Ursula K. Le Guin: Un mago de Terramar

Un mago de Terramar. Libros Prohibidos

Título original: A Wizard of Earthsea
Idioma original: Inglés
Año: 1968
Editorial: Minotauro (1986)
Género: Novela (fantasía)
Traducción: Matilde Horne

Arqueología viva de la fantasía actual

A causa de nuestra incesante labor con la literatura independiente, hacía ya más de un año que no reseñaba ningún libro que no fuera una novedad, que no obedeciera a la urgencia del ahora. Y de clásicos ya ni hablamos. Sí que he leído algunos títulos por placer, pero muy poca cosa. Y eso, para un escritor como yo, es algo inadmisible. De modo que me he propuesto volver a traer clásicos y lecturas interesantes y de gran valor a Libros Prohibidos, aunque esto rompa un poco la dinámica que traíamos en los últimos tiempos. Y qué mejor para cambiar esto que Un mago de Terramar, de Ursula K. Le Guin, título tan apropiado para una revista como la nuestra, tan apegada a la fantasía.

Terramar es un mundo acuático, donde los mares le ganan claramente la partida a las tierras. Sus habitantes pueblan un inmenso archipiélago en mitad de un vasto océano cuyos límites nunca han sido encontrados. En la isla de Gont nace el protagonista de esta historia, Gavilán —Duny para los amigos—, cuyo nombre verdadero es Ged. Sus habilidades mágicas hacen que sea enviado desde muy joven a Roke donde se forman todos los magos. Pero su aprendizaje se ve frenado por la aparición de una misteriosa sombra que planea apoderarse de su ser.

Antes de empezar a hablar de este libro es de justicia situarlo en la época en la que fue escrito, 1968. El mundo era muy distinto entonces, los grandes maestros de la fantasía actual apenas si habían nacido, y los propios lectores eran muy diferentes. Han variado las temáticas, las morfologías de los libros, los públicos e incluso los formatos. Y eso se nota. Tal vez demasiado influenciada por la narrativa de Tolkien y otros escritores más oscuros como Poe o Lovecraft, Ursula K. Le Guin le imprime a la acción un ritmo pausado; en su prosa prima más el cómo que el qué. Esto no hace que su obra sea peor, solo se toma más tiempo en cosas que tal vez hoy, en nuestro mundo de vídeos de pocos segundos y saturación de información, han perdido su importancia. Las obras de hoy explican menos y muestran más, se afanan en captar la atención del lector en unas pocas líneas y en deslumbrarlo con un worldbuilding nunca antes visto. Ahora la batalla literaria de esta clase de libros se libra mostrando a unos protagonistas cercanos, que sean capaces de remover los sentimientos del público al que va dirigida la obra.

No digo que se trate de una novela que haya envejecido mal, es algo que, de hecho, niego, pero sí es cierto que su narrativa se ha quedado algo obsoleta si hemos de compararla con autores más recientes como Rothfuss o Abercrombie. Y ahí reside la mayor dificultad para introducir en Terramar a los jóvenes lectores de hoy.

Es una lástima, ya que la saga que se inicia con Un mago de Terramar tiene mucho que decir sobre el género fantástico que leemos hoy en día. No es complicado desenterrar en este libro las raíces de esa fantasía tan envolvente y atractiva como la de los autores citados. No en vano, es tanta la riqueza y complejidad que desarrolla Le Guin en esta primera entrega, que podemos encontrarla replicada en los sistemas de magia nominal de El nombre del viento, por ejemplo —hablando de lo cual, no son pocas las semejanzas entre Ged y Kvothe—.

Un mago de Terramar. Mapa. Libros Prohibidos

Mapa de Terramar, por Liam Davis

Otra cosa que hay que concederle a la autora: el primer capítulo de Un mago de Terramar es sencillamente perfecto. En unas cuantas páginas queda presentado el personaje, su entorno, su realidad, su característica especial, su bautismo en la magia, el inicio del su aprendizaje y el que va a ser su destino —al menos en los próximos años: la escuela de magia de Roke—. Además, también da lugar a presentarse dos de los elementos definitorios de todo el título y la saga: el escenario, Terramar, y la magia. En ese aspecto, Le Guin se adelantó con mucho a su época y todavía hoy es complicado igualar esa maestría.

Creció salvaje, tenaz como la mala hierba, un chiquillo alto y ágil, fuerte y altanero, de temperamento fogoso. Junto con los escasos chicuelos de la aldea pastoreaba las cabras en los prados empinados, sobre las fuentes del río; y cuando tuvo fuerzas para tirar y empujar de los fuelles, el padre lo obligó a trabajar en la fragua, como aprendiz, con una elevada paga de golpes y azotes. Mas Duny no era lo que se dice un gran trabajador.

A la grupa de los místicos 60’s

Además de encontrar las situaciones impregnadas en el fascinante y lisérgico misticismo propio de la época, en especial todo lo relacionado con la magia —recordemos cómo fueron los años 60—, resulta más que interesante encontrar en Un mago de Terramar pasajes que nos recuerdan a la experiencia extrasensorial de Paul Atreides en Dune (1965). Esta curiosidad, esta forma de entender el mundo puede que contribuya a aumentar la brecha entre este libro y los lectores actuales, pero le da un valor histórico incalculable. De nuevo, reforzamos la idea de comprender la obra en su contexto, en su tiempo. No seamos necios ni imprudentes, que a lo mejor nuestros sandersons y martins les resultarán infumables a los lectores que están por venir.

Vamos finalizando este pequeño homenaje a semejante clásico, y lo hacemos con un elemento que tal vez no era tan conocido por aquella época, pero que hoy es vox pópuli para los amantes del género. Estoy hablando del viaje del héroe. En efecto, asistimos a la búsqueda que realiza Ged por toda Terramar de esa sombra que podría destruirle. Sin embargo, muy relacionado con el ya mencionado misticismo, y aportando una óptica de gran valor, se trata de un viaje que va más allá de las leguas marinas que el personaje recorre; es un viaje interior, en las cavernas de su propia alma, cuyo destino no le lleva a conocer otra cosa que su misma esencia. La autora trasciende así lo físico para centrarse en lo inmaterial.

Pero hasta ese momento, y en cualquier otra parte que no fuese ese lugar, no habría para Ged paz ni sosiego, de día y de noche, en mar y en tierra. Ahora sabía, y era cruel saberlo, que su tarea nunca había consistido en tratar de deshacer lo que había hecho sino en terminar lo que había empezado.

En fin, amigos, Un mago de Terramar, primera entrega de una saga de seis. Para los amantes de la fantasía, yo no le pondría el calificativo de imprescindible, sino de obligatorio.

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