, te comenta algo que de sobra sabes. El resto de los relatos suele acompañar, pero como precisamente lo que más le cuesta al lector de cuentos es el comienzo de los mismos, esa forma de arrancar me parece un gran acierto. Me gustan tantos sus comienzos que, de hecho, las dos citas que he seleccionado para acompañar este post son los inicios de El último gol y La vendedora de hamburguesas de soya, dos de mi cortes favoritos.
El Basura tenía un solo amigo. Su nombre era José, aunque nadie lo llamaba de esa forma, para todos era el Sicópata de las plantas. Al José le decían Sicópata de las plantas y al Iván, Basura, y eran volaos y ambos murieron una vez, pero no en esta historia, en otra, en esta ya están muertos, yacen en nichos pareados que nadie visita nunca, a menos que sea para esconderse de los pacos para la marcha del once. El Iván era el Basura y el José el Sicópata de las plantas y habían muerto en otra historia que no nos importa. Sus cadáveres se pudren en hojas que no han sido escritas ni deberían.
Mis 3 relatos favoritos; míos y de Sasha Grey
A continuación os presento los relatos que más he disfrutado, aunque he de decir que no hay una enorme diferencia con los demás. La calidad de libro se mantiene muy pareja en cada uno de los ocho cortes. El primero de ellos es La vendedora de hamburguesas de soya, la rocambolesca historia de una mujer —más o menos— normal y corriente que, de la noche a la mañana, resulta que pertenece a una secta envuelta en crímenes oscuros.
Yo vi a Francisca Ceroni vender hamburguesas de soya en la facultad de humanidades de la Chile. Estudiaba Historia entonces y no sabía que ella era Francisca Ceroni y ni aunque lo supiera importaba, porque en realidad nadie sabía nada de ella hasta los acontecimientos del 2012 en Quilpué.
En El último gol nos encontramos con una historia muy bien contada e hilada, que relata cómo llevan al difunto hijo de un capo mafioso —con ataúd y todo— a que juegue su último partido de fútbol antes de enterrarlo. Y lo más inquietante de todo es la envidia que este hecho provoca en alguien vivo.
Mi favorito es Paraíso, un cuento corto cargado de ácido y malas intenciones, narrado en la siempre sugerente y arriesgada segunda persona y con un giro final sorprendente y bien logrado. Un relato que, sin ser una maravilla, sí es redondo.
Hay otros relatos destacables, como #BabyMetal, escrito enteramente a base de tuits, o Cosplayers, que cuenta una de las historias más viejas del mundo en formato siglo XXI —esto podría decirse casi de todo el libro—, o Payaso, una nueva incursión en los instintos asesinos de un respetable cabeza de familia. Por contra, y me sabe mal despedirme con una mala noticia, el cuento más largo y que da nombre a toda la colección, Mi vida junto a Sasha Grey, no ha terminado de llegarme y, aunque me gusta el arco del personaje, se queda a medio camino. No siempre son todo buenas noticias, al fin y al cabo.