Iván Albarracín y Manuel Gris: Los polluelos espaciales y el herpes del mal

Título completo: Los polluelos espaciales y el herpes del mal. Elige tu propia aventura absurda
Año: 
2016
Editorial: Autopublicado
Género: Elige tu propia aventura
Valoración: Está bien

Tras la marejada de las nominaciones a los Premios Guillermo de Baskerville 2016, nosotros seguimos aquí, al pie del cañón, tratando de acercar al público esos títulos independientes que tan difícil lo tienen para hacerse ver. Hoy traemos una nueva obra autopublicada. Nada más y nada menos que Los polluelos espaciales y el herpes del mal.

Aquí yo suelo situar una sinopsis de la obra en cuestión, pero ¿cómo hacerlo con un libro-juego que se salta todas las normas menos la que estrictamente marca el formato elige tu propia aventura? Podría decir que este libro es la historia de amor entre Paca, una octogenaria ninfómana y aficionada a las muñeiras, y Pancho, el perfecto tronista de MHYV. Una invasión de polluelos nazis extraterrestres o una pandemia de herpes genital maligno (según las decisiones del lector) se interponen en su romance. De ti depende que triunfe el amor o que, por contra, el mundo quede devastado (uno de los finales que me salieron a mí fue que solo quedaban vivos sobre la Tierra los votantes del PP y ya no se me quitó el mal cuerpo en unas cuantas horas).

Parece claro que este libro no tiene ninguna intención de resultar brillante y sí muchas ganas de hacer el gamberro, de pasarlo bien, pero también de utilizar la literatura como medio, de escandalizar y de recuperar estos libro-juegos que tan populares se hicieron años atrás. Su arma es el humor más absurdo, desmelenado, grotesco, a veces asqueroso, sin sentido, pero que en más de una ocasión te arranca la sonrisa.

«Somos los jinetes del Apocalipsis, que teníamos que empezar a liarla parda a las 16:00 pero se nos han adelantado. Me llamo Guerra, y estos son mis compañeros Muerte, Lepra y Hacienda.»

Como no hay reglas y todo vale, Los polluelos espaciales… se sirve de cualquier arma para sorprender al lector. Y ese factor sorpresa se mantiene durante todo el libro, cosa muy complicada de conseguir en las obras de humor. El formato ayuda, sí, pero esta locura tiene la capacidad de levantarle el ánimo a cualquiera, incluso en un lunes por la mañana yendo de camino al trabajo (en transporte público, claro; no recomendamos leer mientras se conduce).

La única pega que le pongo es que la edición debería estar más cuidada. No me refiero a las cubiertas, cuyo diseño es muy acertado y capta a la perfección el tono del libro, sino a las formas. Creo que este libro-juego tan cachondo se merece un buen repaso ortotipográfico y de estilo, que ya se sabe que el humor es una cosa muy seria. Esto, desde luego, solo le resta un pelín a la experiencia lectora-jugadora global.

Por cierto, que los autores, quienes (con razón) trataron de pasar desapercibidos firmando bajo los seudónimos Torcuato Campmany y Francisco Oms, han sido identificados como los escritores reincidentes Iván Albarracín y Manuel Gris. Las autoridades competentes ya están avisadas.