Año: 2016
Editorial: Boria Ediciones
Género: Novela
Valoración: Pasable
Como aquí no se para, hoy traigo una nueva reseña que engorda la nómina de los títulos que forman parte de la sección oficial de los Premios Guillermo de Baskerville 2017. Se trata de Bebop Café, del escritor español Luis Sánchez Martín.
Fran es un treintañero que lleva una vida insípida y aburrida y a quien le molesta prácticamente todo del mundo que le rodea. Unas misteriosas notas que parecen renacidas de un momento crítico de su pasado le hacen salir de la monotonía y, entre otras cosas, le animan a comenzar un proyecto que llevaba un tiempo posponiendo: escribir su primera novela. Decidido a conocer la procedencia de esas notas, y perdido entre su imaginación y sus propios recuerdos, empieza a dudar de la misma realidad.
Debo reconocer que abrí Bebop Café con una incertidumbre mayor que de costumbre. No sabía qué me iba a encontrar entre sus páginas, sensación que se mantuvo hasta el final. Más que tensión, era curiosidad y cierto morbo por saber qué era lo que andaba mal con Fran lo que me hacía seguir adelante. En ese sentido, el autor consigue mantener alerta al lector, incluso cuando parece que no está ocurriendo nada. Punto a favor.
El estilo, si bien en los primeros capítulos está especialmente cuidado, va perdiendo pulso, intención y florituras a medida que van pasando las páginas, de modo que, cuando se ha superado el primer cuarto del libro, ya apenas queda rastro de esas frases largas y estilosas que caracterizan su comienzo. En un principio me alegré por ello, ya que siempre es más complicada la lectura con un mayor número de subordinadas y yo necesitaba ir rápido (demasiadas lecturas pendientes). Sin embargo, luego no pude evitar sentir que el texto había perdido brillo. De cualquier forma, dejando los gustos personales del momento aparte, es cierto que estas variaciones sin explicación, sobre todo si son en sentido descendente de más a menos cuidado, siempre terminan restando.
Pese a que el protagonista es un tipo bastante odioso, y a que el argumento del libro se va haciendo más y más oscuro con el transcurso de los capítulos, el tono de Bebop Café es distendido, cómico en ocasiones. Eso me entusiasmaría de no ser por ciertos “recursos humorísticos” con los que no puedo estar de acuerdo. Creí que, a estas alturas del milenio, los chistes sobre personas con una discapacidad como el enanismo, o sobre las personas transgénero, eran algo ya superado. Pero, por lo visto, no tanto.
Con todo, creo que Bebop Café es una novela resultona, atrevida y entretenida. ¿Y por qué esa valoración? En principio pensé ponerlo más arriba, pero resulta que la serie de giros sorprendentes del desenlace, carta a la que esta historia se lo juega todo, no me ha convencido. Mejor dicho, no me la he creído. Me parece que el final hace aguas, tiene varios agujeros y le surgen numerosas preguntas que quedan sin una respuesta convincente. Para mí, al menos. Lamentablemente, son cosas de las que prefiero no hablar, ya que de otro modo supondrían un spoiler capaz de arruinar la lectura por completo. Y no es en absoluto lo que pretendo.