Año: 1962
Editorial: Alfaguara
Género: Cuentos
Valoración: Así sí
Hoy se cumplen 100 años del nacimiento del fantástico escritor argentino, Julio Cortázar. ¿Cómo? ¿Que no has leído nada de Cortázar? (¡plas, plas!) ¡Sufre, ser indigno, sufre! (¡crunch, plomf!) ¡Fuera de este blog, maldito! (¡pof, pam!) ¡Regresa al sucio programa de Telecinco del que saliste! (¡zas, pom, catacrof!)
Bueno, con este breve pero reconfortante ataque de furia literaria que de vez en cuando me permito (y que me encantan porque siempre gano yo), doy esta reseña por finalizada. Ahora, acudan prestos a su librería de confianza, adquieran su copia, y lean, amigos, lean.
Ah, que no. Que lo quieren es una reseña pormenorizada del libro en cuestión, que han entrado aquí por eso y no sólo por mi natural simpatía. Son ustedes de esa clase de persona, ya veo. Muy bien, les hablaré de esta obra si así lo desean, aunque no garantizo finalizarla. De hecho, dudo bastante que no vaya dejarla por la mitad e irme a lanzarle la pelota a mi perro hasta que se canse él o pierda la sensibilidad en el brazo yo. Lo que ocurra primero.
Pero ¿por qué digo todas estas cosas? ¿Es acaso Historias de cronopios y de famas uno de esos libros donde hay una de serie de cuentos con un principio pero no un final? ¿Acaso una nueva Harukimurakamada infernal? Nada de eso, mis queridos amigos, sino más bien todo lo contrario. Los microcuentos que componen esta obra de arte, así como la gran mayoría de textos de Cortázar (no estoy hablando de Rayuela, ojo), se caracterizan por muchas cosas, siendo una de ellas el que tienen un principio y un final. Aunque esto no es cierto del todo, ya que los cuentos suelen comenzar con cosas simples del día a día, tan extremadamente cotidianas que apenas les prestamos atención (como el hecho de subir unas escaleras, dar cuerda a un reloj, o la acción de saludar). Entonces ocurre algo maravilloso. El cuento captura un instante concreto de esa acción y nos lo presenta como algo único, mágico, que sin duda hace que ya no volvamos a verlo de la misma forma.
Es complicado de entender si no se ha tomado el libro y leído, sorbito a sorbito, paladeando la deliciosa forma con la que Cortázar cocina la lengua castellana. Es tan insultante su dominio de nuestro lenguaje, que no necesita más de un par de páginas (a veces menos) para desarrollar sus ideas. Es un aventurero de la escritura, un Indiana Jones literario que no para de experimentar con nuevas fórmulas para dar sentido a sus, a veces, estrambóticas creaciones. Nunca sobra ni una coma, y por supuesto, el sentido del humor es su mejor aliado.
Por otro lado, tenemos la segunda mitad del libro, la que le da nombre a la obra, Historias de cronopios y de famas. Aquí no se qué contar, la verdad. Son una serie de mini fábulas que tratan sobre las características de unos seres: los cronopios, los famas y los esperanzas, que al mismo tiempo parecen mágicos y completamente normales. Mediante se van descubriendo cosas sobre ellos, es imposible tratar de averiguar a qué se está refiriendo el autor, si a ciertas personas en concreto, a toda la sociedad en general, o si en realidad es sólo una broma para el lector. Resulta curioso, incluso chocante, pero definitivamente es tan delicioso como el resto de la obra.
Podría seguir contándoos cosas de este librito (apenas tiene unas cien páginas), pero es una delicia tan grande para aquél que lo descubre, que prefiero que cada uno de vosotros lo disfrute por su cuenta (la edición de Punto de Lectura en la colección Big Books es sencillamente sublime). Pero, ya sea así o asá, por lo que más quieran, háganse con él.