Año: 2014
Editorial: Autopublicado
Género: Novela
Valoración: Pasable
Seguimos adelante con nuestra tarea literaria, con nuestro objetivo de ganar espacio para la cultura en un mundo que nos empuja en la dirección contraria. En plena campaña electoral, navegando en mitad de la tempestad navideña, sorteando los diversos obstáculos que nos van llegando. No nos rendimos. Allá vamos.
Hoy le toca el turno a Las vidas que no vivimos, primera novela de Jorge F. Cienfuegos. En mitad de una fiesta en una casa, un chico y una chica se encuentran. No se conocen de nada (eso parece al principio) pero entablan una conversación, fría de entrada, profunda conforme se van conociendo. Ambos se esconden de lo que hay más abajo, no monstruos, sino otros jóvenes de último curso como ellos.
Las vidas que no vivimos es una novela que trata la dificultad de las relaciones humanas en la adolescencia, especialmente en el momento en el que se vislumbra el cambio que supone empezar la universidad. Esta temática, muy atractiva de entrada, pierde potencia por la mala decisión de colocar la acción en un escenario erróneo. Y es que una historia que se desarrolla por completo en una fiesta de instituto de Estados Unidos corre el peligro de resultar repetitiva.
Los personajes son los peor parados de todo esto. Aunque el autor (con gran mérito) consigue darles forma y voz propias, no puede evitar que estos caigan una y otra vez en los tópicos y lugares comunes que se esperan de este tipo de situaciones: la popularidad, la obsesión por el qué dirán, los cotilleos quién-se-acuesta-con-quién, la búsqueda perpetua de satisfacer los deseos, la inseguridad que todo ello conlleva, etc.
Creo que si en lugar de ser en Estados Unidos, la trama se desarrollase en España (o en el lugar de donde es el autor, dato que desconozco), la obra ganaría en personalidad y, lo que es más importante, en verosimilitud. No sonaría todo tan trillado y superficial. Y es que el rollo instituto estadounidense ha sido explotado hasta la extenuación en películas de Hollywood, por lo general, bastante malas. A eso hay que sumarle que yo ya he llegado a un punto en el que si veo una peli de terror adolescente con quien más empatizo es con el asesino.
Bromas aparte, es justo decir que la novela ofrece una estructura muy valiente, ya que es básicamente una sucesión de diálogos. En este apartado Las vidas que no vivimos destapa lo mejor de sí. Su autor se demuestra bastante solvente en las conversaciones, llegando a puntos de verdadero valor. Es capaz de sorprender al lector con figuras interesantes (siempre que logra zafarse del peso de los tópicos que lastran la novela, como ya comentamos). Creo que si cuida un poco más el contenido y sigue trabajando a fondo, puede llegar a convertirse en un estupendo guionista o desarrollador de situaciones.
Esta mezcla de virtudes y defectos hacen de Las vidas que no vivimos una lectura todavía fuera de resultar recomendable, pero que ya atesora bastantes destellos de calidad que aumentan su atractivo.