Ilustraciones: Patricia L. Gante
Año: 2018
Editorial: Indie Research (Autopublicado)
Género: Libro de relatos (ciencia ficción)
Hoy en Libros Prohibidos os traemos una colección de relatos autopublicada que nos hizo llegar su autor hace algún tiempo. Francisco J. Jariego es físico de formación, pero se ha adentrado en muchas otras ramas del conocimiento y lleva más de veinticinco años trabajando en investigación y desarrollo en el campo de las tecnologías de la información. La ficción corta que nos presenta en este volumen continúa esta tendencia; lo que os quiero decir es que Extrapolación 2029 es ciencia ficción dura, muy dura, durísima. Tanto, que bastantes de sus relatos tienen una estructura dramática tan mínima que rozan el género del ensayo-ficción.
Veinte minutos en el futuro
En el prólogo a la primera edición, el autor declara:
Aquí no encontraréis singularidades, ñoñas utopías, distopías luditas ni otras distorsiones exponenciales.
En Extrapolación 2029 miramos al futuro penetrando sigilosamente en la intimidad de quienes realmente lo están incubando ahora. Porque, como observó William Gibson, el futuro ya está aquí, solo que desigualmente repartido. Solo hay que saber dónde y a quién mirar.
A continuación podemos leer las doce extrapolaciones, de las cuales cinco son casi microrrelatos de apenas una página de extensión. Por las páginas del libro desfilan robots, algoritmos desbocados, implantes cibernéticos, tratamientos médicos experimentales y literatos científicos; el autor los define como «futuros sin filtro en los que la tecnología no es el protagonista, solo un actor secundario relevante». Lamentablemente, debo disentir de su propia definición, ya que Extrapolación 2029 es un libro en el que la tecnología es la protagonista indiscutible, a costa del desarrollo dramático de las tramas: no considero que esto sea algo malo en absoluto, pero sí que el lector debe estar bien informado a la hora de abordar la obra.
Entre mis relatos favoritos podemos encontrar el que abre el volumen, «Módulo de ampliación», en el que se describe con gran detalle técnico el proceso de adquisición de autoconciencia por parte de un robot llamado Pequeña Tao:
La tienda estaba a solo unos pocos centenares de metros de la fila de ranuras donde Pequeña Tao solía tener programadas sus recargas. Pequeña Tao almacenó aquella notificación en la pila de eventos no prioritarios con la etiqueta BE.
> 17:15:01 Cargar secuencia de operaciones de recarga rápida.
> 17:15:02 Activación registro operación, modo depuración.
> 17:15:03 Comprobar lista de operaciones de mantenimiento prioritaria.
> 17:15:04 Vacía. Grabar.
> 17:15:05 Activación modo subjetivo.
> 17:17:02 Inicio de recarga.
Como no tenía pendiente ninguna operación de mantenimiento prioritaria, mientras se recargaba, Pequeña Tao comenzó a procesar la cola de eventos no prioritarios. En esta cola podían llegar a acumularse miles de notificaciones procedentes de las múltiples fuentes de información a las que un cobot como Pequeña Tao estaba suscrito, o que se descargaban a través de alguno de los canales de comunicación autorizados, y que estaban etiquetadas para procesado opcional.
También disfruté «Tratamiento estocástico», en el que a un hombre le ofrecen un tratamiento experimental de lo más sospechoso para tratar de salvar su vida; «Seis segundos», cuyo protagonista aparentemente puede viajar al pasado, pero solo hasta seis segundos antes del momento actual, y «Justa ignorancia», en la que un programa de aprendizaje profundo ha sustituido a los jueces humanos en la administración de justicia. «Justa ignorancia» es uno de los relatos de Extrapolación 2029 en los que, si bien son francamente interesantes, en realidad no ocurre nada en lo que a la trama se refiere; quizás habría funcionado mejor como un ensayo-ficción, en el que el autor habría podido explayarse sin miedo, al no verse constreñido por la necesidad de narrar una historia.
Mi favorito es, sin duda y en parte por su naturaleza ciberpunk, «Un golpe de suerte», en el que un ratero buscavidas recibe fortuitamente el derecho a un implante cibernético de aumento de la inteligencia. Resulta que ser super inteligente no es en absoluto lo que él esperaba. Creo que este relato es el que mejor equilibra la extrapolación tecnológica con la profundidad psicológica de sus personajes y la crítica al corporativismo de la era de la información.
No es silicio todo lo que reluce
Entrando en diálogo con las propuestas teóricas de Jariego, no puedo decir que esté de acuerdo con la tecnofilia naíf de algunos de sus personajes. En «De París, sin amor», una mujer decide que es el momento de ser madre y para ello recurre a la ectogénesis. En su repaso teórico a la historia (extrapolada) de la eugenesia se califican las críticas a esta práctica como una aversión cuasi supersticiosa relacionada con el genocidio ocurrido durante el Holocausto; el relato pasa completamente por alto las cuestiones éticas relacionadas con el capacitismo que están en el núcleo del debate sobre la eugenesia, sobre las que ha escrito, por ejemplo, Nancy Kress. Decidir unilateral e individualmente qué características físicas y neurológicas deben tener los futuros miembros de la sociedad no es una tarea trivial y se está ignorando el riesgo que conllevaría tal uniformidad genética en la población, probablemente dictada por modas y prejuicios.
Por otro lado, en «Voto electrónico», Jariego escribe: «Todos los días, Xavier tenía que ingerir dosis ingentes de burocracia que habría podido eliminarse de un plumazo simplemente con que alguien hubiese querido entender las posibilidades que ofrecía la tecnología hoy, y tuviera la determinación de dar un paso adelante. […] Porque ese cambio significaba una simplificación radical de la administración y, en consecuencia, menos puestos de trabajo, más paro y menos votos». Se ha escrito ampliamente acerca del carácter político de la burocracia, pero dudo muchísimo que esta se mantenga en su sitio solo por razones populistas —qué estereotipo puede ser más odiado que el del funcionario ocioso—; recomiendo al respecto el ensayo de David Graeber La utopía de las normas: De la tecnología, la estupidez y los secretos placeres de la burocracia.
Para no extenderme demasiado, diré que creo que la perspectiva de científicos que estén activos en el campo de la investigación y el desarrollo tiene un valor incalculable en la literatura de ciencia ficción; el detalle técnico con el que Jariego describe posibles y futuros avances es un placer de leer, pues informa a la vez que entretiene. Sin embargo, echo de menos en Extrapolación 2029 un toque de reflexión política: no estoy en absoluto de acuerdo en que la ciencia sea un instrumento neutral, y mucho menos en que sea una especie de panacea que no se administra a la sociedad solo por culpa de la ignorancia colectiva y una especie de inmovilismo atávico.
Conclusión
Extrapolación 2029 gustará a aquellos que tengan interés en las tecnologías de la información y también nociones de los últimos avances en este campo. Al tratarse de una colección con un énfasis especial en lo teórico, no interesará a los que estén buscando relatos centrados en las relaciones entre personajes o su paisaje emocional. Como su título indica, se trata de extrapolaciones de tecnologías actuales hacia el futuro próximo y eso es tal cual lo que encontrará aquí el lector.