Personajes y personas no normativas
Entre los múltiples aspectos que rodean a la literatura independiente (y en menor medida, también a la literatura mainstream), cada vez toma mayor importancia la reflexión sobre la adecuada inclusión de personajes no normativos en la ficción, la promoción de autoras o la visibilización del colectivo LGTBIQ+.
De manera más o menos consciente, la comunidad de escritores, lectores o críticos que se orientan hacia la construcción de un trabajo literario más inclusivo, se apoyan en teorías feministas, y más concretamente, en aquellas que remiten a la interseccionalidad.
Según la teoría de la interseccionalidad, una persona no queda definida sólo por una categoría, como pudiera ser el género o la raza, sino que alberga distintas identidades, privilegios u opresiones, que no pueden ser analizados de manera aislada. De esta manera, la interseccionalidad sostiene que no es posible comprender y hacer frente a un solo tipo de opresión sin atender al resto de opresiones y privilegios que componen el organigrama social: no es posible comprender y enfrentarse al machismo sin tener en cuenta el racismo, la homofobia, o el clasismo. Y también a la inversa: no es posible enfrentarse al clasismo sin atender al machismo, el racismo o la homofobia.
Volviendo a la ficción literaria, resultaría del todo incoherente reivindicar la inclusión de personajes LGTBIQ+ en una novela cualquiera, pero rechazar la lectura de otra obra porque incluye un personaje negro. O a la inversa, redactar una obra cuyo protagonista sea no blanco, con el objeto de contravenir el racismo, pero en esa misma obra ridiculizar a la comunidad LGTBIQ+.
La interseccionalidad en el pensamiento de Angela Davis
Si bien el término de «interseccionalidad» lo acuñó Kimberlé Williams Crenshaw en 1989, una de las figuras que más contribuyó a identificar la confluencia entre los distintos tipos de opresión, además de un ejemplo de activismo y lucha social en defensa de los derechos civiles, fue Angela Davis.
Filósofa feminista, comunista y miembro del movimiento de liberación negro, Davis recoge la herencia de Marcuse (especialmente en lo relativo a los intereses de clase) para construir un relato histórico cuyo eje central será la mujer negra, desde los orígenes de los Estados Unidos de América hasta la actualidad.
Resulta imposible abordar aquí la riqueza, profundidad, alcance y vigencia de sus ideas. Sin embargo, trataré de mostrar alguna de sus líneas de pensamiento, de modo que sea posible al menos intuir la importancia que tiene su figura en el movimiento feminista y en el movimiento de liberación negro, así como el precedente que sienta para los posteriores estudios sobre interseccionalidad (si alguien tiene interés en su obra, la mayoría de las líneas que se apuntan a continuación están extraídas de Mujeres, raza y clase):
El racismo en el contexto histórico de la lucha feminista
Angela Davis realiza una revisión histórica de los orígenes del movimiento feminista norteamericano, poniendo especial énfasis en la problemática de clase y raza. Así, explica que al mismo tiempo que las sufragistas burguesas luchaban por sus derechos, contribuían a la opresión de la mujer negra y la mujer blanca de clase obrera.
La incapacidad de las sufragistas para involucrar en el movimiento por el voto a las mujeres negras, así como su rechazo manifiesto a conceder el voto a los hombres negros, culminó en la siguiente paradoja: la apelación al voto femenino terminó utilizándose como un medio para garantizar la supremacía blanca, desde un enfoque claramente machista:
El preocupante matrimonio ideológico que había enlazado al racismo y al sexismo tomó un nuevo cariz. […] Las mujeres blancas estaban aprendiendo que como madres cargaban con una responsabilidad muy especial en la lucha por salvaguardar la supremacía blanca. Después de todo ellas eran las «madres de la raza». […] Ahora se trataba de que el sufragio femenino era el medio más apropiado para alcanzar la supremacía racial.
En ese sentido, Davis sostiene que la posibilidad histórica de una alianza interseccional entre sufragistas y negros hubiera resultado mucho más fructífera y útil para ambos movimientos, destacando la figura de Sojourner Truth como enlace entre la opresión que sufrían las mujeres y la que sufrían los negros.
