El tiempo literario en El tragaluz, de Antonio Buero Vallejo

A la hora de escribir narrativa, resulta fundamental controlar el ritmo interno del texto, los saltos temporales o las elipsis. Una obra cualquiera tiene su tiempo literario, del mismo modo que tiene algún tipo de trama, o personajes más o menos definidos. Podríamos analizar el manejo del mismo en cualquier obra de ficción. Sin embargo, hoy voy a centrarme en El Tragaluz, de Antonio Buero Vallejo, ya que la manera en que utiliza los recursos temporales es paradigmática y sobrepasa los limites habituales de lo que entendemos por tiempo literario.

El dominio del tiempo literario

La obra, representada por primera vez en 1967 en la ciudad de Madrid, sitúa al espectador en el año 3000, y presenta a una pareja de investigadores que pretenden rescatar hechos del pasado para responder a lo que ellos llaman la pregunta o «la importancia infinita del caso singular».

ELLA: —Bien venidos. Gracias por haber querido presenciar nuestro experimento.
ÉL: —Ignoramos si el que nos ha correspondido realizar a nosotros dos os parecerá interesante.
ELLA: —Para nosotros lo ha sido en alto grado (mira, sonriente, a su pareja) ¿Se decía entonces «en alto grado»?
ÉL: —Sí. (a los espectadores) La pregunta de mi compañera tiene su motivo. Os extrañará nuestro tosco modo de hablar, nuevo en estas experiencias. El Consejo ha dispuesto que los experimentadores usemos el léxico del tiempo que se revive. Os hablamos, por ello, al modo del siglo XX, y en concreto, conforme a la segunda mitad de aquél siglo, ya tan remoto.

Secuencias temporales múltiples

La obra presenta dos secuencias temporales bien distintas: de una parte, el año 3000, en el que se encuentran los investigadores; de otra, el tiempo en que se va a responder a la pregunta. Mediante complicados artilugios científicos, los investigadores son capaces de generar «fantasmas» que reproducen con exactitud vidas del pasado. El espectador, interpelado por los actores, se encuentra entre aquellos que han acudido a presenciar «el experimento». Sin embargo, los hechos que va a visualizar se sitúan en Madrid, en el año 1967. Fecha y lugar en que se representa la obra.

De esta manera, Vallejo consigue desdoblar al espectador. Pues si bien este, como figurante de la obra, salta hasta el año 3000, no puede dejar de pertenecer a su época, por mucho que la perciba a través de los ojos del futuro. Precisamente, lo que se le presentará al espectador serán hechos de su tiempo presente desde un hipotético futuro. Algunos críticos han indicado que este artificio no es más que una frivolidad, y que las figuras de los investigadores son totalmente prescindibles. A mí, en cambio, me parece una genialidad por el modo como introduce al espectador en la representación, especialmente si se tiene en cuenta que la obra, muy crítica con el franquismo, se estrenó en plena dictadura española.

El tragaluz. Dominio del tiempo literario. Libros Prohibidos

Sin embargo, no es el único recurso temporal que Buero Vallejo emplea en El tragaluz. Ya dentro de la trama principal (los hechos que estudian los investigadores), aparece un segundo desdoblamiento. La obra narra los avatares de dos hermanos, dos fantasmas: Vicente y Mario. Este vive con sus padres y se ocupa de su cuidado, mientras que aquel ha conseguido prosperar y les mantiene económicamente. Ahora bien, a medida que avanza el experimento, el espectador entenderá que tanto el desarrollo dramático como el desenlace final tienen su razón de ser en hechos acontecidos durante la infancia de los dos personajes (en el año 1939, recién concluida la guerra civil ). Poco a poco, los hermanos irán recordando, cada vez con mayor intensidad, aquello que ocurrió en su pasado y que determina la sucesión de acontecimientos en su presente, al modo de la tragedia clásica.

VICENTE: —No me has contestado (MARIO se detiene.) ¿Te referías a mí cuando hablabas de pisotear y enriquecerse? […]
MARIO: —¡Alguien tenía que quedarse aquí!
VICENTE: — (se le enfrenta, airado) ¡Si yo no me hubiera marchado, ahora no podría ayudaros!

Dentro de este segundo lapso temporal (en el que por vía de la anamnesis los protagonistas recuperan hechos pasados) es especialmente llamativo como cada objeto que aparece en el presente tiene su correlato en el tiempo que se va recordando. Así, la hermana perdida en el pasado es la prometida de Mario en el presente, o el sótano en que viven padres e hijo es el tren que en su momento perdieron. Y aún más, hay elementos y conductas de los fantasmas que a su vez reproducen inconscientemente la búsqueda de la pareja de investigadores. Así, el tragaluz se corresponde con el experimento, y la mirada de Mario hacia su pasado coincide con la tarea que los experimentadores se habían propuesto desde el principio de la obra.

MARIO: […] — y también pienso que a veces sí se podría… (calla)
VICENTE: — ¿El qué?
MARIO: — Emprender la investigación.

Las correspondencias y remisiones recorren toda la obra. En un sentido, la pareja de investigadores del siglo XXX se remonta al año 1967, donde los fantasmas rememoran hechos de 1939. En el sentido contrario, los hechos de 1939 se reproducen en 1967 y, a su vez, la reconstrucción que realizan los fantasmas alude a la tarea futura de los investigadores. Escher. Dominio del tiempo literario. Libros Prohibidos

Si bien el recurso de la anamnesis es bastante habitual, y coincide con los orígenes de la tragedia griega, la inclusión en la obra de la pareja de investigadores dota a la representación de Vallejo (y al propio recurso de la anamnesis) de una dimensión desconocida, generando cruces y entrecruces temporales, apelando directamente al espectador y mostrando múltiples correspondencias en cada una de las escenas.

La importancia del tiempo literario es incuestionable. Un recurso tan utilizado como la elipsis es, en fondo y forma, un recurso temporal. Una simple descripción juega con la posibilidad de detener momentáneamente el transcurso de los acontecimientos. El tiempo, en literatura, es un atributo más del texto, pudiendo saltar hacia delante o remontarse hacia el pasado. A través del ritmo, es posible hacer avanzar el texto más rápido o más despacio. Sin embargo, la manera como Antonio Buero Vallejo articula la comprensión del tiempo en El tragaluz desborda cualquier categoría, poniendo en juego elementos realmente llamativos.

Concluyo señalando que El tragaluz no se reduce ni por asomo al tratamiento del tiempo literario, si no que encierra muchísimas más claves y elementos que se podrían (y deberían) abordar, tanto desde un enfoque estético, como desde un enfoque moral o sociopolítico. Para mí ha sido, sin lugar a dudas, una de las lecturas más importantes que he realizado en los últimos meses.