Andrés Díaz Sánchez: Skarrion Gunthar

Skarrion Gunthar. Libros Prohibidos

Título completo: Skarrion Gunthar. Sangre en el hielo
Año:
 2017
Editorial: Libros.com
Género: Novela (fantasía)
Valoración: Está bien

Algo huele a podrido en Shakark

Nunca hemos comentado suficientemente el papel de la casa Libros.com en el mundo de la edición independiente. Y deberíamos. Basándose en su propia plataforma de crowfunding creada ex profeso, publican aquellos títulos que consiguen suficientes fondos para pagar los costes de edición. Pero no crean campañas con todo lo que les llega, sino que tienen que comprobar que hay suficiente potencial para crear un proyecto de garantías. El resultado son libros hechos con cariño, terminados con gran calidad y que, además de por su aspecto, destacan por el interés que son capaces de generar. Otra forma de encarar la pelea literaria que todavía tiene mucho que decir y que ahora nos trae este interesante Skarrion Gunthar.

Tras la batalla que decide la guerra civil en el norteño país de Shakark, el bando rebelde se alza en el poder y corona a un nuevo rey. Sin embargo, la paz que surge tras este cambio de piezas es demasiado inestable por el oscurantismo de ciertas facciones poderosas dentro de los vencedores y por el resurgimiento del arcano y sangriento culto a Mumaga, el dios de las dos caras. El joven e inquieto Skarrion Gunthar, hijo del líder de una de las familias más poderosa en Shakark, se verá envuelto en intrigas palaciegas que le revelarán la asombrosa y horrible realidad del reino.

Skarrion Gunthar. Vikingos. Libros ProhibidosEl autor de esta novela, Andrés Díaz Sánchez, es un viejo conocido de los amantes de la fantasía épica en castellano. De hecho, el propio Skarrion Gunthar es un viejo conocido de todos ellos, ya que aparece en varias de las obras de este escritor madrileño. Yo, por cierto, no he tenido la oportunidad de leerlas, pero tras haber leído este volumen, creo que tengo una buena impresión del estilo del autor, que puedo empezar a definir con una palabra: BESTIA. Tanto la temática como el estilo del autor van de la mano para pergeñar un libro duro, descarnado, donde cada escena es una muestra de la realidad más cruda y apabullante, donde cada imagen llega de una forma extremadamente vívida. Podría decirse que Skarrion Gunthar es una experiencia 4D donde el lector realmente habita el libro: casi se puede oler —en toda la extensión del término— el campo de batalla o sentir cómo te salpica en la cara la sangre de los caídos. Todo ello en una prosa lírica que por rica no llega a resultar recargada. Bestia, sí; y asombroso, también.

Sabía que su lanza había matado al menos a un enemigo, la había visto pasar por entre dos cascos y hundirse en la boca de aquel hombre, que se desplomó sin fuerzas. Ahora ya estaba en la primera fila porque el compañero de delante había resbalado sobre sus propias tripas y no se había vuelto a levantar. Cerca de Skarrion estaba Olaf, su padre, un monstruo viejo y pesado salpicado de rojo, siempre sonriendo de modo maligno, como si todo esto en el fondo le divirtiera, como si fuera un chiste amargo y triste, pero bueno.

Y es que, pese al dominio del lenguaje exhibido, introducirme en las profundidades de Skarrion Gunthar desde muy pronto me recordó a un martillo pilón. Ya no solo por lo minucioso de las descripciones y el regodeo en las vísceras, sino por el tono exacerbado que impregna prácticamente todos los aspectos de la obra. La narración avanza deteniéndose en los detalles, pero también a zancadas resueltas, llevándose por delante todo lo que pilla. El narrador va con el cuchillo entre los dientes todo el rato. Los personajes no se guardan nada, más preocupados por entrar en acción que por esconder sus intenciones; muchas veces se van de la lengua cuando debería callar, lo que le sale caro a más de uno. En ocasiones, es tan visceral el comportamiento de los personajes que llega a resultar exagerado y, por lo tanto, poco creíble. Y es aquí donde le encuentro la pega a este título.

Entiendo que el autor no está retratando a la gente más civilizada del mundo. Un país que emula a una nación vikinga en un estadio formativo no está regido precisamente por gentlemen de buenos días, por favor, después de usted y gracias. Eso lo entiendo. Sin embargo, y pese a todo, allí donde hay corte, hay intrigas palaciegas. De esto último no falta en Skarrion Gunthar, y, sin embargo, la principal característica de aquellos que trepan en la jerarquía de palacio es, además de la ausencia de escrúpulos, la sutileza. Por muy brutos que sean estos nobles guerreros de Shakark, me resulta muy poco creíble que los personajes que habitan en las inmediaciones del trono y que conspiran por el poder sean también tan de su pueblo y sufran de incontinencia verbal. Y es que si algo nos ha demostrado la Historia es que quienes medran no son los más sanguinarios y fuertes, sino los más sutiles e inteligentes. Este detalle me ha separado de considerar a este libro un adversario digno de Canción de hielo y fuego.

También hay belleza en una buena decapitación

Skarrion Gunthar. Drakkar. Libros ProhibidosYa sé que en la primera parte de esta reseña estuve hablando del potente estilo de Andrés Díaz Sánchez, pero creo que no le he hecho suficiente justicia y me siento en la obligación de ello. Pese a la sangre, la violencia, la escatología —que hay, y mucha— y demás lindezas que puedan atribuirse a un mundo de guerreros nórdicos con ganas de jaleo, también hay espacio para el deleite. Y es que si algo nos enseña este escritor es que puede haber belleza en una buena decapitación. Pero no nos quedemos ahí, pues además del fragor de la batalla, en Skarrion Gunthar nos encontramos con una riqueza descriptiva impresionante. Destacan las localizaciones: los castillos, las poblaciones y, sobre todo, la naturaleza. Como le ocurría al maestro Tolkien, hay amor por la naturaleza en las letras de este autor; un amor capaz de convertir en poesía esas mismas palabras que usa para describir tanta brutalidad.

Se metieron en el abismo verdoso del bosque, la patria de la corteza y el ramaje, en honduras que los digerían sin prisa alguna. Los helechos lamieron sus piernas y pasaron por encima de raíces emergentes del suelo, como serpientes monstruosas y ancianas, congeladas por la mano de un dios castigador. Arrebujados bajo el capote, soportaron el fresco de la noche. Sufrieron el hechizo hipnótico del fuego en la hoguera, rodeados de la negrura infinita de los espacios salvajes. Los lobos les aullaron sus nanas patéticas y evocadoras. Les despertaron las primeras cuchilladas del sol naciente y las gotas heladas de rocío en la cara, como diminutos martillazos gélidos. Marchaban en silencio, igual que han hecho siempre los viajeros que dejan atrás el útero protector de la choza, la ciudad y el castillo, que salen de la madre civilización y son arrojados a la naturaleza agreste, la naturaleza hermosa e implacable que despoja a los hombres de su mezquindad y los convierte otra vez en criaturas inocentes que deben adorar y temer a la fronda, el mar, la roca y el cielo tachonado de estrellas.

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