La función política de la violación
En Mujeres, raza y clase, Davis se remite a la violación en dos ocasiones. En un primer momento alude a ella para explicar la doble función que cumplía en el antiguo sistema esclavista: de una parte, reafirmar el dominio económico y el control del amo sobre la esclava; de otra, disolver cualquier organización familiar estable que se articulara entre los esclavos.
Las mujeres, no menos que los hombres, eran consideradas unidades de fuerza de trabajo económicamente rentables. […] De hecho, la violación era una expresión descarnada del dominio económico del propietario y del control de las mujeres negras como trabajadoras por parte del capataz.
En un segundo momento, refutando el «mito del violador negro», Davis explica cómo la cultura de la violación es inseparable del capitalismo y la división de clases sociales, planteando la hipótesis de que el número de violadores será proporcionalmente mayor entre las clases elevadas que entre las clases trabajadoras. De nuevo, la interseccionalidad.
En ese sentido, Davis sugiere que la incitación a la violación, en el caso de los hombres negros, o de los hombres blancos proletarios, operaría como una suerte de soborno que el hombre recibe por perpetuar sus propias condiciones de opresión:
La creencia de que su virilidad les concede el privilegio de dominar a las mujeres puede ser un motivo de violación para los hombres de clase trabajadora […] Cuando [estos] aceptan la invitación a violar que les ofrece la ideología machista, están aceptando un soborno, una compensación ilusoria por su impotencia.
La reformulación del concepto de «preso político»
Angela Davis fue encarcelada en el marco de su lucha personal y política por la liberación de «Los hermanos de Soledad». Fue lo que se entiende habitualmente como una «presa política», una persona que es detenida y procesada por su ideología, y no por haber cometido algún hecho delictivo (otra feminista encarcelada debido a sus ideas fue Nawaal el Saadawi, una de cuyas obras reseñamos aquí). Sin embargo, en el contexto de la desigualdad de clase y el racismo, Davis amplía el alcance del término para englobar a todos aquellos que sufren las consecuencias de un sistema judicial perverso y contaminado por una ideología clasista: personas que terminan en la cárcel en virtud de la ideología y práctica propias del régimen establecido, con independencia de su conciencia política individual.
George [Jackson] estaba en un automóvil cuyo propietario había robado setenta dólares en una gasolinera […] debido a un sistema que estaba predispuesto contra los jóvenes acusados negros como él, se le declaró culpable de robo. […] Con asombro e indignación, oí hablar a la señora Jackson de la sentencia indeterminada que se le había impuesto a su hijo: de un año de cárcel a cadena perpetua.
La acción colectiva como herramienta de cambio social
Frente a esa triple alianza entre machismo, racismo y clasismo, Davis entiende que la única manera de generar cambios en lo real proviene de la articulación coordinada de los sectores socialmente oprimidos. En ese sentido, destaca ciertos momentos históricos en que la unión entre el movimiento de mujeres y el movimiento de liberación negro dio lugar a avances importante en la lucha por los derechos civiles, y el papel fundamental de la mujer negra como nexo entre ambos. Por otro lado, su concepción de la «acción colectiva» es radical: cualquier acción individual debe servir a un fin más amplio, y la voluntad personal debe articularse en función del movimiento colectivo. Desde ese enfoque es desde el que escribe su Autobiografía:
Por desgracia, mucha gente asumió que […] la contienda desplegada durante mi encarcelamiento y juicio de 1970 a 1972 fue la de una mujer negra individual que eludió con éxito el poder represivo del estado. […] Mientras que uno de los protagonistas de esta batalla era el estado, el otro no era un único individuo sino el poder colectivo de las miles y miles de personas que se oponían al racismo y a la represión política.
Como señalaba al principio, la riqueza del planteamiento de Angela Davis es irreductible a los puntos aquí mencionados. Por ejemplo, la explicación que da de las reticencias de la mujer negra a involucrarse en el movimiento abortista de los setenta, poniendo esas reticencias en relación con la historia del movimiento de mujeres y la propia política institucional de los Estados Unidos, merecería un análisis detallado. O la manera en que analiza la resistencia silenciosa de los esclavos negros y su lucha por la educación. En cualquier caso, es evidente que su filosofía de la historia, la rigurosidad de sus estudios, así como su propia actividad política, son herramientas fundamentales para comprender las corrientes feministas actuales y luchar frente al racismo, el machismo y otras clases de opresión que se mantienen hoy día.