Corazón tan blanco — Javier Marías

Año: 1992
Editorial: Suma de letras
Género: Novela
Valoración: Muy recomendable

¿Qué se le puede desear a una persona normal, hoy día? Lo típico, que tenga salud, que tenga trabajo, que se sienta realizado, que no tenga deudas, que sea feliz, y en mi caso (y supongo que en el de más de uno que ahora lee esto), que tenga tiempo para leer y leer, y también leer. Esto último lo estoy consiguiendo con gran esfuerzo, contra viento y marea, pese al reciente ajetreo producido por todo lo relacionado con el Premio Guillermo de Baskerville que estamos organizando. ¿Y la salud, las deudas y lo demás? Sí, no voy mal, gracias por el interés.

Hoy traigo Corazón tan blanco, de Javier Marías. Aunque me había sido recomendado con insistencia por mis allegados, todavía no había tenido la oportunidad de llevar a mis manos de lector voraz ninguna obra de este autor madrileño. Eso es algo que ya pasó, por fin, y que me demuestra dos felicísimas verdades: que he disfrutado, y que mis allegados me quieren. Y es que el tipo sabe cómo manejar la máquina de escribir, y tanto.

Corazón tan blanco, título sacado con mucho gusto de Macbeth, comienza con un suicidio cometido cuarenta años atrás. La pobre víctima de sí misma, fue la primera mujer del padre del protagonista, y a su vez hermana de la madre (en resumen, que el hombre se casó primero con una hermana, y luego con la otra). Este trágico hecho, siempre oculto para el protagonista (hijo de la madre casada con el padre al que se le suicidó la esposa, que era hermana de la madre, para que no os perdáis), sale de súbito a la luz en una conversación casual con un amigo de la familia. Desde ese momento, el lector se embarca en las sospechas, pesquisas y malos presentimientos del protagonista, que le llevarán a descubrir las profundidades más turbias de sí mismo.

Decía que Marías se sabe manejar a la perfección porque es algo que salta a la vista desde la primera frase de la novela, y que paso a remarcar aquí:

«No he querido saber, pero he sabido que una de las niñas, cuando ya no era tan niña y no hacía mucho que había regresado de su viaje de bodas, entró en el cuarto de baño, se puso frente al espejo, se abrió la blusa, se quitó el sostén y se buscó el corazón con la punta de la pistola de su propio padre, que estaba en el comedor con parte de la familia y tres invitados.»

Pero resultaría muy simple, tanto como incompleto e injusto, mencionar que Marías escribe muy bien y luego seguir con otra cosa. Es necesario resaltar sus cualidades, como los arabescos que forman sus alargadas y elegantes frases (como tan acertadamente indicó B. de Cessole en Le Figaro Litéraire), o la madurez que rezuma en cada página, o los guiños que hace contínuamente al lector, comenzando la frase de manera que hace creer que se ha confundido y luego corregirlo sobre la marcha, como diciendo, era broma, amigo. Tampoco utiliza palabros enormes o raros en sus construcciones, sino que se sirve de lo más común de nuestro vocabulario. Eso sí, muy bien escogida cada palabra para cada ocasión.

Pero comparar Corazón tan blanco con una construcción se me antoja demasiado forzado; la estructura es demasiado sutil y plástica como para ser construida. Más bien, es una red, o mejor, un tapiz bien tejido y bordado con mimo. Me imagino la ya mencionada máquina de escribir de Marías, como una especie de telar que va dando forma poco a poco a la historia. En ocasiones, parece que se entremeten tramas paralelas que no llevarán a ningún sitio, cuyo único objetivo es aumentar el grosor del libro, pero no es hasta la mitad de la obra cuando, con gran sorpresa (y por qué no, placer), se descubre que no, que cada coma está ahí por un motivo. Exquisito motivo.

Otro tema aparte son los personajes. No voy a hablar de ellos como si fueran una parte importante, ni a mencionar que están a la altura del texto y tal, sino que voy a decir que llevan el peso de gran parte del total. Son vitales, sobre todo Ranz, el padre del protagonista, y Custardoy el joven, el amigo de la familia. Estos personajes tienen un carisma y una fuerza arrolladores, acupando un hueco tan importante que, cuando desaparecen, dejan tras de sí una estela de vacío difícil de superar. Es posible que aquí encontremos uno de los (pocos) fallos del libro, ya que los demás personajes, siendo algunos más importantes, no llegan a la altura de estos dos. A lo mejor el autor lo haya preferido así, pero la verdad es que tanto el protagonista como los personajes femeninos, quedan eclipsados y un tanto desdibujados ante el poderío de estos dos colosos.

Tal vez, el hecho aislado sobre el que gira toda la trama, pueda parecerle poca cosa al lector, pero yo creo que, si sirve para montar esta constelación de buena literatura, bienvenido sea.