Editorial: Autopublicado
Género: Novela
Valoración: Mejor no
Hoy volvemos a traer una novela autopublicada en Amazon, bendita cosa. Voy a repetir una vez más que el objetivo de este blog es ofrecer un espacio a aquellos autores u obras que consideramos injustamente tratados, ya sea por público, crítica, editoriales, suerte, gobiernos, colectivos, quién sabe. Esto no significa que si encontramos una de esas obras, la leemos y no nos parece buena, nos lo callemos. Esto es lo que ha pasado con Bobo. Lo siento, pero leer un libro es una inversión de varias horas, y horas especiales de tranquilidad que a nadie sorprendo si digo que suelen escasear.
Vamos a la reseña. Bobo es un preso que espera a ser ajusticiado en el corredor de la muerte. Allí es visitado por un periodista al que le cuenta su vida, incluyendo los detalles más íntimos que antes no había contado. Encontramos así las causas de por qué ha sido condenado, sus motivaciones y sentimientos, especialmente relacionados con su hermano Peter y su perro de agua Curro.
La novela empieza por una introducción del periodista en cuestión, a la postre autor del libro. Aquí aparece la primera incoherencia de la novela. Si el autor es el periodista, resulta completamente ilógico que el libro esté escrito desde el punto de vista de Bobo. En sus memorias relatadas es posible, pero en los momentos en los que está con el propio periodista, no tiene sentido. ¿Puede entrar el periodista en la mente de Bobo y saber qué piensa de sí mismo?
La historia va avanzando, sin prisas, interrumpida por las desavenencias entre Bobo y su entrevistador, y las apariciones del cura del penal (que parece desesperado por darle la absolución al reo). El periodista le va pidiendo que le dé más chicha a la historia, lo que le lleva a dejar de hablar de sus experiencias como adulto en la cárcel (lleva 8 años allí), y empezar a hablar de su niñez. Bobo termina accediendo y cuando empieza con la niñez ya no para. El periodista y yo debemos de ser personas diametralmente opuestas, ya que no fui capaz de encontrar nada de verdadero interés en la infancia de Bobo. Es cierto que es un niño especial, con una especie de autismo, o de Asperger, tal vez. Pero no llega a tener el interés que pueda despertar Forrest Gump de niño, por no hablar de otras infancias célebres, como las de Oliver Twist o Tom Sawyer. Ni siquiera se acerca a Carlitos Alcántara de Cuéntame. Su niñez, y su vida en general, me resultó plomiza, repetitiva y previsible.
Pero como la historia avanza bien, y parece que está reservando los mejores detalles para el final, pues no es difícil seguir leyendo. Así lo hice. Lo siguiente que me encontré fue que los diálogos no resultan reales. Todos y cada uno de los personajes hablan de la misma forma. Da igual que sean niños, adultos, presos, viejos exhibicionistas, psiquiatras… Y tampoco importa si es una conversación niño-niño, niño-adulto, padre-hijo, hermano-hermano, marido-mujer… Todos tienen la misma forma de hablar, que para colmo, no es una forma común, del día a día, sino que se asemeja más a un texto periodístico o de un manual académico, por ejemplo. Un libro con tal cantidad de conversaciones debería tener cubierto este aspecto a la perfección.
Esto resulta más evidente con el caso del protagonista. En ciertas ocasiones se avisa de que el muchacho tiene dificultades de expresión, que desconoce muchas palabras, y que otras tantas las usa mal, o directamente se las inventa. Nada de eso aparece en las múltiples conversaciones de Bobo. Ni una sola vez. Y tiene infinidad de oportunidades de hacerlo. Sin embargo, sí que nos encontramos con una perfecta dicción, un vocabulario propio de un literato, y esa forma de hablar tan poco natural que ya mencioné antes. Resulta muy difícil de creer y esto empuja al lector fuera del relato una y otra vez.
Todas estas cosas sumadas, y unidas a un desenlace que tampoco ayuda demasiado, hacen de Bobo una lectura que no puedo recomendar.