Título original: The Collapsing Empire
Traducción: Simon Saito
Idioma original: Inglés
Año: 2017
Editorial: Minotauro (2018)
Género: Novela (Ciencia ficción)
Qué pasa cuando termina un imperio
Las intrigas de palacio son atractivas. Nos gusta ver a los poderosos despellejarse, traicionarse, apuñalarse por la espalda. Deleitarnos contemplando sus miserias al aire supone una especie de venganza psicológica. Este tipo de contubernios son transmisibles a variados escenarios; es decir, las asechanzas de la corte se pueden dar en muchos territorios como en esta misma web hemos comprobado hace poco. Su carácter intercambiable ha hecho que estas tramas se hayan utilizados con profusión en todo tipo de relatos. El «quítate tú pa ponerme yo», ha sido siempre un valor seguro para captar la atención de los lectores.
Pues bien, aquí tenemos una historia que tira de ese argumentario e iconografía. Fin del imperio, un mastodonte enfermo que se tambalea por la sucesión de su cabeza visible que se nos muestra en las primeras páginas. Cliché que funciona, no lo has de modificar; es suficiente con darle unos toques personales para que empiece a decir lo que queremos. Que si un poco de space opera por aquí, que si alusiones a las novelas de aventuras y piratas, que si mucha mujer capaz de machacar cabezas, unos toques de cientifismo no muy enrevesado (si Arthur C. Clarke levantara la cabeza) y ya tenemos el condumio caliente ante nuestras napias.
—Así es el cerebro humano —dijo Attavio VI—. Crea patrones cuando no existen. Imagina relaciones de causa-efecto que no se dan. Inventa un relato ordenado donde no lo hay. Así está diseñado el propio cerebro. Está preparado para mentir.
Las maquinaciones que vertebran el libro no son muy enrevesadas, lo que permite a Scalzi dotar de un ritmo ágil a la trama y sacrificar la reflexión sobre los hechos para llenar cada rincón del universo conocido de acción y diálogos que, con demasiada frecuencia, se acercan peligrosamente a lo reiterativo en su tono deslenguado.
Parece que esta ligereza y cierto coloquialismo forman parte del estilo narrativo y, si bien se hacen encantadores y frescos al principio, por persistentes, acaban haciendo que muchos de los personajes suenen igual y nos confundamos un poco al seguir sus intervenciones. Hay también algunos atajos narrativos que se leen como una trampa, pensamos: «este ahora me va a soltar el rollo patatero en vez de colocármelo en la acción para que lo vea y lo toque. Adoctrinamiento no, gracias.».
El tono despreocupado y ágil compensa un poco estas explicaciones que se exceden y que nos hacen sentir un poco como niños de primaria. Sin los apartes, que se dan sobre todo al principio, para demostrar o meter con calzador contenido básico de la novela, esta hubiera sido más natural. Es como si el narrador quisiera quitarse todos los temas científicos en el primer tramo del libro para centrarse en la acción propiamente dicha.
Comerciante intergaláctico vestido de seda…
…pues a qué se va a dedicar. A medrar, a amasar dinero y a despreciar la vida humana. Y es que de eso va El fin del imperio, inicio de una trilogía que el multipremiado John Scalzi tiene previsto desarrollar. Seres humanos amasando poder y pasando por encima de la población que sobrevive como mejor puede, un clásico.
La historia se abre con una sucesión imperial que se aprovecha para mostrarnos la estructura política del universo en el que nos vamos a sumergir. Sus tres poderes en lucha bajo el mando de la emperox entrante, Cardenia; bisoña e inexperta, que tiene que aceptar un cargo que no esperaba y para el que duda estar preparada. Asistimos a un precario equilibrio de fuerzas en continua variación, la tensión entre las patas del sistema que aparentemente sostiene la paz es una de las líneas argumentales más difusas, pero que queda ya apuntada para esas continuaciones que nos esperan.
El fin del imperio se centra más en ambiciones y acciones personales que van a contribuir a desestabilizar la Interdependencia, como se califica a la unión de mundos habitados por los humanos y unidos entre sí por el Flujo. Este ha permitido una expansión sin precedentes de la raza de los hombres por rincones estelares alejadísimos entre sí. Se trata de una forma de viajar que deja en pañales a esas naves capaces de competir con la velocidad de la luz. El Flujo parece estar construido ex profeso para el afán expansionista del ser humano. ¡Qué no quede un solo asteroide sin su ración de explotadores con piel de cordero!
Suele describirse el Flujo a los profanos en el tema como un río de espacio-tiempo alternativo que permite los viajes a una velocidad superior a la de la luz por todo el Sacro Imperio de los Estados Interdependientes y de los Gremios Comerciales, llamado abreviadamente «la Interdependencia».
El flujo es un pasaje, una especie de calzada intergaláctica que hace que desplazarse entre mundos sea rápido, pero que a la vez requiera de la entrega total de los viajantes a unos principios que no comprenden del todo.
Menos hablar y más hacer
El fin del imperio se asienta sobre dos pilares: la acción sin cortapisas, de ahí su carácter limítrofe con las antiguas aventuras espaciales, y los diálogos que se despliegan sin complejos, que dan dinamismo a la narración y que también introducen una pequeña lacra: el abuso de la ironía y el sarcasmo. Casi parece que esta tendencia a la pulla y a sacar pecho sean efectos secundarios del viaje a través del Flujo. El que todos se pongan continuamente a demostrar su ingenio e infinita displicencia, cansa un poco.
Como he dicho, lo que se nos narra es un juego de poder. Vemos a burdos e inhumanos comerciantes queriendo que sus intereses prevalezcan a cualquier precio. Vemos sus engaños, sus juegos a dos y tres bandas. Especulación, pocos escrúpulos e intriga continua para tomar posiciones ventajosas. Una Iglesia que es una institución falsaria y aliada del que más convenga, que quiere meter sus garras en todos los asuntos, y una plétora de políticos incompetentes. Como asomarse a la ventana de nuestra casa cualquier día de la semana, vaya. Un imperio podrido y despiadado cuyo derrumbe estamos deseando contemplar.
Como en toda historia de especuladores galácticos que se precie, encontramos con facilidad paralelismos con situaciones que nos son desgraciadamente familiares: rebeliones, traiciones, personas tratadas como moneda de cambio, colonialismo salvaje, riadas de refugiados… De forma algo simple, el autor nos muestra toda la panoplia de consecuencias que trae la ambición desmedida y el dar carta blanca al sádico que muchos llevan cosido a las entrañas.
Significa que su ambición y codicia están al servicio de algo más que su propia satisfacción. Significa que quizá sea algo más que un sociópata ambicioso, que tal vez le preocupe de verdad la Interdependencia, su gente, y la suerte que pueda correr.
Todo este cúmulo de intereses cruzados se desarrolla saltando de personaje en personaje, cruzando sus historias para desvelar poco a poco un gran secreto con el que termina este libro. Esperaba algo un poco más elaborado; aun así, me he divertido bastante con El fin del imperio, con su ritmo veloz, su constante acción y esa apariencia de muñeca rusa que no deja de abrirse para mostrar más y más.
Cuando nos acercamos al final, el libro se acelera hacia su conclusión impregnado de tintes detectivescos. Sí, la trama inmediata se desentraña y concluye, vemos las cartas de todos los participantes en esta partida de fulleros. Pero se nota que estamos ante el pórtico de una saga y, claro, no hay quien nos libre de un final abierto y con gancho.
Si queremos saber qué pasará con este imperio en declive tendremos que esperar a que el siguiente volumen caiga en nuestras manos. No quisiera estar en la piel de la emperox, Cardenia.